Sobre el Libro en Ciego de Ávila: notas al margen

De la publicación a la distribución el libro tropieza con la importación de insumos y el trabajo a destiempo en las editoriales. Desde hace rato la eficiencia no se “lee” en ninguna de las rutinas que le dan origen.

Cuando Yasmani Rodríguez Alfaro llegó a Ciego de Ávila no conocía a escritor o editor alguno que le hiciera más fácil el camino. Se acercó a las instituciones culturales y a los talleres literarios. Quería publicar y sabía que, en Cuba, existen dos formas: ganarse un premio que incluya la salida del título o presentar una obra a un consejo editorial para ser evaluada. Ya experimentó las dos vías.

Recientemente, A la sombra del mago mereció el premio Eliseo Diego en el apartado de literatura infantil. Antes estuvo Pre-Morten, que, incluido en el plan editorial de Ediciones Ávila en 2018, ha sido un libro con suerte por la buena impresión y la coherente distribución y promoción de la que ha gozado.

La ventura para el investigador e historiador José Gabriel Quintas ha sido una experiencia más álgida. La trocha por dentro se aprobó en septiembre de 2018 en el Plan Especial del Instituto Cubano del Libro (ICL), por lo que tendría los privilegios de un número de cuartillas superior a 80, una tirada de más de 1 000 ejemplares, un proceso de edición y corrección minucioso que supervisaría de cerca, y la impresión y la distribución nacional correrían a cargo del poligráfico José Miró Argenter, de Holguín.

Después de varios meses, la obra no está lista y con un contrato en mano, que data del 5 de junio de 2018 y que establece el plazo de un año, indaga sobre sus derechos y se encuentra con el limbo legal de “razones de fuerza mayor”, que descartan reclamaciones frente a un montón de inconvenientes objetivos y subjetivos.

Ediciones Ávila —firmante del contrato— ya cumplió su parte, pero el Poligráfico no, que vendría a ser el tercer agente decisor del proceso. Para Quintas esta jerigonza se traduce de un modo más simple: su libro no está, no circula y no se vende.

Lo otro serían los errores, que si nadie está excepto de cometerlos, los hay mayores y menores. Por eso, cuando el Comité Coordinador (Ángel Cabrera Sánchez, Luis Raúl Vázquez Muñoz y Héctor Izquierdo Acuña) del Cuaderno de Historia Avileña descubrió que la carátula en lugar de XII decía XIII, y el contenido correspondía a la edición XI, que ya circulaba, el susto fue grande y no hubo vuelta atrás.

Dónde se quebró la cadena ya no importaba porque el hecho hablaba de desatenciones al proceso editorial. Dentro del estrecho margen disponible se había gastado material en una reimpresión, que si bien tiene valor de uso, los nuevos artículos quedarían a merced del tiempo. El asunto fue zanjado: en los próximos planes se incluirán los volúmenes XII y XIII.

Mujer, libroLa pasión y el amor hacia el libro también definen su calidad.

Cada historia se hilvana y redescubre bajo el influjo de lo que debe ser un libro y de lo que, en la práctica, puede ser, pues justo donde unos han visto sus plegarias resueltas con la impresión de su obra, otros han sufrido las erratas salvables y el mal acabado del libro.

El trabajo en Ediciones Ávila ha sido errar, intentar corregir, sopesar carencias y pasar la página hasta la llegada de la próxima Feria del Libro, que cada año obliga a trabajar a destiempo y confirma la estacionalidad productiva y comercial de la industria del libro, sujeta, también, a los algoritmos de la importación y el mercado.

De 2000 a la fecha, el saldo positivo de este sello y del Centro Provincial del Libro y la Literatura (CPLL) descansa en los más de 400 títulos que, de modo artesanal, han visto la luz, pero esto no borra los problemas tecnológicos y organizativos que los exceden.

Máquina, hombre a la izquierda Lo rudimentario de la tecnología es un cubo de agua fría para los buenos propósitos.

