Me atrevería a asegurar que, en Cuba, quienes hemos llegado a la copa menstrual lo hemos hecho por descarte, y no porque sean más cómodas, más duraderas, más ecológicas…
Me atrevería a asegurar, también, que una buena parte de las mujeres que están leyendo ahora (y, por supuesto, un grupo mucho mayor de los hombres) se pregunta de qué hablo.
Han pasado dos décadas desde que la primera marca de copas menstruales inundara los baños públicos de Reino Unido con pegatinas y escandalizara a una sociedad que nunca hablaba sobre la “regla” o el “período”, como también se le nombra a la menstruación; pero en este puntico sobre el Caribe todavía estamos en etapa de descubrimiento.
Vamos despejando los tabúes de uno en uno.
¿Una copa para “ahí”?, ¿qué es eso?
La copa menstrual o copa vaginal es justo eso: un “vasito” de silicona médica que se introduce dentro de la vagina durante el período, con el fin de acopiar el flujo.
Por muchos años, el método tradicional, y al que aspiraban nuestras abuelas, han sido las compresas desechables, que acá cariñosamente llamamos “íntimas”.
Aunque liberaran a las mujeres del lavado de compresas improvisadas con tela, y del manchado en público —que aún supone un bochorno injustificado—, un inconveniente se mantuvo: las compresas limitan la clase de ropa que se puede usar durante la “regla” e, incluso, actividades diarias, de una manera que resolvió el segundo método desechable: el tampón.
Con los años 2000, las tendencias fueron a buscar métodos duraderos y ecológicos. Las estimaciones calculan que una mujer utiliza entre 8000 y 17 000 íntimas o tampones en una vida entera, lo que, además supone un gasto monetario nada despreciable. En adición, algunos de sus componentes pueden resultar tóxicos para algunas personas.
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Ahí entran las compresas y calzones menstruales reutilizables, confeccionados con tejidos duraderos, higiénicos y fáciles de lavar; y también las copas.
En 2019 la prestigiosa revista científica The Lancet publicó un artículo en el que garantizaba el uso de este método tras revisar varios estudios y entrevistar a 3319 mujeres. Un año más tarde, el gobierno argentino, de conjunto con el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia, recomendaba “entender a la menstruación no como un problema personal e íntimo, sino como una demanda que requiere respuestas desde la política pública” y, en consecuencia, cumplimentar acciones como la provisión gratuita de productos para la gestión menstrual a niñas y mujeres de sectores vulnerables.
¿De verdad son más cómodas?
Sí. Sin dudas.
La desconfianza viene de la idea de introducir un objeto dentro de la vagina, mínimo, dos veces al día. Muchas mujeres no están habituadas a manipular esa área, por lo que su primer miedo va sobre ponerla y quitarla.
En realidad, la copa se sitúa a la altura del cérvix, de una manera que es completamente imperceptible. Bien colocada, no se siente. Y todas las indicaciones acerca de su uso advierten que siempre sale, a pesar de los momentos de “pánico” que se puedan vivir antes de habituarse a ellas.
Fuente: BBC
Invasor conversó con algunas avileñas acerca de esto y sus experiencias son muy parecidas. Lis, por ejemplo, comenta sobre las “sorpresas” iniciales. “Lo primero es que, si la sientes, es que está mal puesta. Y lo segundo, que el proceso de enjuagarla y desinfectarla después de cada período no es para nada desagradable”.
“La cara de mi mamá y de mi suegra, cuando les expliqué cómo se usaba, fue de asco —cuenta Laura—. Sin embargo, es mucho más limpio que con las íntimas. La copa, por ejemplo, no produce ningún olor al contacto con la sangre y luego te das cuenta de que no era tanta sangre la que te bajaba como creías”.
Es innegable: la copa permite estar “en control” del ciclo menstrual no solo al reducir molestias, sino también porque se tiene una relación más estrecha y consciente con el cuerpo.
En nuestro contexto, la comodidad está en relación también a la alternativa que tenemos: Cuba es de los pocos países que ha considerado a los productos de higiene íntima durante la menstruación como subsidiados (una reivindicación feminista que aún no ha llegado a muchos países); sin embargo, la calidad de las compresas fabricadas en el país, bajo la marca Mathisa, es constantemente objeto de queja.
La demanda hace que se vendan fuera de las farmacias
Un reportaje de hace cinco años daba cuenta de que la falta o exceso de pegamento, la poca absorción o la producción de rozaduras en la piel, no eran los únicos señalamientos en contra. El retraso en la llegada a las farmacias o la escasez han sido, por años, barreras para el acceso de las cubanas a estos productos. En 2023, la historia no es diferente.
Ahora, al grano. ¿De dónde saco una copa?
Esto no es un cuento de hadas, es realidad, así que el final feliz no está garantizado. Hace pocos días, por ejemplo, el proyecto Diversas, de la Asociación Hermanos Saíz, trajo una charla y donaciones de copas al espacio Otro Paraíso, de acuerdo con Arletty White Morales, coordinadora.
Pero eso no pasa todos los días. Conseguir una copa en Cuba es posible gracias a una de estas tres variantes: donación de algún proyecto de colaboración internacional; comprada en el exterior por algún familiar; o comprada en el mercado informal (que, a su vez, también se abastece desde fuera).
Copas para Cuba surge en el 2021 y es una iniciativa de La Mina y la Embajada Rebirth / Tercer Paraíso Cuba. Esta...
Posted by Embajada Rebirth / Tercer Paraíso Cuba on Wednesday, September 7, 2022
Esto último lleva una alerta. Sigamos la ruta del dinero.
Una copa menstrual de una marca registrada, con estándares que la hagan segura, cuesta un promedio de 30.00 dólares, lo que en el mercado informal equivale, aproximadamente a 4500.00 pesos. Es claro, entonces, que las que aquí se venden, incluso, por menos de 1000.00, no son adquiridas a ese precio. Lo que indica que los costos de fabricación son más bajos, y ello, a su vez, indica que el material del que están hechas no es silicona médica.
Los vendedores de copas en Facebook han tenido, también, que educar a los compradores
No quiere decir esto que sean un peligro para la salud reproductiva femenina, sino que el riesgo de alergias puede ser mayor, y también la velocidad a la que se deteriore con el uso. “Efectivamente —comenta Laura—. Compré la mía sabiendo que no era original. Y estuve encantada con ella tres meses, hasta que, de hervirla esas tres veces, dejó de abrirse correctamente cuando me la ponía y empecé a tener manchas”.
A no dudar, la copa, o al menos la posibilidad de elegirla como método de manera informada, ayuda a barrer tabúes acerca de la menstruación que hacen difícil para adolescentes y mujeres experimentar una parte natural de sus vidas y sus cuerpos. Para que el ciclo se pueda vivir de forma más cómoda, y, también, más libre.