Fidel con nuestros campeones: De cuando Santana no pudo con Fidel

Por Filiberto Pérez Carvajal
Foto: Cortesía de Andrés Roberto Gutiérrez Pérez
En animada charla con los juveniles de la selección de Granjeros, segundos del país en 1964

Sería imposible revivir la efervescencia beisbolera de los años sesenta del pasado siglo en Cuba haciendo dejación de un protagonismo que trascendió lo estrictamente político y gubernamental. El líder de la Revolución que había ascendido al poder el 1ro. de enero de 1959, era también el conductor principal de los cambios enfilados a hacer del deporte un fenómeno de masas, libre de mercaderes y componendas, actividad sana, derecho del pueblo y cantera de campeones.

A estas alturas, revivir la historia de la década 1961-1970 en los estadios del país solo podría estar magníficamente ilustrada con la presencia de Fidel en los diamantes beisboleros, sobre todo en los montículos, sobre los cuales mostró tal pericia y constancia que a ningún cronista objetivo se le ocurriría buscarle parangón entre los jefes de estado del planeta en cuanto a impulsar el deporte con guante y pelota en manos.

Innumerables anécdotas retratan de cuerpo entero el empeño fidelista por estimular el desarrollo del Deporte Nacional. Ningún evento trascendente en el calendario criollo de las bolas y los strikes estuvo ajeno a sus análisis, y en varios se hizo patente su presencia activa, incluso, mediante el diálogo y el juego compartido con figuras que ocupan, por derecho propio, lugares de relevancia en la historia del deporte en Ciego de Ávila, como ocurriera en un tope bilateral entre juveniles de Cuba y Canadá, efectuado en septiembre de 1964...

REGALO EN EL LATINO

Aquel año, las huestes del Camagüey dieron tanta guerra como pudieron en la Serie Nacional Juvenil. Los pupilos de Mayito Salas, tan imberbe como los jugadores del Granjeros bajo su mando, sortearon con acierto un calendario prolongado, agotador por demás.

Baste decir que la justa, a partir de los choques en las respectivas series regionales, se extendió por espacio de varios meses, hasta que el 4 de julio iniciara la fase decisiva.

En esa instancia, las seis provincias con las que entonces contaba el país presentaron dos escuadras, una formada por los titulares del territorio en cuestión y otra integrada por los mejores exponentes de los equipos restantes.

Entre quienes conformaron las filas granjeras se incluyeron los avileños Francisco Betancourt, Justo Santos, Vicente Díaz y Lázaro Santana.

fidelTomada de https://visiondesdecuba.wordpress.comEl 5 de julio jugó como parte del equipo de Camagüey, también inmerso en el nacional juvenil, en un choque en el cual comprobó sus avances en el arte de lanzar

Después de la coronación de los Henequeneros, el líder de la Revolución actúa sobre la lomita de los suspiros del estadio Latinoamericano, cuando el día 12 del propio mes pitchea en representación de los titulares, en tanto el matancero Isidro Borrego, uno de los más destacados en la última Serie Nacional, lo hacía de refuerzo por los agramontinos. Era el regalo a posteriori tras el cierre oficial de la campaña.

Los reportes de la época daban cuenta de la efectividad de Fidel, quien no toleró carreras limpias, pero no pudo evitar el fracaso, 3x0, al que contribuyó Vicente Díaz con el empuje de la primera anotación del fraternal choque. 

Al término del quinto episodio confiesa que siente cansado el brazo: “Creo que me excedí en el entrenamiento (...) Haré un entrenamiento distinto. He mejorado la curva y entrenándome bien puedo lanzar mejor”.

FULGOR DE ESTRELLAS

Tras el éxito de la Serie Nacional Juvenil, la preselección nacional de la categoría libró intensas jornadas de preparación con el propósito de escoger a la escuadra idónea que debía llegar en forma óptima al principal compromiso del año, el Campeonato Mundial.

Pero la cita quedó finalmente reducida a un dual meet con su similar canadiense. Fueron cinco juegos con amplia asistencia de los aficionados cubanos, nuevamente el epicentro fue el estadio del Cerro y el protagonismo individual para Vicente Díaz, líder de los bateadores con promedio de 529, en imparables (9), triples (3) y en total de bases recorridas (15).

El saldo del tope mostraba a los dueños de casa como ganadores en cuatro partidos, pero la fraternal relación se reforzaría con un cierre espectacular en el cual ambas formaciones intercambiaron atletas, los de mejor rendimiento integraron el elenco Todos Estrellas, y el resto, la selección B.

Un diestro de 18 años, Lázaro Jesús Santana Herrera, aún sin portar el epíteto que años después lo identificaría como el brazo de hierro del béisbol doméstico, era la designación para abrir por las Estrellas.

Y lo hizo con tal maestría que los ocho primeros en la alineación del piloto Marcel Racine no pudieron embasarse. Apenas le restaba encarar al último en la tanda para completar una actuación perfecta, pues daría paso a otro serpentinero.

¡Ah! Pero el noveno de la tanda con el madero en ristre era el lanzador rival. Fidel rompió el hechizo, llegó a la inicial con el primero de sus tres imparables de la jornada.

Luego el desafío se iría de un solo lado. La selección B pisaría el home en una decena de oportunidades, en tanto los favoritos apenas firmaban una raya, sucia, en el segundo capítulo.

Para aquilatar las cualidades del mandatario-atleta que en aquella jornada trabajó siete entradas completas y luego se fue a patrullar la pradera derecha, nadie mejor que el asombrado mentor canadiense: “Tiene un coraje tremendo y sabe mezclar los lanzamientos. Sabe lanzar porque le pitchea a los jugadores en la zona que ellos menos batean. Tiene una mente prodigiosa y buen control.

“Yo observé que en los primeros innings le batearon cinco jits y después les costó trabajo a las Estrellas batearle. Ya con una ventaja amplia cambió. Es digno de admirar en todos los aspectos”. 

Y en otro momento de sus declaraciones a la prensa remataba con una valoración lapidaria: “Ellos tenían todas las estrellas, pero yo tenía la estrella más grande que es Fidel. Cuando se juega con coraje y se hace el mejor esfuerzo se logra el triunfo”.

Al cabo de 61 años, el singular enfrentamiento pudiera despertar las más diversas incógnitas, especialmente en aquellos que solo conocen de oídas y lecturas la personalidad de Fidel, y tampoco aquilatan del todo la de una Gloria Deportiva que nos acompaña y aclara.

A la pregunta de si hubo un arreglo previo, y si desde el banco le ordenaron lanzarle “a medias”, Santana confirma lo que tantas veces se dijo por aquellos años: “Al Comandante no le gustaba que le pichearan suave”.

Ahora, intento imaginar la tensión lógica del jovencito. Tiene ante sí, no un noveno bate más. Listo, como siempre, Fidel sostiene el madero. No quiere fallar. Santana tampoco. ¿Le sudan las manos? La bola recorre la distancia en un intento por escapar del contacto.

La respuesta del adversario fructifica: la esférica rueda que rueda sobre la grama del Latino. ¿Y qué sienten los protagonistas? Fidel sonríe mientras arriba a la inicial. Santana lo observa. El público aplaude. La historia congela el instante que, al menos con ambos actores y en el estadio más cotizado de Cuba, jamás se repetirá.