Siempre que puedo, trato de disfrutar de los partidos de béisbol junto a personas que saben de nuestro pasatiempo nacional. De este deporte no me canso de aprender, pues cada vez que creo estar cerca de saberlo casi todo, lo que descubro es que casi no sé nada.
Me gustaría que hubiese podido disfrutar de la mayoría de mis asistencias a los estadios en compañía de personas como René y Joseíto Hernández, Óscar Yaqui Ortega, o los desaparecidos Ulises Jardines, Wenceslao Moya y Mario Salas. Entre otros. Todos ellos, sin tener intenciones didácticas, me enseñaron “a leer” los encuentros de béisbol.
Darío Cid Wong es uno de los que más he bebido en conocimientos beisboleros. Existen aficionados que califican a los conocedores del béisbol según su dominio de las estadísticas: que si fulano bateó tantos jonrones o cuantas veces se ponchó de por vida. Saber de béisbol va más allá de eso.
Pero les prometo que, más temprano que tarde, trataré ese tema en este propio espacio. Darío, por ejemplo, gusta de los números y las posibilidades, pero es más profundo para desentrañar las razones de un juego.
Días atrás, en un partido del torneo provincial que presenciamos juntos, un jugador a la defensa, cometió casi un error infantil al seleccionar, en el momento, a que almohadilla tirar, tras un lance que pudo decidir el choque.
Tras esa jugada, en el intercambio de criterios, a la vez de darme otra clase beisbolera, me mostró el peligro que ahora mismo corre el béisbol cubano. Intentaré resumir lo que entonces me dijo:
“De los deportes colectivos, a mi modo de ver, es el béisbol el más elegante y el más fácil de explicar por su atractivo y sencillez. En primer término porque se realiza en límites estrictos de dimensiones, distancias de aquí a allá, etcétera, etcétera.
“El montículo del lanzador tiene tantos centímetros de alto, el peso de la pelota, el bate, etcétera. Las reglas son inquebrantables, de hecho, con muy pocas excepciones, estas no han cambiado desde hace un centenar de años.
“Te digo más. Contrario a otras disciplinas, el béisbol no depende de la corpulencia de los jugadores. Debes hacer, lo que en cada momento te exige.
“Por todo esto hay que conocerlo a fondo y sobre todo jugarlo, porque es la única posibilidad de enfrentar las diversas situaciones que se presentan.
“Los mejores beisbolistas del mundo llegan al nivel superior con muchos, pero muchos partidos jugados, cuando solo tienen entre 22 y 24 años.
“Ese muchacho que acaba de cometer el error mental, tiene, te lo aseguro, muchos menos partidos que cualquier jugador de los que aspiran llegar a un buen nivel.
“Bien sabes que, desde hace unos tres años, en las categorías inferiores prácticamente en Cuba no se juega pelota. Desde hace tiempo no se jugaba lo suficiente, pero ahora, hasta la categoría sub 23 años, no tiene ya su campeonato nacional. Las consecuencias, más que ahora, se van a ver dentro de tres o cuatro años. Algo urgente habrá que hacer para que no descienda más el nivel de nuestra pelota”.
Y esta conferencia improvisada de Darío Cid Wong no pude evitar compartirla con mis lectores.