El imperativo de la papa

Por Katia Siberia
Foto: Osvaldo Gutiérrez/ACN
Cuando la cosecha en Ciego de Ávila no llega todavía a la mitad de las áreas, ya hay amenazas expresadas en bajos rendimientos. Caímos casi a la mitad en las hectáreas plantadas con semilla nacional. Ahora, donde dijimos “debe”, decimos “tiene”. Pero la naturaleza —y a veces ni los hombres― entiende semejante exigencia

Puede que no sea exacta porque nadie como Monguía para hacer la historia de la papa, en todas sus variantes y variedades, pero el término evapotranspiración parece casi ciencia “oculta” de la Agronomía. Medir el agua que se evapora desde el suelo y desde las hojas del tubérculo para, a partir de ahí, redefinir ciclos de irrigación y duración, según el tipo de riego o la humedad de la tierra, conlleva, literalmente, a una fórmula complejísima para periodistas y no dudo que, incluso, para ingenieros en ciernes.

El último cálculo aquí, traducido en buen guajiro, concluía que había que echar menos agua y más seguida.

No es así de fácil con el Sol. Si la intensidad fuera asunto de comisiones energéticas habría que inundar los campos de piranómetros, para luego intentar regular el astro con precisión, porque en el mismo escenario donde Raúl Monguía Rodríguez, especialista del cultivo en la Delegación de la Agricultura, sugería los reajustes hídricos, abordaba otra preocupación: altas temperaturas.

En consecuencia, las papas más cercanas a la superficie muestran ampollas, que no tienen la fetidez de la pudrición, aunque sí poseen un porcentaje acuoso que el frigorífico no asimila. Papa de rechazo que, por tanto, no será papa de semilla y no se pagará mejor. El incentivo en el campo ha terminado siendo menos, por culpa hasta del Sol.

Y como si no bastara tanto asedio, allí adonde no llegó el herbicida post emergente, tiene lugar una “guerra oculta”, en la que las hojas finas de la maleza compiten a muerte por los nutrientes del suelo y mientras suben su follaje van cubriendo al tubérculo, evitando que la protección fitosanitaria aplicada llegue a todo el follaje de la papa. La extorsionan por abajo y por arriba. No la mata, pero ella rinde menos.

El día en que Monguía explicaba tales contratiempos con sus palabras de “viejo papero”, era que el herbicida post emergente, aterrizaba en La Habana, le precisaba el delegado de la Agricultura. “Debe llegar en las próximas horas”, dijo Yaisel Vega González, quien también sabía que desde enero lo estaban esperando. En la última semana de la siembra, apenas contaban con 120 de los 950 litros que demandaban.

papaKatiaHasta esta semana unas 6 libras de papa, como promedio por persona, se habían distribuido en los mercados de Acopio

“Lo otro se anunció”, aclaraba entonces Monguía, quien sabe que aplicarlo hoy sería desperdiciar el recurso. Quizás unas 60 hectáreas (ha), de las 960 que se plantaron en la provincia, estén a tiempo de beneficiarse y puedan cosecharse limpias; sin embargo, el enyerbamiento “ha sido muy grande”.

Por eso, cuando se hace el recuento de los bajos rendimientos que comienzan a cosecharse, hay un todo incluido que resulta difícil deslindar en toneladas. Las sospechas llegan hasta la variedad cubana que se plantó en los campos avileños por primera vez, la —Alouette—, cuyo comportamiento no ha sido el esperado. “Parece ser, podría ser”, reitera el especialista, consciente de que todavía es pronto para juzgar.

No obstante, los números no entienden de porqués y resumen la sarta de tropiezos. Antes se dijo que el tubérculo de semilla nacional —que siempre rinde menos que la importada— debía rondar las 17 toneladas por hectáreas (t/ha). Ya no es posible esperar tanto: 9.8 t/ha, es el promedio. Casi la mitad. Unas 1700 toneladas menos en las 210 ha cosechadas de esa simiente.

• El desarrollo de la actual campaña ha tenido el chequeo constante de las máximas autoridades de la provincia.