CASOS Y COSAS DEL LIBRO

Durante décadas, el sueño de publicar un libro se escabullía entre la competencia, los escasos sellos editoriales del país y las secuelas del período especial en la poligrafía nacional. Hasta que en el nuevo milenio el mapa literario de la Isla cambió con el surgimiento del Sistema de Ediciones Territoriales (SET) o “Sistema Riso”, en alusión a las impresoras Risograph. La iniciativa llevó la rúbrica de Fidel Castro y desempolvó obras inéditas de muchísimos autores.

Para ilustrar con guarismos el aura de los buenos tiempos, puede decirse que en Ciego de Ávila llegaron a salir 25 y 35 títulos. Las tiradas llegaban a los 1 000 ejemplares y las reimpresiones abundaban. Hoy las estadísticas hablan de solo 10, que incluyen los tres premios literarios auspiciados por la provincia. Entre los otros siete, de acuerdo con las Normas Editoriales y en busca de cierta representatividad, deben estar la narrativa, la poesía, y las investigaciones históricas y culturales, con prioridad para los textos inéditos y la literatura infantil.

Bajo estas reglas, discernir qué terminará impreso es un quebradero de cabezas donde la calidad, muchas veces, cede frente a la representatividad, o lo que es lo mismo, de dos excelentes textos de poesía solo uno estará y entre tres regulares de temas infantiles también es necesario elegir.

Para Carmen Hernández Peña, editora en Ediciones Ávila, el proceso es aún más complicado. Cualquier descripción debería iniciar en los consejos editoriales de cada municipio, pues la práctica demuestra que no cumplen su función, al inventariarse cada año entre 50 y 60 textos a evaluar, entre ellos, algunos con errores insalvables y estructuras disparatadas.

Un exceso de entusiasmo ha primado en los análisis, según Herbert Toranzo, también editor, porque se han visto obligados a evaluar con sentido prospectivo: “con un trabajito será un buen libro, en lugar de lo que es per se”.

Al final, esto eterniza los procesos, desgasta y genera más de una discusión a la hora de determinar los cambios. Tampoco se rechaza ningún texto por cuestiones ortográficas o gramaticales; cuando se veta se alude al balance, la dramaturgia, la intencionalidad o la armonía.

Le toca al editor ser el primer filtro. Después vendrían las lecturas especializadas a ciegas de personas ajenas a la institución y, luego, delibera el Consejo Editorial provincial y se conforma el plan.

No siempre coinciden las opiniones y lo establecido es que gane la mayoría, como también es cierto que dichas lecturas pudieran ser más democráticas y participativas.

Los más escépticos no descartan el contubernio y el hecho de que editores, lectores especializados y escritores se conocen y se leen mutuamente. Sin embargo, al buró de Virginio Menéndez Moro, director provincial de Cultura, en los últimos años solo han llegado tres quejas de autores por el veto de su texto y, en un caso, fue necesario concederle la razón por dictámenes descorteses.

La certeza de que el libro termine en blanco y negro es apenas el inicio, pues la edición, la corrección y el diseño completan el ciclo. Se reacomoda cada párrafo, se consultan los cambios, se elige el diseño de portada y hasta el último minuto se hacen correcciones.

Isabel Cepero Echemendía, correctora en este sello editorial, habla de trabajo en equipo y de, al menos, dos procesos de corrección (Word y maqueta). Sin olvidar el visto bueno del autor, que salva responsabilidades. Violar algún paso, casi siempre, se paga con erratas. Bien lo sabe Arlen Regueiro Mas, quien recuerda con orgullo que, entre los seis primeros títulos sacados a la luz aquí por la “maquinaria riso” estuvo Memorias del cuerpo, de su autoría.

“Lo mismo en el compaginado que en el diseño de cubierta siempre he participado y he hecho valer mi opinión. El autor decide, incluso, si quiere retirar la tirada del mercado, aunque algunos se desentienden de su criatura o, peor aún, dan su consentimiento a todas las propuestas para después mostrarse inconformes.”

