Manuel Álvarez Lorente: Un “Camión” lleno de experiencias

Antes de iniciar el diálogo, el periodista realizó una sencilla encuesta con 15 conocedores del béisbol de la provincia. Buscó respuesta a una sola pregunta: ¿Qué lanzador avileño, de los que ha actuado en Series Nacionales, reunía más condiciones naturales? El 95 por ciento de las respuestas coincidieron en que era nuestro entrevistado

Manuel Álvarez Lorente, evoca, más de 50 años después, aquella tarde en el estadio José Ramón Cepero en que un tiro a primera desde “el hueco”, en el campo corto —¡desviado y bien alto!—, fue el detonante que abrió las puertas a su carrera deportiva como lanzador de béisbol. ¡Adiós a los sueños de ser un buen jugador de cuadro o un jardinero con potente brazo!

“Armando Arnaiz, a quien incontables peloteros avileños tienen mucho que agradecerle, me dijo un domingo, en el parque José Martí, que vendrían entrenadores de Camagüey a realizar pruebas de captación para la EIDE de allá. Una de esas pruebas era valorar la potencia de los brazos, y el entrenador agramontino Daniel Parra se fijó que ese ‘desastre’ de tiro llevaba potencia y no tardó en decirme que me olvidara del cuadro y los jardines. Y de verdad que me olvidé”.

• Ejercía un gran dominio sobre los equipos de la antigua provincia Las Villas

Lo cierto es que a partir de ese día comenzó a dar qué hablar —para bien y para mal— el serpentinero avileño de más condiciones que ha visto este redactor en un montículo; poseedor de una recta que rondaba las 94 millas, y unos movimientos al lanzar elegantes, que impresionaban aún más por su estatura de un metro y 80 centímetros.

Pero esta conversación con Camión, que así aún se le conoce en el mundillo beisbolero, tuvo sus ribetes de “a camisa quitada”. En el inicio, por ejemplo, le espeté:

—Tus detractores dicen que te faltó coraje en el box…

—Es que, para la mayoría de la afición, ganar o tirar strike es valentía, y perder o dar boletos es cobardía. Otras veces he escuchado cosas como esas, pero siempre supe que desde las gradas recibiría tanto aplausos como rechiflas. Y, en cierto sentido, comprendo a los que no me perdonan que, desde mi debut en 1973 a mi retiro en 1986, sólo alcanzara 68 éxitos frente a 100 derrotas. ¡Yo también hubiese querido un mejor balance!

—¿Tienes una explicación?

—A estas alturas ya no estoy para dar explicaciones; además, tú eres el periodista. Cuando terminemos de conversar, busca las estadísticas y quizás logres encontrar las causas. Yo también tengo la sensación de que pude llegar a más de cien victorias, pero te digo algo para que quede claro: cuando colgué el guante, lo hice satisfecho con mi labor. ¿Que pude hacerlo mejor? Pues sí, mis números pudieron ser mejores. Eso sí, te juro que estoy contento de mi vida deportiva.

—Por ahí andan mil historias de la facilidad con que te bateaba Luis Giraldo Casanova…

—También Pedro Medina y Juan Padilla me conectaban como querían. Puedo contarte, por ejemplo, que al Señor Pelotero, un día le dije que tenía un lanzamiento preparado para emplearlo por primera vez frente a él. Y se me ocurrió tirárselo de verdad. Creo que ese batazo aún no ha caído.

“Pero, ¿sabes?, recordar esas cosas, a mí, lejos de apenarme, me reconfortan. Es parte del historial de uno en el paso por nuestras series nacionales; lo que sí me mortifica es que pocas, pero pocas veces, se hable, por ejemplo, de la facilidad con que dominaba a Antonio Muñoz, a pesar que el propio Gigante del Escambray lo ha dicho más de una vez. Ni tampoco del dominio que ejercía sobre los equipos de la antigua provincia Las Villas, que eran de los más ofensivos de aquella época; pero, ya te digo, es algo difícil caerle bien a todo el mundo…”

—¿Será por esa “manía olvidadiza” de algunos que no lograste hacer el grado en el principal equipo Cuba?

—Hoy, desde mi posición de entrenador, tengo una mirada más amplia del asunto. Un equipo se hace para cumplir con las posibles necesidades competitivas, sobre todo si se trata de series bien cortas. Pero todavía hoy considero que debí estar en la selección, al menos en las temporadas de 1985 y 1986, en que quedé líder en Promedio de Carreras Limpias; aunque también reconozco que fueron tiempos de un nivel elevado del pitcheo cubano. Había que lidiar por un puesto con hombres como Braudilio Vinent, Omar Carrero, Jorge Luis Valdés, José Luis Alemán, Rogelio García, Julio Romero, entre otros. Era un honor poder discutir una plaza con ellos.