Resaque comienza a ser palabra común en el surco que se expurga hasta el cansancio, queriendo sacarle hasta las últimas titinas, esas papas pequeñitas que igual se cuentan por libras, kilogramos, quintales, toneladas…

Aun así, el descenso ha sido evidente y en las más de 700 ha de semilla importada que quedan por cosechar pretenden “restaurar” las pérdidas con el imperativo “tiene”.

Un poder que no tenemos sobre la naturaleza y, a veces, ni sobre los hombres. Una conjugación con la que no suele expresarse la realidad. Es la que es, no la que tiene que ser.

 

papa3KatiaRaúl Monguía, en una de sus precisiones sobre la actual cosecha

“Tenemos que obtener”, encabeza Monguía la lista de compromisos, queriendo llegar a toda costa a las 17 860 toneladas (t) del plan. Trata de compensar un rendimiento con otro, una caída con un alza; a pesar de que pocos factores (humanos) a estas alturas podrían desencadenar un viraje. ¿Empecinado el hombre o convencido de que, además de papas, en el campo también hay reservas por sacar?

“En las áreas por cosechar tenemos que promediar 21, 23 t/ha. Eso nos da que tenemos que lograr 21, 18 en la Arnaldo Ramírez; 25, 3 en La Cuba; 24, 6 en la Empresa Integral…”, va Monguía fijando los rendimientos promedio y nada puede imputársele en medio de la cosecha. El pico no ha llegado. Tiene el tiempo a su favor, aunque las lluvias merodean con la llegada de la primavera, oficialmente.

En contra podría tener, además, la variable física del tiempo y un recuento, apenas uno, lo avizora. “Hemos estado muy presionados con el combustible, a veces, a las 6:00 de la mañana se define lo que tenemos, se sitúa luego en la bomba y en lo que se carga el petróleo, que el carro sale y llega al campo, pasó más de media mañana. Y eso en temporada alta significan 89 camiones diarios. Es grande el trasiego, esperemos…”, dice ahora con puntos suspensivos, sin poder usar el imperativo.

papa4Pastor BatistaLas áreas de esta campaña han sido ligeramente inferiores a la pasada. Bajamos en 170 hectáreas. ¿Descenderán al final, también, los rendimientos?

De esa recolecta saldrían las toneladas a los diferentes destinos que incluyen, en el caso avileño, el envío a Camagüey, Las Tunas y Guantánamo, de unas tres libras per cápita, según los compromisos iniciales. La industria sigue recibiendo el mayor volumen con unas 8 000 t, mientras que aquí se quedarían unas 2300 para la venta a la población, una cifra equivalente a lo mandado a los tres territorios orientales.

La pasada campaña no pudimos cumplir los planes y, por ende, tales compromisos. No fuimos los únicos —y esto no es consuelo—. Según informó a la Agencia Cubana de Noticias Enel Espinosa Hernández, especialista de ese cultivo en el Ministerio de la Agricultura, el 56 por ciento de las 6 000 ha que se plantaron en el país, se sembraron “fuera del calendario ideal”.

Aquí costó muy caro. La pudrición que cayó con las aguas primaverales nos dejó de 22 412 t previstas, en 13 800, de acuerdo con un informe del propio Ministerio. El documento muestra los resultados de la producción nacional y dentro de las tres provincias con mayores extensiones, Mayabeque (1500), Matanzas (1440) y Ciego de Ávila (1130), fuimos nosotros la de menor rendimiento: 12. 21 t/ha. La más baja, incluso, comparada con las otras tres de pequeñas extensiones: Artemisa (600), Villa Clara (400) y Cienfuegos (300).

Este año, por otras razones, volvemos a caer. Hace dos semanas lo admitía Enel en un reporte de la televisión. Frente a las cámaras informaba que de las 17 t/ha que esperábamos en la papa de semilla nacional, en el país promediamos 14 t/ha. Tres por debajo. Pero Ciego se queda, otra vez, muy por debajo de esa media. Ojalá que la semilla foránea obre el ¿milagro?, que querer sea poder. Y que poder, venga de tener.