Teatro Principal en Ciego de Ávila, darle vida a sus 93

Esbelto sobre su armazón de hormigón y mármoles italianos, el Teatro Principal de Ciego de Ávila ha sobrevivido a 93 años de historia en los que la disputa entre dos burgueses y la leyenda del fantasma de doña Ángela Hernández recorriendo sus pasillos, se acompasaron con los hitos de la presencia sobre esas tablas de la Orquesta Sinfónica de Berlín, Rita Montaner, Jorge Negrete o Ernesto Lecuona.

Para los avileños siempre ha sido un edificio que, entre místico y magnífico, da brillo a la ciudad. Sin embargo, su simbolismo fue más allá del refrán popular cuando en 2001 el Consejo Nacional de Patrimonio lo declaró Monumento Local por sus valores arquitectónicos e históricos.

A estas alturas, después de años sin mantenimiento y cargando las chapucerías de intervenciones constructivas anteriores, parece consumirse en su propia lumbre, la calidad de los espectáculos se resiente y hay quien calcula que sus puertas deberán cerrar.

"La señora Ángela Hernández, quien no pudo asistir a las funciones de la actriz mexicana Esperanza Iris en el teatro...

Posted by Leidy Vidal Garcia on Friday, March 6, 2020

Es que los problemas que gravitan hoy sobre el arte de las tablas en la provincia no hablan solo de la estrecha cantera formativa, el desinterés del público, o lo esporádico de los estrenos, sino de qué pasará cuando este coloso baje el telón, y cuánto influyen en el ánimo general las malas condiciones en que se trabaja y exhiben hoy las propuestas.

Para entender habría que ir en retrospectiva ocho años atrás, cuando una acción de mantenimiento hecha a medias dejó más problemas que soluciones. Desde entonces, arena y mezcla de cemento endurecida quedó encima de la azotea de la fachada y hoy los tragantes están obstruidos, se acumula el agua y filtra, al punto de que la sala Dilia Souza ya muestra signos evidentes de deterioro.

Sobre el estado de la mecánica escénica entra en detalles Juan German Jones Pedroso, presidente del Consejo Provincial de las Artes Escénicas, al referirse a la madera carcomida de la parrilla de luces, las goteras sobre el tabloncillo y el desgaste de las sogas que sostienen el telón. Todo esto sin desestimar las paredes descorchadas en el tercer palco y la cabilla, que asoma desde el techo en diferentes espacios.

El caso de la electricidad también parece complejo, debido a una letal combinación de metal oxidado, agua filtrada y cables averiados, que en un bienio han dejado en funcionamiento solo dos luces, de las 200 que la empresa Tecnoescena garantizó en espera de la revitalización de la instalación cultural.

En una estricta evaluación del inmueble hecha por esta entidad, de conjunto con la de Proyectos y Servicios de Ingeniería de la Cultura, ambas adscritas al Ministerio de Cultura, se certificó el deterioro y se valoró la reparación en unos 250 000.00 pesos, pero su concreción depende de las gestiones y posibilidades de asumirla con los recursos del territorio.

Mientras las peticiones y las respuestas van y vienen, se puja por mantener la cartelera en el Principal y porque su cumpleaños se celebre antes y después del 3 de marzo, no sin que Juan German Jones se persigne y pregunte antes de cada espectáculo: ¿y si se cae el tiro de luces?

Para ser exactos, la cuestión es cómo conservar espléndido y vivo este maravilloso edificio, ecléctico y marmolado, porque, si bien tener sus puertas abiertas ha sido una enorme muestra de voluntad, que pretende evitarle los años de desidia en que estuvieron otros colosos del país, como el Sauto de Matanzas, en espera de una reparación, a estas alturas está claro que los milagros no existen.

De lo que se trata, en medio de la racionalidad económica que ciñe la vida del país, es de buscar alternativas y darles crédito a las iniciativas. Si hoy no tenemos el dinero, quizás tengamos unos cuantos metros de soga a mano o logremos que alguna empresa aporte el trabajo en metal necesario para sustituir las barras de madera carcomida.

Lo que nadie puede dudar es que si algún regalo merece el Principal a sus 93 años es una reparación, que no solo devuelva lozanía a sus principales elementos constructivos, sino que funja como impulso para el desarrollo teatral en el territorio y como un aliciente para el espíritu.