El septeto de música tradicional avileño Awa Brava, destaca entre el catálogo de la empresa Musicávila con su apuesta por ritmos bailables cubanos
Un día de junio del ya lejano 2007, David Huerta comenzaba a escribir un capítulo importante, de esos tan buenos que se graban a varias manos. El grupo audicionaba frente a especialistas del Instituto Cubano de la Música, rodeado del verde opaco de la Laguna de la Leche.
Allí estuvieron por cuatro años, y tal vez la brisa o los aromas de la comida criolla de La Atarraya les curtieron los acordes. Awa Brava acaba de cumplir trece años de fundado y su nombre “corre” por las carteleras culturales de toda la provincia.
Pero es fácil imaginar que la armonía musical no se consigue por arte de magia en una audición. Ya llevaban tres años formando lo que sería el grupo, “en Pina, en la casa de Alberto Sueldia”. Entonces eran cinco, y con la adición de las trompetas eran el único sexteto en el catálogo de Musicávila (Empresa Comercializadora de la Música y los Espectáculos) que tuviera el instrumento.
“No fue hasta el 2015 que fuimos septeto, con la adición de la tumbadora, para que, como decimos los cubanos, se cerrara el dominó”.
El formato de septeto es, en opinión de David, muy completo. Con guitarra, tres, contrabajo, maracas, bongó, tumbadora y trompeta consiguen la “bravura” de la corriente de un río.
Eso se escucha con cada nota de son, guaracha, bolero, cumbia, chachachá o changüí que se pongan a tocar. Por si fuera poco, contando a David, son seis compositores en el grupo, lo que enriquece el repertorio con temas originales.
David prefiere no hablar sobre sí mismo y si lo hace pone por delante el dato de que nunca estudió música, sino ingeniería agrónoma. “No soy músico, no tengo formación musical, todo lo que aprendí viene de mis padres, que sí lo son”. Y la cepa de artistas que viene desde Sibanicú, en Camagüey, ha florecido también aquí, más al oeste, haciendo la misma música que su padre y sus tíos.
“No importa que el nombre del grupo este escrito con doble uve. Nuestra música es tradicional. Aún cuando tenemos temas con algunos giros armónicos que están más adecuados a las nuevas tendencias, más bien lo hacemos para demostrarnos lo que hemos evolucionado, que no nos hemos quedado estancados”.
A más de tres quinquenios de trabajo, han estado dos veces a punto de grabar con grandes casas productoras, y David casi se lamenta al respecto. Enseguida recupera el tono y cae en la cuenta de que eso no ha impedido que suenen en Radio Morón o hayan tocado en espacios de televisión nacional. “Hay grabaciones hasta de cuando éramos aficionados”.
—¿Dónde podemos escucharles?
—Llevamos más de 16 años actuando para el turismo nacional e internacional, y en Cuba vamos a donde nos inviten. Pero sí es cierto que con el cambio de moneda —se refiere al ordenamiento monetario— la comercialización ha bajado mucho, y los precios han variado, a veces no cuadra la caja con el billete, como decimos nosotros. Pero no dejamos de trabajar. En Ciego de Ávila estamos regularmente en la Casa del Joven Creador, en Chambas también, tenemos propuestas para Pina, y si Dios permite estaremos en Morón el mes próximo en las fiestas populares.
Así han conquistado espacios. Descartando el prejuicio de que ya no hay lugar para su música. “No es fácil cultivar géneros tradicionales, en medio de tanta competencia”, señala David. Pero el público agradece su empeño.