Con cualidades para ambas posiciones, hay que darle tiempo al muchacho para ver cuál desarrolla más
Cortesía de Jasiel Gayón Desde luego que en una de las áreas de juego había que situarlo para anunciar el equipo de Los Tigres a la 62 Serie Nacional de Béisbol, pero estoy convencido que la decisión de colocarlo en el área de pitcheo no es definitiva, ni mucho menos.
Porque Roibelis Liranza, un atleta juvenil que ahora mismo juega en el Campeonato Nacional de su categoría, tiene las “herramientas” necesarias para imponerse en cualquier posición de campo.
Un bateador que bateó todo lo que quiso en la lid provincial, que incluyó el mérito de ser líder jonronero, y de una velocidad fuera de lo común en el recorrido de las almohadillas, tiene que ser valorado con profundidad para definir su futuro deportivo.
Es verdad que pese a sus 18 años ya el muchacho ronda las 90 millas de velocidad y que con el tiempo pudiera ser un excelente lanzador, pero también lo es que, con ese brazo, velocidad de desplazamiento y poder en sus muñecas, no sería extraño verlo convertido en un jardinero extraclase.
Casos similares se han dado en otros tiempos en la pelota cubana, desde el camagüeyano Miguel Caldés, el avileño Vladimir García hasta el mismísimo Omar Linares. Todos, en su tránsito por la lid juvenil, tiraban por encima de 90 millas.
Pero también mostraban unas posibilidades ofensivas que hacían soñar a entrenadores. Fue el tiempo, el bregar en esos años iniciales, lo que hizo que todos encaminaran sus pasos hacia lo más conveniente. Y acertaron técnicos y atletas.
Es por ello que los mentores de las categorías inferiores han utilizado a Liranza como serpentinero y guardabosque, y los resultados han sido positivos, tanto para la formación del atleta como para los equipos.
Definir desde ahora una u otra función en el juego de pelota es un juego adivinatorio. Estoy seguro de que los técnicos de la Comisión Provincial de Béisbol, sopesan en cuál de ellas estaría el muchacho más realizado como atleta. Que el tiempo diga.