Arte de vanguardia y de resistencia son los dos conceptos que engloban a Títeres al Centro, certamen que puja por resistir y le insufla nuevos aires a la creación titiritera en Ciego de Ávila, a pesar de los contratiempos
Que seis días de títeres y magia hayan quedado reducidos a tres, fue apenas uno de los escollos que Títeres al Centro superó para darse tal cual es: la más grande fiesta de muñecos en el centro del país y el espacio de confluencia de nuevas y viejas generaciones de titiriteros.
Por ahí empieza la explicación de Rafael González Álvarez, actor y director de Polichinela, quien se alegra por haber cumplido a cabalidad el programa previsto, a pesar de cualquier contratiempo, y del apoyo institucional para que la cita fuese un espacio de común disfrute y creación.
“La Trocha titiritera llegó a municipios del norte y el sur de la provincia y se mantuvo la visita a diferentes escuelas de la ciudad cabecera como una estrategia consolidada en la programación de las actividades. El evento no pierde de vista el enfoque comunitario, aunque se concentre en las principales plazas de la ciudad. Hicimos un arte de resistencia y lo logramos”.
Aunque el número de invitados fue menor al acogido en otras oportunidades, los que estuvieron dejaron una huella memorable, con presentaciones versátiles y desenfadadas donde la risa, las historias finamente hilvanadas y las diferentes técnicas de manipulación de títeres ganaron con creces la admiración del público, que siempre agradece con aplausos y caras de asombro.
La interacción con el público es una de las satisfacciones que Títeres al Centro deja a su paso
Raulín y las flores, del Guiñol de Remedios, con texto original de Fidel Galbán y dirección general de Jorge Luis Rojas García, demostró cómo un clásico, que por casi 40 años ha estado en la agrupación, sigue siendo joven, a partir del uso de la música en vivo y el ingenioso diseño, tanto del retablo en forma de carrito como de los muñecos.
La Guerrilla de Teatreros, de Granma, con Ventana de estrellas, mantuvo espectadores atentos de principio a fin y, en perfecta fusión con el Guiñol Pequeño Príncipe, deleitaron; el Guiñol de Guantánamo revisitó Opalín y el diablo, obra que teje la historia de un encuentro casual entre ambos personajes, echando mano a peripecias titiriteras, efectos sonoros y juegos escénicos, y, con Yisel, la Compañía Teatral Mejunje nos mostró una versión hilarante de la dramática obra de ballet clásico Giselle, de excelente acogida tanto en su natal Santa Clara como aquí.
Una culebra en apuros, escenificada con la técnica de títere de guante y la magnífica proyección vocal de la artista, hizo del Guiñol de Guantánamo otro lujo sobre el escenario, que los muchachos correspondieron con ojos grandes y gritos lanzados al aire cada vez que el animal se encogía y retorcía casi de manera natural.
Polichinela, como anfitrión absoluto de la cita, recurrió a reponer las piezas Cinco actores en busca de un cuento, la cual narra de un modo diferente y fresco el clásico La Cucarachita Martina, y Cuentan, cantan, tanto, donde la música y los juegos son ingredientes indispensables.
Asimismo, el Frente Infantil Pelusín del Monte hizo notar su trabajo y se sumó a la jornada teatral, por lo que llegó hasta la escuela primaria Tomás Martínez Tejede, en Venezuela.
Probablemente, esta fue la edición de Títeres al Centro más aciaga de los últimos años, con una sala Abdala cerrada, improvisando retablos y con las intermitencias de la luz eléctrica, que obligó a algunos atrasos y a reprogramar unas cuantas veces las actividades.
Por eso, Rafael González Álvarez se desdobla en elogios para la Asociación Hermanos Saíz, organización que asumió la producción de este evento, inmenso en sueños y aspiraciones, al punto de convertirse en otro de los miembros de la agrupación. También a quienes hicieron las maletas para llegar, sin saber ni siquiera en qué medio de transporte o por qué vía lo lograrían. Esa persistencia es la que les ha permitido reinventar sobre la marcha.
Rescatar La noche más larga del títere después del impasse provocado por la COVID-19, y garantizar variedad y calidad en cada una de las propuestas seleccionadas para este momento, era otro de los objetivos. Se cumplió. De hecho, este fue el cierre dorado y no quedaron dudas, porque el bulevar avileño era una fiesta de punta a cabo.
Las cuatro plazas diseñadas para los espectáculos, a razón de dos obras en cada una, se quedaron pequeñas frente a la muchedumbre de niños y padres, que corrieron cada vez que bajó el telón y llegó la invitación a moverse hasta el siguiente punto. En el parque Martí, Caramelazo puso el punto final a la cita, pasadas las 12:00 de la noche, sin que el sueño o los pies cansados hubiesen hecho mella en el auditorio.
Otra de las buenas noticias que dejó el certamen a su paso fue que Polichinela tendrá, en lo adelante, la historia de su trayectoria correctamente documentada y recopilada, gracias a la investigación 60 años entre la magia de los títeres y los retablos, de Leidy López Pérez de Corcho, estudiante de Historia del Arte, en la Universidad de Oriente. Su tesis de grado puso en blanco y negro el devenir de la agrupación desde sus orígenes en el año 1962, cuando un grupo de jóvenes aficionados decidieron reunirse junto al pintor René Rodríguez, con el objetivo de hacer teatro para niños, hasta la actualidad.
Titiriteros incansables, protagonistas absolutos de la cita
Si sacamos las cuentas, en el 2023 Títeres al Centro nos sorprenderá en el marco de las celebraciones por los 60 años de trabajo de Polichinela, Yosvany Abril cumpliría 25 años de vida artística y varios de los actores del elenco suman aniversarios cerrados en sus carreras. Desde ya son esos los incentivos que lanzan en la convocatoria para que el próximo noviembre nos sorprenda redescubriendo nuevas puestas en escenas y otros cultores del género.
Posted by AHS Ciego de Ávila on Saturday, November 5, 2022