La Catedral San Eugenio de la Palma cumple este 20 de mayo 70 años de su edificación y desde las páginas de Invasor miramos, en retrospectiva y con luz larga, valores patrimoniales y culturales intrínsecos en este lapso.
Cuando en el año 2009 la revista Videncia recurría al criterio de experticia de 40 avileños, destacados en diferentes sectores de la sociedad, para discernir las 10 edificaciones más relevantes del patrimonio construido de la provincia, la catedral San Eugenio de la Palma cerró la lista y, de algún modo, su simbolismo y valores históricos pudieron interpretarse al unísono con los de la Trocha de Júcaro a Morón, el Teatro Principal o el batey del central Cunagua.
Este ejercicio concienzudo puso en blanco y negro la certeza de que esa edificación forma parte de un legado arquitectónico y cultural que en pleno siglo XXI, a 70 años de que abriera sus puertas como un templo de grandes dimensiones, todavía distingue y enaltece.
De cierto modo, su historia y evolución sirven, también, para contar las de esta ciudad y su gente, que se ha acostumbrado a la majestuosidad de un santo esculpido en piedra y vigilante desde las alturas, en pleno centro histórico, y al bullicio que la habita cuando la fe congrega y hace fiesta.
Los antecedentes de la historia eclesiástica de Ciego de Ávila se remontan a 1688 con la constitución del curato de monte San Eugenio de la Palma por el obispo Compostela, incluso antes de que existiera un núcleo poblacional.
Según consta en investigaciones archivadas en la Biblioteca Diocesana, a partir de esta fecha se registran capillas y ermitas muy rudimentarias y aisladas en nuestra geografía, hasta que el 1ro. de agosto de 1804 se levantó un templo de guano y madera en la esquina sureste del actual parque Martí.
Esta construcción se quemó y la suplantó otra de similares condiciones en el mismo lugar. Al tiempo, se tramitó la permuta de este terreno por uno ubicado al frente, donde el 15 de noviembre de 1890 se inaugura el primer templo de grandes dimensiones con que contara la ciudad.
Para 1913, con el desarrollo socioeconómico del territorio vinieron remodelaciones y se construyó una sacristía, un atrio y una torre, pero, como las expectativas fueron en aumento, en 1947 se demolió para crear otro inmueble de mayor amplitud. La nueva obra fue encargada al arquitecto Salvador Figueras y el 20 de mayo de 1951 abrió sus puertas tal cual la conocemos hoy.
Habría que decir que este lapso no estuvo exento de contratiempos. Los detalles los conoce el investigador José Gabriel Quintas, quien no solo ha estudiado con pasión estos hechos eclesiásticos, sino que ha conformado un corpus teórico de obligada visita para poner en contexto la historia.
“Mientras se construía, los oficios se trasladaron a la capilla del Hogar de Ancianos y la comunidad acometió una intensa actividad para recaudar fondos. Entre los ejemplos más ilustres estuvieron las presentaciones del famoso cantante y actor mexicano José Mojica y de la declamadora Carmina Benguría, quienes donaron el dinero ganado para acelerar las acciones. Además, el entonces presidente Carlos Prío Socarrás concedió un crédito significativo, justo cuando el proyecto parecía estancado”.
El templo presenta una planta rectangular, la fachada principal se enmarca en un estilo monumental moderno, con influencias del Art Decó, y un diseño simétrico, que recurre a líneas definidas, contornos nítidos, y a figuras geométricas elegantes y estilizadas.
La efigie de San Eugenio de la Palma tiene a ambos lados sendos vanos con monumentales espadas adornadas con motivos florales. La parte superior luce un rosetón y un frontón triangular con una cruz religiosa como punto culminante.
Precisamente por la singularidad del diseño arquitectónico y la preservación de sus valores, el inmueble fue nominado al Premio Nacional de Conservación y Restauración de Monumentos 2016, alzándose con una mención especial en la categoría de Conservación.
Fue en 1996 cuando se proclama la Diócesis de Ciego de Ávila por Bula Pontificia del Papa Juan Pablo II y el 30 abril de 2006 es consagrada la Catedral y su Altar, con la presencia de los obispos de Cuba.
Entre los valores socioculturales ensalzados por José Gabriel Quintas están el Archivo Parroquial, que data de 1804 y es el segundo más antiguo de la provincia; el cuadro de San Eugenio de la Palma, creado por Agustín Rodríguez en 1825, que figura como la obra de arte más antigua atesorada aquí; y el simbolismo de las donaciones hechas por fieles, quienes entregaron a la iglesia el Cristo que preside el altar y las imágenes del Via crucis.
“La estatua monumental de San Eugenio de la Palma no estuvo lista para la inauguración. Fue traída desde España y colocada en la fachada el 24 de febrero de 1957. En el interior del recinto hay otra imagen del santo hecha en Barcelona y a sus pies una reliquia de San Eugenio de Toledo, entregada a Monseñor Mario Mestril, hoy Obispo Emérito, por el arzobispo de esa región en un viaje que realizara a España”.
Al centro de cada ornamento con valor patrimonial y del entorno urbano embellecido por la propia edificación está implícita la religiosidad de un pueblo que, aun cuando encuentra múltiples expresiones, forma parte de la nacionalidad cubana.
Por eso, Monseñor Juan Gabriel Díaz Ruiz, Obispo de la Diócesis de Ciego de Ávila, considera que, además de su belleza y del sentido patrimonial que encierra, este templo es la expresión de la fe de un pueblo, que, en este caso, ayudó a construirlo.
Lo cierto es que este 20 de mayo hay motivos para el regocijo y la recordación. Los creyentes pueden ufanarse de un templo hermoso y bien conservado, sostén de fe y armonía, y el resto puede, igualmente, admirar la genialidad constructiva de un emblemático edificio que se resiste al olvido y late en pleno corazón de la ciudad.