En los últimos años ha sucedido de todo un poco, y las fallas en una rutina editorial concebida para funcionar sin apremios ha dado como resultado erratas impensadas, que van desde la cubierta de un libro hasta las notas de contraportada, y estructuras que aluden a cualquier figura geométrica. Recursos que no llegan y una fecha tope para entregar los ejemplares son apenas la punta del iceberg.

VAIVENES DEL MERCADO

Nadie juzgaría de modo severo los resultados si descubre el supuesto taller donde transcurre el proceso artesanal de conformación de los libros y donde laboran solo siete personas.

Cada quien puede decodificar los términos manual y artesanal en sus diferentes acepciones, pero no es hasta que se comprueba cómo el libro se encuaderna a martillazos y se corta en una guillotina de imprenta del siglo pasado, que se sacan conclusiones.

De estas y otras causas habla Eloína Cervantes Oguisme, quien desde hace 10 años trabaja en Ediciones Ávila separando presillas con un bisturí y clavándolas con un martillo. La misma suerte de la presilladora corrió la guillotina eléctrica. Solo sobrevivió la fotocopiadora Risograph y les ha tocado buscar apoyo en otros organismos e instituciones, aun cuando no todos han dicho sí.

Invasor comprobó in situ que la guillotina de la Imprenta, a juzgar por la patente de fabricación, tiene 130 años. No solo está desfasada en el tiempo, sino pensada para producciones de mayor tamaño y volumen, lo cual obliga a juntar una montaña de libros que termina cortada irregularmente. No menos importantes son el papel bond importado de 75 gramos, las cartulinas cromadas, las presillas, la tinta y los masters (papel intermedio que permite la reproducción de las páginas).

Las cuentas de Masiel Mateo Trujillo, jefa del Departamento de Literatura en la provincia, en torno a los recursos necesarios para cumplir el plan editorial de un año, arrojan que, a razón de 70 cuartillas por cada uno de los 10 títulos aprobados y una tirada solo de 500 ejemplares, se necesitarían 350 000 hojas.

Si le sumamos que cada paquete de 500 hojas, al margen de impuestos y costo de traslado, vale ocho dólares, y que 90 masters equivalen a 180, se corrobora el porqué de los altibajos en los planes editoriales y cómo opera la subvención del libro en Cuba, con precios muy por debajo del costo de producción.

A lo poco y difícil de importar, se une el atraso de los envíos, al punto de que, en 2018, se produjo con ímpetu para presentar los libros del stand avileño en la Feria Internacional del Libro, en La Habana, y la Dirección Provincial de Cultura pagó 10 000.00 CUC por la impresión de las carátulas en cuatricromía a la Empresa Gráfica Integral Evelio Rodríguez Curbelo en el territorio. Sin embargo, el resto del proceso ha sido intermitente y en pleno 2019 todavía se presillan ejemplares de las tiradas correspondientes al pasado año.

Hasta hace dos años, el panorama era así

Es una pena que los libros de Ediciones Ávila, sean los casi-único en el país en salir impresos en blanco y negro....

Posted by Vasilymp Mendoza Pérez on Friday, January 9, 2015

El plan editorial de este año pende de un hilo y la información salida del ICL concluye que el Sistema de Ediciones Territoriales debe buscar alternativas propias para concretarlo. Mientras, se anuncia la llegada de los ebooks o libros electrónicos.

Dicho así, Masiel cavila cómo garantizar con insumos propios el proceso editorial, pues los niveles de gestión y apoyo han colocado a la provincia muy por detrás de otras, que han sabido agenciarse talleres con renovada tecnología o mejores padrinos.

Como una inversión necesaria, valora Virginio Menéndez Moro los cambios tecnológicos en ese centro y recuerda que por 12 000.00 dólares se adquirió tecnología Riso. Hoy el primer escollo para la inversión es que no aparece en el mercado. Sin alternativas a mano, Ediciones Ávila decide poco de su entorno y no ha incorporado una mirada económica a su ciclo.

