Por estos días el tabloncillo de la sala Giraldo Córdova Cardín, en Ciego de Ávila, se transformó en el corazón del baloncesto de los Juegos Escolares Nacionales, en el epicentro de un torrente de energía juvenil.
Y entre el bullicio de zapatillas que chirrean y el clamor de las gradas, surge un nombre que ya susurran con admiración los aficionados locales: Saulo Zaldívar García, la joya naciente que electriza la cancha con sus movimientos y los tiros certeros al aro.
Saulo, oriundo del municipio de Ciego de Ávila, está entre los más destacados del torneo. A sus 15 años parece llevar el balón atado a las manos. No importa cual: la izquierda o la derecha. Da lo mismo.
En las victorias y derrotas de su quinteto se transforma en espectáculo continuo. No es difícil verlo recibir un pase a media cancha con dos defensores pegados. Un amague sutil, un cambio de ritmo que desequilibra al primero, un cruce explosivo que deja al segundo literalmente mirando hacia otra dirección, y culmina con una bandeja flotante de una suavidad única, como si depositara el balón en la canasta con guantes de seda.
La magia de El Rayo Zaldívar comenzó a nacer cuando tenía apenas dos años y su papá Yoanis Zaldívar Anderson —avezado entrenador de baloncesto de los equipos avileños y nacionales, fallecido en marzo de 2021— puso un balón en sus manos. “Creo que ese fue uno de los primeros juguetes que tuve. La pelota era casi más grande que yo”, afirma con sonrisa bonachona.
Su estatura (1.85 metros) es buena para su categoría escolar, tal vez no la ideal para un base organizador de equipos de mayores, pero debe seguir creciendo en toda la magnitud de la palabra.
Lo que impresiona es su agilidad felina, combinada con una fuerza explosiva que le permite abrirse paso o elevarse con sorprendente verticalidad para encestar, disputar rebotes y taponar tiros de contrario. Tiene una puntería confiable desde la larga distancia y letal desde la media cancha.
Dice Julio Antonio Buguruza, su entrenador, que a Saulo lo distingue su visión del juego, su capacidad de lectura del partido. Siempre se anticipa y ve la jugada antes de que se produzca; incluso, en ocasiones sorprende a sus propios compañeros con un pase allí, al lugar indicado, donde debió estar un hombre y no llegó o se retardó.
Su visión periférica es envidiable y con facilidad encuentra a coequiperos desmarcados con pases certeros, muchas veces sin mirar, con esa intuición que solo poseen los eruditos.
Sin embargo, lo que verdaderamente ha enamorado a la afición local va más allá de las estadísticas. Es su actitud dentro de la cancha, su humildad, caballerosidad y serenidad sorprendentes para su edad.
Cuando un compañero falla, no hay gestos de frustración, sino una palmada en la espalda y palabras de aliento. Cuando el árbitro pita en su contra, asiente con respeto. Raras veces protesta una decisión. “Ellos son los que mandan, los que saben. Lo de nosotros es jugar y tratar de hacer lo mejor posible para ganar los partidos”.
Saulo es el fiel reflejo de la humildad; es el primero en ayudar a levantar a un rival caído. Esa modestia y deportividad son el contrapunto perfecto a su talento desbordante.
Su liderazgo es silencioso y su madurez exorbitante para los 15 años de edad. Afirma su mamá, Suset Miriela García Borroto, que raras veces hay que regañarlo y que Saulo proviene de una familia de baloncesto, incluidos los dos hermanos varones, mayores que él y, como es lógico, su padre, la guía eterna.
“Saulo es muy parecido a su padre. Lo define como niño de casa, no es salidor, es más bien temperamental”, afirma Suset, quien reveló que el primer deporte que practicó su hijo menor fue la natación. Eso le dio mucha capacidad de trabajo.
“Cuando fallece su papá, cuenta la madre, dijo no iba a nadar jamás. Quería honrar la muerte de su padre con jugar baloncesto y tratar de hacerlo bien. A eso y al estudio decidió dedicar todos los esfuerzos de su vida”.
Y los resultados no han podido ser mejores: más destacados en juegos Convivios, en los escolares y el pasado año, aún siendo de la categoría escolar fue declarado mejor anotador del torneo e integró el quinteto ideal.
Afirma que su aspiración es transitar por las diferentes categorías y llegar “al equipo grande”, un compromiso silencioso que tiene con su padre.
La hazaña de Saulo no es un sprint, sino una prueba de fondo, un auténtico doble pentatlón donde las barreras a saltar son tanto académicas como deportivas. También acaba de ser el mejor graduado del noveno grado de la Escuela de Iniciación Deportiva avileña Marina Samuel Noble, donde el entrenamiento es exigencia pura y el rendimiento escolar también. Alcanzar la excelencia en ambos frentes requiere una disciplina de acero y una pasión sin límites.
Saulo escribe en cada dribling magistral y cada canasta certera, las primeras líneas de una promesa que promete iluminar el futuro del baloncesto avileño y cubano, porque El Rayo de Ciego de Ávila ya no es un secreto; es una promesa.