Dos gladiadores nacidos en Cuba se vieron las caras en la gran final de la división máxima de la lucha grecorromana en los Juegos Olímpicos de París, pero uno de ellos pareció llegado de otra galaxia
Ricardo López Hevia Robeisy Corcho, que es su amigo avileño y lo conoce bien, por más de una vez haber cruzado agarres y recibido estrujones, fue el primero en decírmelo, hace más de dos años: “En la olimpiada de París, ese negro no creerá en el turco, el ruso, el iraní, o el que venga. El quinto oro no hay quien se lo quite”.
Y sustentaba la frase en que, si él y su equipo lo decidieron, se iban a lanzar a una batalla feroz, sin marcha atrás, como lo hizo el extraterrestre en la Arena de los Campos de Marte; como lo vi este lunes cinco y el martes seis; como lo he visto siempre. Así es como se llega a lo más alto del Olimpo y los seres humanos se convierten en leyendas.
Quiso la casualidad que en la pelea final se enfrentara a Yasmani Acosta, un mulato fornido, de sangre cubana y bandera chilena. ¡Vaya casualidad! Me hubiera gustado otra final, más que poner a lidiar a dos gladiadores que se conocen bien, que son cubanos, entrenaron juntos, que son grandes amigos, como hermanos.
“Va a ser una final muy bonita. Creo que va a ser algo espectacular entre dos cubanos. Yasmani me la negó en la otra olimpiada, cuando no llegó a la final, y ahora tiene la oportunidad de hacerlo bien y luchar los dos… nada una hermandad”, confesó Mijaín López a una pregunta en París.
“Mijaín es mi ídolo en el deporte, un gran rival, un amigo”, reconoce Acosta. “Estar en una final con él es algo muy fuerte, pero a la vez sé que lo voy a apreciar muchísimo”.
“Yo voy a luchar y voy a darlo todo, pero es un rival duro de vencer. Esa es la verdad”, dijo horas antes del, quizá, combate más esperado de la olimpiada y el más difícil en la vida deportiva de Acosta, marcada por los tropiezos iniciales y los éxitos, luego de que en 2017 recibiera el permiso para competir. “Uno va sufriendo en el camino pero adaptándose. Siempre con aquella añoranza…”.
La travesía no fue fácil para el cubano-chileno: “Trabajé de guardia de seguridad, pasé mucho frío, no me adaptaba a los modelos chilenos”, recordó.
Acosta no tuvo mucho que perder y sí demasiado que ganar: ¿Qué significaría vencer al casi invencible, al hombre que ganó casi todos sus 22 combates olímpicos? ¿O vencer a “un amigo, como hermano”, y privarle de un mérito único en la historia del deporte? Ello relega a un segundo lugar los millones de pesos chilenos que recibiría si se alzaba con el oro. Difícil contienda.
Llegó la final y me acordé de Corcho. En algún lugar está hoy para celebrar la victoria de su amigo. Ya les dije que si hubo un adelantado en los vaticinios fue él.
Imposible vencer a Mijaín. Ambos salieron con calma, como si prevaleciera un pacto, pero el colchón no entiende de sangre hermana y se convirtieron en dos miuras cautelosos, decididos a ganar la batalla y el reto que les impuso el deporte.
Cada uno embestía. Acosta tampoco hubiera querido ese contrincante, pero en la aspiración de llegar a ser campeón tenía que enfrentar a la leyenda. No podía ser otro. De eso estaba convencido.
Qué el cubano-chileno pudo hacer más por la victoria, tal vez. El extraterrestre siempre se lo impidió. Para Yasmani, para sus adentros, para cualquier ser humano, no es cosa fácil.
¿Sería capaz de interponérsele en el camino hacia el Olimpo? ¿Tanto se habían ayudado para pagarle de la manera que nadie imaginaba? Son preguntas que no se hacen, porque hay respuestas que no se dan.
Tomada de Cubadebate
Mijaín vino a este mundo por Herradura, un pueblito sin historia, hasta que el 20 de agosto de 1982, precisamente, nació la leyenda. Culpable fue el amor de Bartolo y Carmen; él, moreno de más de dos metros, bondadoso y apacible; ella, morena invencible, de decisiones tomar; ambos de buenos modales que enseñaron a sus hijos.
Cuentan que una vez, muy joven y sin haber levantado la vista al futuro, Mijaín llegó a la casa un poco decepcionado por el ritmo de los entrenamientos, por los “revolcones” que le daba El Rey, el también pinareño Héctor Milián; el ahora extraterrestre le dijo al viejo: “Allá —el Centro de entrenamiento Cerro Pelado— no regreso”.
Fue entonces cuando Bartolo, callado y de poco hablar, cogió un palo larguirucho y estirado, le encabó la guataca y le dijo: “Es tuya”. Solo una vez, comentan, fue al campo con el viejo, que era largo, lo que se dice largo en el trabajo. Al lunes siguiente recogió la ropa deportiva que le había lavado Carmen y regresó al centro de entrenamiento, hasta este seis de agosto, cuando se convirtió en un ser de otra galaxia, porque en deportes de combate, en el planeta tierra, no habita nadie como él.
Histórico en #Paris2024: Mijaín López es pentacampeón olímpico. Venció por la corona de los 130 kilos al también cubano Yasmani Acosta, que compite por Chile. Inmenso el abanderado de #Cuba, que peleó toda junto a él. #CubaInspira
Posted by JIT Deporte Cubano on Tuesday, August 6, 2024