LA DISTRIBUCIÓN EN SU LABERINTO

En el CPLL las cuentas se calculan diferente y ya retumba el término eficiencia, mientras se experimenta cómo con sus ingresos cubrir los gastos. Sobre esta institución descansa el peso de la distribución y la comercialización y, muchas veces, el libro termina en el inventario de un almacén o en los anaqueles equivocados.

Así ocurre con los 1 107 títulos obligados a la espera en el almacén provincial y a merced de un techo que gotea, los cuales, según el inventario de Orlando Molerio Delgado, encargado del centro, suman cerca de 400 000.00 pesos.

En agosto de 2018, Invasor reportaba que el CPLL había llegado al millón de pesos; ahora los números hablan de 616 000.00 y las razones del decrecimiento son muchas, pero sobre todo se sustentan en variaciones de los precios —tanto que un mismo ejemplar puede tener diferentes valores— y las pérdidas generadas por las rebajas de los ejemplares estancados.

Es en el Departamento Comercial donde se conforma la Pauta de Distribución que define dónde terminarán los ejemplares. En el caso de los libros de Ediciones Ávila, un 60 por ciento se queda en la provincia y el resto lo asume el ICL. Entonces suceden varias cosas: las irrisorias tiradas no alcanzan para una representación nacional, el libro se pierde entre anaqueles saturados carentes de promoción y, dentro de la misma provincia, los números son susceptibles de distribuirse deficientemente o de permanecer empolvados en una librería municipal a la que poco público accede.

La experiencia de 30 años de Rafael Martínez González en el Departamento Comercial lo ha dotado de un buen “ojo clínico”, aunque tampoco es infalible, y cierto es que trabajan en función de lo cuantitativo y no de lo cualitativo, porque ni el mercado ni el público se han estudiado para prever títulos, tiradas y distribución.

La única información, al menos de acceso público en la web, que caracteriza al lector cubano data de los años 2009, 2010 y 2011 por parte del Instituto Cubano de Investigación Cultural Juan Marinello y del Observatorio Cubano del Libro y la Lectura. A grandes rasgos, esbozan un público que prefiere la narrativa como género, y la lectura de temas policíacos, históricos, románticos y de aventuras.

Por esta línea de explicación se mueve el escritor Heriberto Machado cuando, al acercarse hace unos años a la librería Juan Antonio Márquez, en la ciudad cabecera, en busca de El siglo entero, un ensayo de Virgilio López Lemus sobre la poesía cubana del siglo XX, supo que todos los ejemplares habían ido a parar a los municipios. En Chambas encontró el bulto incólume.

Sin embargo, hoy los mayores desvelos de Yanely Santos Nieve, directora del CPLL, se enfocan en la distribución nacional efectuada a través de los poligráficos. Cada año se hace una demanda anual, mas no es garantía.De este modo, les retiraron presupuesto no ejecutado y ahora reciben textos de la demanda de 2017 y 2018, que estaban en los poligráficos sin terminar y con los que no se contaba. El resultado del desfasaje se traduce en una deuda de 391 000.00 pesos.

Sin transporte para realizar las gestiones oportunas, queda solo el teléfono para velar la parte contable que simultanea la distribución. Pueden llegar los libros, pero no las facturas que les dan entrada al inventario y salida al mercado, o viceversa. Así ha sucedido con Cien horas con Fidel, de Ignacio Ramonet, uno de los más vendidos desde que salió al mercado: las facturas llegaron en ¡enero! y todavía se espera por los ejemplares.

Lograr redistribuciones de inventarios estancados o imprescindibles entre los CPLL es difícil y los intentos se efectúan a través de las empresas de Ómnibus Nacionales y de Correo o Ferrocarriles. Las experiencias no han sido alentadoras y, por más de tres meses, se ha esperado por envíos adquiridos con polillas devorando las hojas.

En 2019, probablemente, Ciego de Ávila imprimirá su plan editorial a razón de 200 ejemplares por cada uno de los 10 títulos aprobados, gracias al papel bond que fue encontrado en algún almacén. Imprimir menos libros es preferible a no imprimir ninguno.

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