Yorbis Borroto sufrió una lesión que creyó lo alejaría definitivamente de los terrenos de béisbol, pero se recuperó, volvió, se retiró con una temporada más y ahora piensa qué director sería
Juega en tercera base, a más o menos 15 bates, uno a continuación de otro, de ese pedazo —su pedazo— de arcilla que conoce cual si fuera alfarero.
No está en el campo corto. No está por temor. Y que sienta temor es una rareza que puede ser mal vista entre quienes hacen volar pelotas hasta 400 pies con un madero y la fuerza de sus muñecas. Por eso dice con guapería, de boca para afuera: “si esto se pone malo voy sin miedo de vuelta al short stop”. Que sienta temor, pero esté, solo con que esté en tercera, es una señal de que le sobra coraje y otras "C" también.
Hace más de un año, el sábado 23 de abril de 2022, bajo el sol de las dos o tres y pico de la tarde, estaba jugándose el principio de la quinta entrada de un choque sin tanta significación. Con dos outs, el noveno madero holguinero Laindel Leyva le conectó a Yander Guevara un batazo bien colocado entre el jardín central y el derecho, que después de picar atrapó Abdel Civil. El bólido dobló por la inicial, en lo que parecía una jugada arriesgada por desempatar el marcador que la pizarra del estadio José Ramón Cepero reflejaba 1-1. Civil tiró directo a segunda. Yorbis fue en busca de la pelota y el out cuando Leyva se lanzó de cabeza por llegar quieto a la base. El hombro de Leyva impactó con la pierna izquierda de Borroto, que sintió quebrarse sus huesos, su contrato con las Panteras de Kitchener —equipo de la Intercounty Baseball League canadiense— y su carrera deportiva, al tiempo que salía en camilla del estadio.
El ortopédico Osvaldo García diagnosticó una lesión de la sindesmosis: la unión de la tibia y el peroné, se partió tras torcerse el tobillo; además de una fractura proximal del peroné, sin mayores consecuencias.
“Yo me miraba ahí y decía ‘bueno…’”; “bueno, así no quería terminar” o “bueno, así terminé”, podría concluir Yorbis la frase, mas no lo hace, quizás con un atisbo de confianza en la íntima confesión del doctor: “Voy a hacer el mejor trabajo que pueda”.
Asegura que luego escuchó hablar de que “iba a utilizar elementos novedosos”. De cualquier modo, lo que fuera no le acobardaba, porque el galeno le hablaba con seguridad; sin embargo, el resto de los especialistas presentes en la conferencia previa a la cirugía por el método de artroscopia tenía sus reservas: “no será una recuperación a corto plazo, será imposible…”.
“Había que verlo para creerlo”, cuenta Yorbis, quien tampoco lo creería si no lo hubiera vivido. En menos de tres meses, de pie, estaba en el parque José Martí, donde recibieron a los Tigres tras vencer a los Huracanes en cuartos de final de la 61 Serie Nacional de Béisbol. Poco después era capaz de bajar las escaleras de su edificio y de trotar en los entrenamientos con el profesor Pedro Gayón.
“Yo hice una rehabilitación fuerte porque no me quería despedir lesionado; pero volví en agradecimiento a todos los médicos y demás personal de Salud que me atendieron durante la lesión. Volví por mi familia, que tanto sufrió, y que me decía ‘dale, que tú sí puedes’. Y por los 800 solicitudes de amistad que recibí en Facebook y la cantidad de mensajes de apoyo”, es la versión en palabras del reconocimiento que les hizo.
La preparación física para una temporada beisbolera de alto rendimiento no fue la idónea de ninguna manera, porque no podía realizar ejercicios con cargas pesadas. Promedió con el madero, en la etapa regular, apenas 266 (VB: 203, H: 54, 2B: 8, HR: 1), aunque su sabiduría, más por viejo de 21 series y 38 años, le elevó el promedio de embasado a 406 y le mantuvo en el segundo turno de la tanda.
Yorbis no era tremendamente bueno a la ofensiva. Ningún término grandilocuente lo califica. Pero siempre, o casi siempre, hizo lo correcto. O lo que hacía falta. O lo que decidía. Y tuvo momentos de inmensidad. Con Cuba a dos outs de caer 3-6 versus Puerto Rico por la medalla de bronce en los Juegos Panamericanos de Toronto 2015, pegó cuadrangular por la banda derecha y empató el partido; y que mientras saludaba a sus coequiperos por el estacazo, el también avileño José Adolis García dejaba al campo al rival con otro jonrón. Tres años antes Yorbis, al ver que la conexión de Ricardo Bordón no la alcanzaría Yoandry Urgellés en el jardín derecho, aceleró desde la intermedia hasta el plato en lo que sería el primer título de Ciego de Ávila, el primero de tres en clásicos nacionales.
