Un taller de grabado en la ciudad

La promesa de un taller de grabado en Ciego de Ávila solventa inconformidades, salda viejas deudas y abre otras oportunidades para la creación. Ojalá que ahora sí fragüe

Héctor José Torres González ha sido tan testarudo como laborioso, sin que una cualidad anule a la otra. A sus 75 años, se aferra a la pujanza de las máquinas artesanales que le han permitido grabar sobre cartulina y metal los más diversos diseños y figuras; las mismas que construyó en su mente, primero, y en el torno junto al mecánico, después. Entonces corría la década del 80 del pasado siglo.

Ahora, ha cambiado desde la fuerza para empuñar la rueda de la prensa hasta el entusiasmo juvenil con que descubría la cartulina entintada, aunque sigue siendo irrevocable su principio de vivir para hacer arte, y no a la inversa.

Solo así se entiende su afán por rescatar y sumar a la idea de un nuevo taller de grabado a jóvenes artistas, y la alegría por impartir clases a niños de las escuelas cercanas, que muestren interés y aptitudes. “Trabajar porque se le acaba el tiempo” es el otro mantra que intercala en casi todas las frases.

Con tantas certezas acumuladas se instaló en la galería René Rodríguez, de la ciudad cabecera, un sitio demasiado callado y sombrío en los últimos meses como para hacerle honores al nombre que lleva. Aun cuando el estado constructivo no es el ideal y las goteras corren pared abajo, ha llegado a convencerse y conformarse con lo mínimo para la arrancada.

Se reúne la filial de Artes Visuales con el deseo de analizar las problemáticas actuales de la vida orgánica de la...

Posted by Alberto Fernández Pena on Monday, April 17, 2023

De algún modo, esta decisión fue bálsamo para los debates y “berrinches” que protagonizó, una y otra vez, siempre que pedía la palabra en reuniones e intercambios para alertar sobre el deterioro irremediable de la técnica utilizada para estos fines, la cual permanecía a la intemperie en un viejo garaje del reparto Indalecio Montejo.

• Lea aquí algunas preocupaciones de los intelectuales avileños

Su obstinación no solo era la de un padre que hacía hasta lo imposible para que su hijo no se consumiera, sino la de un artista inconforme con el destino final de Cuba 1 y Cuba 2, nombre con que fueran bautizadas, en 1990, ambas máquinas por José Contino, quien se desempeñaba, por aquellos años, como asesor de la gráfica en el país.

Unos meses después, la sorpresa del tercer Premio Nacional de la Asociación Nacional de Innovadores y Racionalizadores confirmó, al más alto nivel, que cada pieza había sido torneada a la medida justa del oficio, como mismo la práctica lo transformó a él en un artista completo, al que no le faltó nada por aprender.

De hecho, cuando dejó Venezuela (país) con 13 años, impulsado por el sueño de estudiar arte aquí y por el ejemplo de un padre miembro del Movimiento 26 de Julio, abandonar la academia y conocer sobre la marcha los vericuetos del grabado no era una posibilidad. A la larga, su destino terminó de escribirse en renglones torcidos.

Su escuela fue la de la vida y el compartir, codo a codo, con figuras de la talla de Nelson García y Julio Méndez, en Holguín y Santiago de Cuba, donde florecían las experiencias de los talleres culturales y de grabado. Con ese ímpetu vino hasta aquí; además, con la tarea indicada de colaborar con la apertura de un espacio similar a los que ya conocía, para lograr el desarrollo de esta manifestación artística en el terruño.

Como dijimos antes, era la década del 80 y, desde entonces, comenzó su bregar soldando yerros, haciendo roscas, nivelando la plancha, entintando el rodillo y exponiendo sus obras a destiempo. Aunque la idea de un taller de grabado nunca se concretó, Héctor siguió en su “micro-mundo” con la satisfacción inmensa de que cada mañana el olor a pintura le penetrara por los poros.

Ahora que han vuelto las ganas y que su insistencia fraguó, pretende transformar la galería René Rodríguez en un espacio diferente, en un núcleo creativo que sume y motive. De este modo, prevé que cada artista elabore seis grabados, tres para su uso individual y el resto quedaría a disposición de la institución para la promoción y la comercialización en función de reaprovisionarse con los materiales necesarios para reiniciar el ciclo creativo.

Como ha aprendido que las batallas se libran una a la vez, las de reparar la galería, aprovechar el espacio para traer otras dos máquinas para reproducir piezas con dimensiones superiores a un metro y la obtención de materiales, de manera que la producción sea sostenible —talón de Aquiles de las artes visuales en el país—, vendrán después, cuando los resultados sean imposibles de negar y el acompañamiento una obligación inaplazable.

La primera muestra de lo que viene podremos disfrutarla, de acuerdo con lo previsto, el próximo 24 de septiembre, cuando su cumpleaños 76 sea coronado con la exposición personal Retrospectiva. Él y sus grabados siguen dando la hora, porque “los artistas se jubilan, pero no se retiran”.