Isaac Martínez Dorta: Un caballero del béisbol

Los obstáculos que tuvo que afrontar este pelotero se convirtieron en peldaños para cumplir sus sueños. De cómo no hizo quedar mal “al aficionado” que le facilitó ir a los Juegos Panamericanos de Winnipeg '99, en Canadá

Julio Guzmán, quien por aquella época era lanzador con experiencia en la Primera Categoría, nunca olvidará el juego dominical entre comunidades vecinas del municipio de Baraguá, en que aquel muchachito, que no rebasaba los 10 años de edad, le conectó jit de línea al jardín central. Lejos estaba de saber que el “bochorno” se convertiría en honor con el paso del tiempo.

“Fue en la localidad de Las 20, donde nací y me crié. Faltaba un pelotero para completar los dos equipos y me eligieron a mí para “llenar el hueco”. Lo cierto es que allí estaba el profesor de Educación Física de mi escuela y me dijo que al otro día llevara el carnet para inscribirme en el equipo del municipio para el torneo provincial 11-12 años”, rememora Isaac Martínez Dorta.

Y aquel muchachito, algo débil y bajo de estatura, inició entonces una carrera deportiva que lo llevó a convertirse en uno de los mejores bateadores avileños de todos los tiempos, con 316 de average. Entre sus jits, 303 dobletes, 24 triples y 132 jonrones, a lo que se agrega que anotó 800 carreras e impulsó 842, todo esto en 5 397 comparecencias oficiales a la ofensiva.

—Conozco que afrontaste problemas con algunos técnicos por tu constitución física…
—En los escolares y juveniles no fue así. Logré integrar todos los equipos de la provincia desde los 12 años hasta que concluí en el juvenil. Yo rendía en los torneos provinciales y los entrenadores no lo pensaban dos veces para llamarme a los equipos. Ya en la primera categoría fue otra cosa.

“En lo que pudo ser mi primer año, me quedé solo en los deseos, pues, aunque por los números del campeonato provincial y de los entrenamientos creí haberme ganado el puesto, me dijeron que era ‘muy debilito de físico’. Y eso fue, a mi juicio, lo que determinó que a partir de ese momento yo tomara con mucha más seriedad mi ambición de ser un buen pelotero. Me dediqué durante meses a fortalecerme y ya en el próximo campeonato provincial pegué 10 jonrones y en la Liga de Desarrollo promedié más de 300.

—Fue algo curioso tu debut en Series Nacionales…

—Yo estaba en el segundo equipo, que jugaba por aquel tiempo en el horario de la mañana. Disfrutaba en las gradas del estadio José Ramón Cepero el partido ante Isla de la Juventud. En los finales del juego vino el delegado del equipo, Severo Carrazana, y me dijo al oído: “Dice Mario Salas que si tienes valor de salir a batear de emergente”. Y no demoré cinco minutos en vestirme de pelotero y estar en la caja de bateo. Recuerdo que el lanzador era Carlos Yánez y que le conecté rolata a primera que facilitó que el corredor de segunda avanzara y posteriormente anotara la del empate.

—Es de suponer que eso te abrió las puertas en la alineación oficial...

—Me insertaron en el listado, pero apenas jugué en esa temporada. En el siguiente año, con la dirección de Darío Cid, tuve una oportunidad que aproveché, pues en una parte de la justa fueron llamados Danny Miranda, Yorelvis Charles y Franklin López a un entrenamiento del equipo Cuba juvenil, para un tope internacional. Pude entonces jugar todos los días, nunca más fui al banco.

—Jamás lo has afirmado, y sospecho que ahora tampoco habrá la respuesta que los lectores esperan, pero yo insisto con la pregunta: ¿eras mal visto por los entrenadores en la época que te tocó jugar?

—Eso es algo que conozco se ha comentado en las peñas, pero si yo pensara así estaría siendo ingrato con quienes desde muy pequeño me enseñaron a jugar béisbol. Además, nadie quiere tener un buen equipo y al mismo tiempo dejar fuera a un pelotero que pueda hacerlo mejor. Equivocarse en la elección es una cosa y dejar fuera por caer mal es otra.

—Pero la equivocación fue entonces mayúscula cuando intentaron dejarte fuera de la selección nacional que asistiría a los Juegos Panamericanos de Winnipeg, Canadá, en 1999. Habías bateado “un mundo” en la temporada, y luego, en el concentrado de la preselección, lo hiciste para promedio de 667. Había que llevarte de “todas, todas”…

—Ya te dije, la equivocación en estos casos también existe, y también pienso que debí estar desde el primer momento, pues por ese tiempo no se me podía lanzar. Fue un tremendo momento deportivo. Y mira tú, fue un gran aficionado al béisbol quien evitó que se hiciera una injusticia.

