San Carlos: Memorias y miedos de un cine roto

La peor derrota ocurre cuando la gran pantalla que se supone que eleve el gusto estético de las mayorías, pierde contra una de apenas cinco pulgadas donde, en el mejor de los casos, se reproducen los ganadores del Oscar del 2020.

Allí estaba, de pie junto a la escalera, sin saber apenas qué fotografiar. Frente al escenario en el que vi proyectada por primera vez Vampiros en la Habana, sobre el que mis profesores de la primaria hacían de actores, narradores, cantantes y humoristas en un regalo por el 4 de abril, sobre el que recibí mi título de Bachiller.

Contemplé las raíces de las lunetas ya inexistentes, que acogieron a los espectadores de David Blanco, Omara Portuondo, Ivette Cepeda, Síntesis y La Camerata Romeu a principios de esta década, las mismas lunetas en las que Morón coreó a Benny Moré el siglo pasado.

Pensaba en todo eso mientras Eisy Vásquez, directora de las instituciones —plural desmerecido— de cine en Morón, señalaba al lado mío las vigas del techo, las cajas de materiales, los bloques y las paredes desnudas del Cine-Teatro San Carlos.

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Desde la oficina diminuta donde escribe informes acerca de la Sala de Video 3D, única instalación para el séptimo arte en la ciudad, Eisy explica a todo el mundo que el panorama del San Carlos es el mismo desde 2017, con los estragos del ciclón Irma.

Repite, como quien se lo sabe de memoria, que los principales materiales han sido asignados, y se espera, desde hace casi tres años, únicamente por el presupuesto para la contratación de mano de obra.

Más de un moronense llega de vez en cuando preocupado por el San Carlos o dolido por el Apolo, antiguo cine, que en los últimos años fungió como sede de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC) municipal, y que hoy espera, clausurado, por una remodelación capital.

La preocupación parece estar en consonancia con la política cultural cubana, que dio como fruto en 2019 la creación de un marco legal para estimular el cine independiente en un país donde 50 años atrás ya se llevaban proyectores móviles a las montañas y zonas rurales.

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¿Será este un caso de falta de comprensión del papel social de la cultura, que según los delegados al XI Congreso de la UNEAC se acentúan a nivel local y matizan la toma de decisiones? ¿No sería más provechoso para la población moronense prescindir de uno que otro artista de primer nivel invitado a los festejos populares (donde el consumo de alcohol le impide a muchos percatarse de la calidad de un espectáculo), si se revierte en un cine teatro restaurado?

Son muchas las capacidades que se pierden, y el dinero que no se recauda, cuando se hace necesario dar un espectáculo en el teatro Reguero, o reproducir un filme en la sala de video, locales de menor formato.

Pero no hay pérdida que pueda equipararse a la que sufre la cultura local, cuando la gran pantalla, que se supone que eleve el gusto estético de las mayorías, es derrotada por una de apenas cinco pulgadas donde, en el mejor de los casos, se reproduce a los ganadores del Oscar del 2020.

De un cine vacío y roto se sacan todas esas dudas, cuando tomar una simple fotografía es un acto que estruja el alma.