—¿Por qué ha descendido tanto el pitcheo cubano?

—Hazte esta pregunta: ¿desaparecieron los lanzadores rápidos de la noche a la mañana en Cuba? En cualquier campo o ciudad de esta isla hay muchachos con tremendas condiciones, a lo que se agrega que también existen numerosos entrenadores que conocen su oficio. Lo que sucede es que falta prestarles más importancia a las captaciones de tiradores con velocidad y con características ideales para esta posición. No niego que han existido pitchers con baja estatura, pero sí hay una verdad científica que se impone: un lanzador con más de seis pies, en el momento de lanzar, su paso es más largo, y por tanto la distancia es más corta entre el box y el home. Desde luego, entre más alto, la palanca es superior y mayor debe ser la velocidad.

—Pero hay quienes culpan a los entrenadores en la base…

—Porque es la forma más sencilla de buscar a un culpable. Es una mentira mayúscula decir que los entrenadores de ahora son técnicamente menos preparados que los de antes. Estoy convencido que eso se acepta, por una gran mayoría de aficionados, e incluso entendidos en la materia, porque los resultados competitivos de Cuba ahora son inferiores a los de las últimas décadas del anterior siglo. Lo que sí es cierto es que antes se jugaba más y por tanto existía muchas más posibilidades de que surgieran talentos. Pero es injusto culpar a los entrenadores de los resultados del béisbol actual.

—¿Y cómo te ha ido como preparador de pitcheo?

—Lo esencial es que me entrego a esta tarea tanto como cuando lanzaba. Desde que me retiré, supe que lo mío era estudiar y aplicar todo lo que aprendí en el box. A los muchachos que preparo les digo que el mejor entrenador de pitcheo es el bate. Aprendí mucho con los batazos que me dieron y saqué muchas conclusiones también cuando ponchaba, en situación delicada, a bateadores como Pedro José Rodríguez o Víctor Mesa. Por eso le dedico mucho tiempo a enseñar a pensar cada lanzamiento.

“Guardo como una reliquia aquel primer título de Los Tigres en el 2011 que conseguimos ante Industriales. También fui preparador de los equipos Indios del Boer y Granada, ambos de Nicaragua, que se proclamaron campeones en su país. Pero disfruto más cuando veo los avances de un novato tras mis consejos. A ellos no me canso de recordarles que lanzar es un arte, pero, como los artistas, hay que ensayar, ensayar y volver a ensayar.

—Te invito a que pienses una frase para responder a los aficionados, tanto a quienes te critican como a los que te elogian, para concluir esta entrevista (Manuel estuvo cerca de cinco minutos en silencio antes de responder).

—Fui y soy un enamorado del béisbol. Esto es un juego: se gana o se pierde, pero me considero un ganador. ¡Lo disfruté!

Nota final

Tras el reto que me impuso Camión de que buscara en los números y la historia el porqué de su pobre balance de ganados y perdidos en Series Nacionales, indagué en las estadísticas.

Supe, por ejemplo, de al menos 10 lanzadores que aparecen en el listado de quienes suman 100 o más victorias, pero que muestran un Promedio de Carreras Limpias algo distante del que registró el avileño (2,84), y aquí puedo citar a Rafael Castillo (2,94), Ángel Leocadio Díaz (3,24), Lázaro de La Torre (3,30), Rolando Arrojo (3,50), Félix Núñez (3,51), Yovani Aragón (3,50), Oscar Gil (4,20), Osvaldo Duvergel (4,29) y Misael López (4,50).

Pero, además, los bateadores contrarios sólo le promediaron 234 y tuvo un promedio de seis ponches por cada juego completo, a lo que agrego algo que es, a mi juicio, un buen medidor para saber de la labor de un serpentinero: su WHIP, que refleja el número de bateadores que se le embasan por entradas, fue de sólo 1,26.

Entonces… ¿por qué tan pobre balance de ganados y perdidos? Buscar una respuesta absoluta es bien difícil, pero, en la época en que trabajó con los equipos de Ciego de Ávila, la ofensiva era la principal debilidad de los avileños.

Un dato adicional: en dos ocasiones resultó líder en PCL y en ambas oportunidades perdió más de los que ganó. Pueden existir otras causas. El periodista reta también a los lectores a que opinen al respecto.