—Es conocida la historia, pero los lectores agradecerían que la rememoraras…

—Nuestro Comandante en Jefe, cada vez que podía, se daba una vuelta por el estadio Latinoamericano y, como te dije, yo estaba que era un gran problema sacarme out. Cuando hacen el equipo, no aparecí entre los 25. Le entregaron el listado a Fidel y él preguntó por qué no estaba “el muchachito de los pantalones anchos”.
Le explicaron que iban a enfrentar un torneo muy fuerte y que yo estaba aún muy joven y preferían llevarme a una justa menos fuerte. Él les ripostó que hicieran lo que entendieran, pero que no olvidaran que la Revolución era sinónimo de justicia y que el béisbol no debía divorciarse de eso. Pero en verdad no era fácil dejar fuera a cualquiera de los restantes cuatro jardineros: Roberquis Videaux, Luis Ulacia, Javier Méndez y Daniel Lazo. Al final, como aparecían tres segundas bases, se optó por dejar fuera a Oscar Macías.

—Tuviste un doble honor: ir a los Juegos Panamericanos y el apoyo de Fidel…

—Sí, pero también una presión enorme. No podía quedar mal ni con los aficionados ni con el Comandante. Para vencer ese detalle sicológico, recuerdo que me dije: “Tú viniste a batear, y si lo hiciste bien ante los mejores lanzadores cubanos en La Habana, ahora no te costará trabajo hacerlo aquí”, no obstante, me ponché la primera vez que salí de emergente en el choque ante México.

“El mundo parecía caérseme encima, pero Alfonso Urquiola, un mánager al que respeto y admiro porque sabe de pelota, y porque es un hombre a carta cabal, me dijo en ese momento que fuera a jugar al jardín derecho y no me preocupara pues tendría más oportunidades. Y en el próximo turno di jit.

“Al otro día el rival presentó otro zurdo. Volví a salir de emergente en el quinto episodio y entonces disparé un doble y luego un jit en los únicos turnos que fui al plato. En la siguiente fecha, frente a Estados Unidos, di tres jits, entre ellos un jonrón, y luego sí ya fui regular.

• Disfruta del jonrón de Isaac Martínez a Estados Unidos en los Juegos Panamericanos de Winnipeg’99, en Canadá https://www.youtube.com/watch?v=_IjAK_ZQS1E

—Ya que te referiste a la utilización de bateadores zurdos solo ante derechos. ¿Qué opinión tienes de esa “sutileza” táctica?

—Te puedo hablar algo del asunto, porque lo sufrí en los primeros años, cuando no jugaba si el tirador era zurdo. Si esa decisión hubiese persistido, no me hubiera acostumbrado a batearle a ese tipo de serpentineros. Y mira eso, con el tiempo me convertí en un bateador de promedio ante ellos. Es que si no los ves con frecuencia, no puedes batearles con facilidad. Siempre he dicho que, a la defensa, no saco del box a mi buen pitcher por traer a un zurdo sin resultados. Y lo mismo digo si estoy a la ofensiva.

—¿Algún recuerdo especial de aquel play off de Los Tigres ante Industriales que le dio el primer título a la afición avileña?

—Podría hablar durante horas de todo lo que sentí en esos días, pero brevemente te contaré de dos anécdotas. Aquella misma noche, durante los festejos, un señor ya mayor, en medio de la algarabía me dijo: “Ustedes mismos no saben la hazaña que han hecho. Cuando pase el tiempo se darán cuenta de eso”. Y cada nuevo año me acuerdo de aquella frase.

“La otra fue con Lázaro Vargas, con quien mantengo una gran amistad. En la inauguración de esa Serie, allá en el Latinoamericano, le dije cuando nos vimos: ‘Esta serie la discutirán Leones y Tigres’. Y él me respondió: ‘Ojalá, sería una gran fiesta’. Cuando los dejamos en el terreno, en aquel memorable sexto juego en el Cepero, él fue el primero en venir a felicitarme para decirme: ‘¡Oye, estabas claro, se dio como me lo dijiste!’”.

—Dicen que en el momento en que te retiraste, aún estabas en condiciones de aportar al equipo…

—Desde el punto de vista físico estaba bien, pero ya notaba que en la caja de bateo no era lo mismo. Los lanzadores y entrenadores rivales se habían percatado que yo conectaba bien los envíos adentro por tener las extremidades cortas, pero en la decisión fue determinante que desde mucho antes dije que quería retirarme sin dejar la imagen de un atleta “acabado”. Lo cierto era que ya tenía 40 años de edad y había muchachos que estaban ansiosos por una oportunidad.

En el transcurso del diálogo traté de que Isaac me dijera si se sentía o no reconocido después de tantos años dándole alegrías a la afición local, pero una y otra vez insistió en que el cariño de su gente en las calles es la mayor recompensa por lo que hizo. Me resultó fácil encontrar el título de la entrevista.