Uno de los tres cubanos exaltados al Salón de la Fama del Softbol Mundial responde interrogantes de Invasor acerca de aspectos significativos de su exitosa labor como atleta y entrenador
Han transcurrido casi cuatro décadas de aquel mal momento, pero Jesús Echarte Leiva no deja de reconocer que esa tarde de abril de 1982 marcó el rumbo de su existencia.
“Es que desde pequeño mi ilusión fue vestir el uniforme de Ciego de Ávila en una Serie Nacional de Béisbol y cuando pensé que había reunido méritos suficientes para hacer realidad el sueño, me dicen, sin más ni más, que no formaba parte del equipo. Ha sido uno de los días más amargos de mi vida.
“Yo había bateado para promedio de 338 en el campeonato provincial de ese año y luego, en los topes de preparación, me superé más al hacerlo para 435. Es decir, mis números no le daban opción al entonces principal preparador del equipo, Idalberto Herrera, ni al manager José Migue Pineda”.
— Cuando aquello se hablaba de una tremenda injusticia…
— Para mí, en aquellos momentos, sí, pero luego, las experiencias como atleta y ahora como entrenador me han llevado a comprender detalles que deben tenerse en cuenta a la hora de formar un equipo.
“Hubiera tenido pocas posibilidades de jugar regular en la novena avileña, si tenemos en cuenta que por esa época tenía en primera base a un bateador de la talla de Roberto Pérez, quien ya había demostrado sus posibilidades ofensivas en otras campañas. ¿Para qué serviría yo? Pues para salir a tocar bola o a correr en los finales del juego. Mi vida deportiva hubiese estado condenada al silencio desde aquel momento”.
— ¿Puedo dar por entendido que “agradeces” a los que te cerraron las puertas del béisbol?
— Mira, ellos, en su momento, hicieron lo que pensaron que era lo más correcto y, por suerte, yo también; a partir de ahí hice lo que se debe hacer cuando las situaciones adversas comienzan a "cercarte". No me rendí. Los entrenadores José Luis Valdés y Wenceslao Moya vieron que era un buen chocador de bola en el béisbol y me invitaron a integrar el equipo de softbol de aquel año al campeonato nacional. En 50 turnos oficiales al bate disparé 25 hits, lo que me llevó a la preselección cubana para los Panamericanos de Caracas 1983, a los que no pude asistir por una fractura en un tobillo, pero a partir de aquello este deporte fue mi vida.
Y bien que lo fue, pues Chuchi —así se le conoce en el ámbito deportivo—, como miembro del equipo Cuba, mereció un cuarto lugar en un campeonato mundial; tres medallas de oro y una de plata en Juegos Centroamericanos y del Caribe y cuatro de bronce en Panamericanos, entre otros lauros.
— Dicen que en eso de cuidarte como deportista fuiste un ejemplo… ¿Algún secreto especial?
— Muchos consideran que yo estuve 21 años en el equipo Cuba porque tuve la suerte de no ser adicto al cigarro ni a la bebida. No niego que eso tiene mucho que ver, pero en verdad yo le prestaba mucha atención a mi estado físico. Siempre me autoestimulaba con el ejemplo de que los choferes no dejan de cuidar su carro.
— Cuéntame de tu experiencia como entrenador en Perú…
— Estuve desde 2017 hasta el 2020, trabajé en varias categorías, primero en el femenino y luego me llamaron para que me hiciera cargo del equipo de mayores masculino, a fin de que lo preparara con vistas a los Juegos Panamericanos de 2019, del que Perú fue sede. El techo del softbol peruano es uno de los más bajos de la región, pero debo reconocer que los muchachos alcanzaron un nivel que ni yo mismo lo pensé. En lo anterior influyó que tuvimos una base de entrenamiento aquí en Ciego de Ávila y en República Dominicana. Fue una experiencia linda y, si bien pude enseñarles muchos detalles técnicos, yo también aprendí bastante en esos cuatro años.
— Ahora que eres uno de los entrenadores del equipo Cuba que asistirá al torneo Panamericano del próximo año en Argentina, ¿cuál es la diferencia entre este y el de tu época?
— No me gusta caer en la tentación de comparar épocas. Nosotros hicimos lo nuestro en aquel tiempo y ellos hacen lo suyo en este, por eso prefiero hablar del actual conjunto, pues los muchachos entrenan con muchos deseos. Ellos ahora mismo ostentan el décimo lugar del mundo y esa ubicación la tienen poquísimos equipos de Cuba de cualquier disciplina. Y te digo, en ese último Mundial pudieron, incluso, obtener un puesto mejor porque cayeron en varios juegos bien cerrados.
El avileño, uno de los tres cubanos exaltados al Salón de la Fama del Softbol Mundial —los dos restantes son la receptora Luisa Medina y el federativo Miguel Acosta—, comentó, además, que el actual director de la escuadra cubana, Leonardo Cárdenas, fue el mejor torpedero que vio dentro de un terreno de juego, y confesó que a veces sueña que está en la caja de bateo, “que este es un deporte que cuando te engrapa lo hace para siempre”.
• Invasor le sugiere una entrevista a Cárdenas, director del equipo nacional masculino.
Para cerrar el diálogo, le formulé una pregunta a Chuchi que el respondió, primero, con una sonrisa… y después con silencio. Se las dejo por tanto a los lectores, por si quieren responderla como si ustedes fueran uno de los atletas de todos los tiempos de más lauros de esta provincia.
— ¿De haber integrado aquel equipo Ciego de Ávila de béisbol, hubieras sido tan buen bateador?