Talento existe, pero hay que saber encontrarlo

Muchas veces nos cuestionamos por qué no surgen más figuras prominentes en el deporte cubano. Las respuestas abundan, mas lo vital radica en buscar, persistir y motivar.

A simple vista, el muchacho parece bastante reservado, pero el diálogo denota madurez por encima de los 20 años que ha vivido. Dice que en ello ha sido clave Yudelkis, su mamá, alguien que no pierde el menor chance con tal de que el hijo crezca en todos los ámbitos.

En cuanto a lo físico, no hay quien lo dude, pues Carlos Yoandrys Charles Santana mide un metro y 97 centímetros, y todavía puede estirarse más, en dependencia de la tenacidad requerida por el voleibol de sala, especialidad en la que se incluye entre los jugadores de mayores perspectivas en el país.

Sin embargo, llegar a esa disciplina llevó consigo el tránsito por otras, evidentes por el lugar donde reside, aledaño a la Academia Provincial de Boxeo en Ciego de Ávila.

“Fui boxeador solo por dos días, cuando estaba en cuarto grado”, confiesa mientras sus ojos delatan la sonrisa bajo el nasobuco y la mirada pícara hacia la progenitora.

“Ella no quería que yo practicara ese deporte, que lleva tantos golpes. Más que eso prefería que estudiara y, la verdad, es que me ha apoyado siempre en la docencia, incluso, ahora que estoy en el tercer año de la licenciatura en Cultura Física.”

Los estudios en la escuela primaria 24 de Febrero, al sur de la capital avileña, difícilmente se pueden apartar de la actividad física. Por esa razón el niño Carlos Yoandrys, luego de abandonar el cuadrilátero, pasó a la pista de atletismo.

“Estuve en las carreras de velocidad y de fondo pero, al poco tiempo, el profesor dejó de darnos clases y me quedé sin practicar hasta que, en quinto grado, vino a la escuela un entrenador, de apellido Pomares, y nos captó, como soy bastante alto enseguida le llamé la atención.”

Comienza la aventura

Lo nuevo siempre incluye algún atractivo para los niños, que en aquella oportunidad sintieron favorable el cambio de escenario. El profe los buscaba por las tardes y los guiaba hasta la escuela Alfredo Álvarez Mola, donde entrenaban con otro grupo de bisoños.

Charles era de los más espigados y eso le abrió el sendero hacia la Escuela de Iniciación Deportiva Escolar (EIDE) Marina Samuel Noble, donde debía hacer su sexto grado.

“Mi entrada no fue fácil porque estaba muy apegado a mi mamá, y ella no quería que estuviese becado. Con la ayuda de mi papá y el profesor se logró el convencimiento. Ese primer año fue difícil. Éramos tres niños de nuevo ingreso, con un nivel bastante parejo, junto a los que estaban en el último año de la categoría escolar.

“Ellos cursaban octavo y noveno grados. De nosotros solo uno integraría el equipo a los Juegos Escolares Nacionales. Tuve la suerte de que me escogieran a mí.”

Surgía así un atleta con posibilidades en el mundo de la malla alta, quien en un período relativamente corto mostró habilidades en sus posiciones de atacador auxiliar u opuesto.

“Como atletas escolares nuestro equipo tuvo años buenos al ubicarse entre los cinco mejores del país. En lo personal tuve un serio contratiempo. Cuando cursaba el séptimo grado padecí artritis idiopática juvenil, con fiebres continuas, incluso, estuve en terapia intensiva.

“Ante ese peligro para mi salud, cuando mejoré un poco por el ciclo de antibióticos, me remitieron para el hospital William Soler, en La Habana, donde me curé definitivamente. No obstante, después del alta sentía incertidumbre acerca de si podía seguir como atleta. La doctora que me trató dijo que sí.”

Tras su retorno a Ciego de Ávila, el jovencito siguió su recuperación. Los resultados no eran óptimos y, según sus valoraciones, no era tan voluntarioso. Por suerte para él, su mentalidad y las aspiraciones se transformaron y justo ahí empezó a desarrollarse.

“Entrené más duro, hacía pesas, cuando terminaba en el tabloncillo iba a practicar con el equipo de voleibol de playa. Nos tocó la competencia nacional y nuestro equipo se incluyó entre los seis mejores del país.”

Por el desempeño en la etapa clasificatoria, desarrollada en Camagüey, y luego en la final, con sede en Matanzas, mereció el visto bueno de los técnicos de la comisión nacional, quienes lo llamaron a la preselección del equipo juvenil criollo.

“Después llegaron los primeros resultados internacionales, con triunfos en el campeonato juvenil de Norte, Centroamérica y el Caribe, del año 2018, y la Copa Panamericana efectuada en Lima, Perú, en el 2019, categoría Sub-21, y en ese mismo año ocupamos el décimo lugar en el Mundial Sub-21, efectuado en Bahrain.”

• Lea aquí lo escrito por Invasor sobre el triunfo logrado en Perú y la participación del avileño.

Lo que vendría después pocos lo calculaban. Así la pandemia paralizó la actividad deportiva y el novel rematador retornó a casa, bajo la mirada atenta de Yudelkis, quien lo estimula para que estudie; mientras el papá, José Carlos, su eterno guardián y acompañante en todas las competencias nacionales, ahora le insiste en el propósito de que entrene en el hogar.

“Para mantenerme en forma hago carreras en las mañanas de los martes y jueves durante 30 minutos, y también realizo ejercicios en la casa, en correspondencia con el plan de entrenamiento que tenemos, primero bajo la instrucción de Jesús Cruz, en la categoría Sub 21, y ahora con la dirección de Nicolás Vives, director del equipo nacional.”

A diferencia del voleibol de playa, que ha tenido mayor nivel, el voleibol de sala en Ciego de Ávila no vive un momento de esplendor, hecho que amerita transformaciones cuando retornemos a la nueva normalidad. Charles opina al respecto.

“Son necesarios recursos como balones, net y espacios donde entrenar. Nuestro deporte merece más atención para que esté al mismo nivel que el voleibol de playa. Considero importante mejorar la captación y las prácticas en los municipios. Si se entrenara mejor en las áreas, los muchachos llegarían con más habilidades a la EIDE.”

Uno de los principales talentos de #Cuba en el voleibol de sala se llama Carlos Yoandrys Charles Santana. Se trata de un...

Posted by Rigoberto Triana Martínez on Tuesday, May 4, 2021

Confiesa su admiración por atletas formados en la escuela cubana de voleibol como Osmany Juantorena y Wilfredo León, quienes se desempeñan en las mismas posiciones que él juega, de ahí que sigue sus videos porque al verlos aprende y se consolida su desarrollo.

De sus aficiones, prefiere escuchar música, seguir el mundo de la farándula y el baloncesto internacional. Disfruta jugar básquet y fútbol como entretenimiento, aunque ahora le ha dedicado tiempo al hogar, estancia que debe aprovechar antes de que lleguen eventos fuera de Cuba o la posibilidad de contrato en una liga internacional que lo puede alejar por bastante tiempo del terruño natal.

Talento y deseos de construir su historia le sobran a este joven, captado en un barrio avileño y con posibilidades de aportar, con remates y jugadas defensivas, a los méritos deportivos de su provincia y de Cuba.