Parecía que los Tigres discutían el cetro, al menos eso pensamos los que emprendimos la calle Máximo Gómez abajo en busca del estadio José Ramón Cepero. Pero no, no eran los tres veces campeones nacionales del béisbol cubano los que invitaban al principal coliseo de la ciudad.
Era una fiesta deportiva, pero distinta, porque esta vez los protagonistas no era un atleta ni un equipo. Los que luego aplaudieron, gritaron y cantaron en el Cepero se proclamaron triunfadores desde el inicio. El trono de la felicidad era de ellos. Nadie lo ponía en dudas.
El periodista no hizo la pregunta, no quiso indagar de quién había sido la idea que traía consigo tanta alegría entre cientos de jóvenes y niños, pero sí recordaba aquellas ediciones, décadas atrás, de Mi Escuela Campeona, que sin saber cómo, un día dejaron de existir.
Porque, a no dudarlo, la inauguración sabatina de la Primera Olimpíada de Verano de Deportes Recreativos en el municipio Ciego de Ávila demostró que, sin muchos recursos, cuando las direcciones de Deportes y Educación unen sus esfuerzos, son entonces nuestros pequeñuelos quienes agradecen.
Seamos sinceros: nuestras competiciones de base, por un motivo u otro, cada día son más pobres, por lo que esta Olimpíada de Verano debe ser aplaudida, no solo por lo que significa para el disfrute de nuestros muchachos, sino porque demuestran que podemos hacer más por la actividad del músculo en el territorio. Las imágenes así lo confirman.