A la defensa no era el torpedero más espectacular ni salía a diario con la camisa del color del terreno. Era mejor que eso. Era, a pesar de las más de 200 pifias en más de 13 000 entradas, una garantía de que el doble play con Mario Vega era seguro, si se daban las condiciones mínimas, y que por sí ningún juego iba a perderse.
Por tanta maestría guante en mano, los dioses del béisbol lo bendijeron con un triple play, una jugada entre un millón, en el final de su carrera, incluso, fuera de base, porque Yorbis jugó la tercera para que existieran menos probabilidades de un segundo encontronazo violento con un corredor. “Pensé a futuro, porque si me volvía a joder, no era solo perder la carrera, sino vivir con un bastón. Y mi proyecto de vida sigue. Yo quiero recoger los regueros de mis niños. La etapa de pelotero fue larga, pero ahora empieza otra…”.
Los puntos suspensivos aguantarían mucho si el horizonte de su apartamento no fuera ese estadio al que no se atreve a sostenerle la mirada… Si Yorbis no hubiera sido longevo capitán de los Tigres, o no hubiera participado en las reuniones con el cuerpo de dirección, o no hubiera hecho las de estratega en incontables ocasiones, los puntos suspensivos aguantarían mucho.
“Yo he tenido muchas responsabilidades. No hace falta entrenar categorías inferiores. A Roger Machado no lo vi. Creo que con un buen equipo de profesionales al lado y la confianza de los jugadores en tus jugadas se logran los resultados. Conocí a varias generaciones de atletas. Iban a mi habitación, se llenaba, a plantearme sus problemas dentro y fuera del terreno. Soy partidario de que como director primero tienes que ser un padre. Tienes que entenderlos. Y respetarlos. No puedes decirle a uno, por ejemplo, ‘dale, tú’, sin saber que le duele el pie o que tiene una situación compleja en casa.
“Muchos atletas y entrenadores me han estado preguntando que si pienso dirigir el equipo. Puede ser que sí, como puede ser que no, porque uno cuando se retira es para descansar un poco del béisbol, ¿verdad?”.
—¿Lanzador más difícil? —Yadier Pedroso lanzaba un tenedor terrible y luego una recta de 95 millas. Le di un solo cuadrangular, con aluminio, de juvenil. Los hits después eran siempre “descolgado”. Me le metía siempre en conteo y me decía “tírale a la pelota…” Era muy complicado. “Jonder Martínez tenía sinker, tenedor, cambio, slider rápida, recta por los tres ángulos. Tenía tremendo repertorio. Muy complicado también”. —¿Quién fue el mánager más influyente en tu carrera? —De Pinar del Río, Jorge Fuentes. Yo tenía 20 años cuando en los entrenamientos para un Premundial me dijo: “niñito, mañana empezamos a jugar entre nosotros. Usted es un niño. Le queda mucho camino”. Pensé que me estaba cortando, eliminando del equipo. “Prepárate para batear por detrás del corredor y hacer bien todo en el terreno. Me gusta como juegas”. Y fuimos y quedamos campeones en Colombia, aunque no jugué titular. Era un caballero. Si le pasabas por el lado te saludaba. Te preguntaba por la familia. Me sentía cómodo. Era educativo, conocedor… —¿Cuál fue el momento más glorioso de tu trayectoria deportiva? —Aquel jonrón que empató el juego por la medalla de bronce en los Panamericanos de Toronto 2015. Mi niña estaba casi al nacer… —¿Quién fue el pelotero avileño más talentoso de tu generación? —Es otra pregunta comprometedora. Fueron muchos los buenos. Siempre admiré la calidad de Isaac Martínez; pero Yoelvis Fis dio más de 200 jonrones; Mayito Vega era muy habilidoso y en la defensa pa qué decir; Dany Miranda demostró mucho en el poco tiempo que jugó; Yorelvis Charles era integral… —¿Quién ha sido el mejor torpedero de las series nacionales? —No soy capaz de responder esa pregunta. No me puedo meter en líos. Diré que Eduardo Paret y Germán Mesa son dos de los más grandes. —¿Y entre los camareros? —Que haya jugado conmigo, Mayito Vega. Me decía que le tirara la pelota para donde fuera, que él resolvía. Y así logramos ser una gran combinación de doble play. —¿Qué le faltó a tu carrera? —Pude haber hecho más… No integré ningún equipo al Clásico Mundial, pero fui campeón mundial universitario. Participé en el Premier 12. Formé parte del equipo nacional por varios años. Estuve contratado en el extranjero. Fui campeón tres veces con los Tigres. Obtuve Guantes de Oro y otros títulos individuales. Por mis resultados, y estadísticas no me ubico ni en el uno ni en el dos, aunque sí entre los primeros cinco torpederos de las series nacionales. Estoy complacido con mi carrera. No me lamento por nada. |