Salvaguardando la huella de Enrique José Varona

Aquí, en Ciego de Ávila, tuvimos a alguien que luchaba enconadamente para que el olvido de una figura como la de Enrique José Varona, que él percibía acechante, no ocurriera: el Dr. C. Edel Luis Tusell Oropesa

cubiertaEdiciones Ávila Enrique José Varona, escritor, filósofo, pensador, pedagogo y político cubano, nació el 13 de abril de 1849 en Camagüey, en la ciudad entonces llamada Santa María del Puerto del Príncipe.

En un artículo publicado en Cubaliteraria, la también camagüeyana Dra. C. Olga García Yero nos recordaba en 2022 que “el olvido de una figura como Enrique José Varona es imperdonable si se tiene en cuenta que fue uno de los intelectuales de mayor importancia a finales del siglo XIX e inicios del siglo XX”, puesto que, “dueño de una sólida y extensa obra, no solo dejó una relevante exégesis literaria, sino también textos en los que se manifiesta un pensamiento actualizado y alerta frente a los crecientes avances de la sociología, la teoría de la cultura, el arte, la filosofía, la estética, la psicología, la pedagogía y la lógica, entre otros temas”.

Aquí, en Ciego de Ávila, tuvimos a alguien que luchaba enconadamente para que ese olvido, que él percibía acechante, no ocurriera: el Dr. C. Edel Luis Tusell Oropesa (Ciego de Ávila, 1942-2022).

Al profesor Tusell, Joya de la Pedagogía e Hijo Ilustre de la provincia de Ciego de Ávila, lo conocí en 2001 cuando comencé a trabajar en la Universidad de Ciego de Ávila Máximo Gómez Báez (UNICA), en la Facultad de Ciencias Sociales y Humanísticas, y desde entonces respetaba su conocimiento, que todos le reconocían.

Graduado de Profesor Superior de Filosofía y Lógica, Profesor Titular y Consultante, con 51 años de experiencia docente repartidos entre la Universidad Central “Marta Abreu” de Las Villas (1966-1985) y la UNICA (1985-2017), y Doctor en Ciencias Filosóficas (1983), Tusell dedicó gran parte de su labor investigativa a calibrar la dimensión de una figura de tan alta importancia como lo fue Enrique José Varona.

Por ello publicó, entre otros textos, El pensamiento filosófico de Enrique José Varona (Editorial Ciencias Sociales, 1987; en coautoría con Pablo Guadarrama), Varona. Dimensiones de una personalidad (Ediciones Ávila, 2004), Varona ante el imperialismo (Ediciones Ávila, 2006), Varona en la cultura cubana (Ediciones Ávila, 2011) y Varona. Su personalidad. Su antimperialismo (Editorial Académica Española, 2012), así como artículos en revistas especializadas.

Durante la Feria Provincial del Libro en Ciego de Ávila, en marzo último, Ediciones Ávila presentó, en formato e-pub, su último libro, titulado Enrique José Varona. Su huella en la historia de la educación en Cuba.

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Posted by Ediciones Ávila on Sunday, March 12, 2023

En este volumen, sin pretensión de ser exhaustivo, Tusell no solo aborda las concepciones y la obra de Varona relacionadas con la educación, sino también se hace referencia, desde un punto de vista integral, a su calidad de educador social.

Con Alfredo Miguel Aguayo, Tusell afirma que “el gran filósofo cubano” no fue únicamente un profesional de la pedagogía en el sentido técnico de la palabra, puesto que “su vida fue una obra de educación ininterrumpida, y sus escritos, perenne fuente de provechosas enseñanzas”, y eso procura mostrarnos en este texto, dividido en cinco capítulos (o ensayos).

Comienza aclarando, en “Varona: la polémica”, cómo la figura histórica ha suscitado debates, lo que se ha puesto de manifiesto en las valoraciones de algunos autores, y que, en alguna medida, afectan el valor de sus enseñanzas y de su ejemplo, y por ello estima pertinente someterlas a análisis.

Quiero destacar cuando menciona cómo a Martí se debe una valoración medular sobre su personalidad, cuando este escribió que “fundar, más que agitar, quiere Varona, como cumple, aún en las épocas más turbulentas, a aquellos a quienes el desinterés aconseja el modo más útil de servir a la patria, en Cuba —como en todas partes— menesterosa de espíritus creadores”.

Otra opinión respetable es la de Elías Entralgo, quien, refiriéndose a las Conferencias filosóficas de Varona, expresó: “Si tras de morir en este siglo (…) resucitara tres siglos más adelante, seguiría sosteniendo que Varona fue todo un filósofo, que no lo hubo más sobresaliente en lengua española durante su época de consagración a esta facultad”.

Al llegar al final de ese primer capítulo, Tusell nos deja claro que la militancia autonomista de Varona, cuestión por la que más lo han criticado, no constituye prueba de que fuera exponente de los intereses del sector oligárquico de la llamada burguesía cubana, y, a través del testimonio de muchas voces autorizadas, prueba cuán importante es el estudio de su pensamiento.

En “Varona ante el naciente imperialismo estadounidense” se esclarece cuál es el legado del eminente pensador, en este aspecto, en los días actuales de nuestro país. Este, como Martí, consideró el problema cubano parte del de Nuestra América, a cuya unidad atribuyó una importancia capital, y a este asunto dedicó algunos de sus artículos en Patria, que pasó a dirigir tras la muerte de nuestro Héroe Nacional en 1895.

Tusell aborda diferentes aspectos en “El ideal social de Varona” que lo llevan a resumir “fue el de una sociedad en que fuera posible la armonización de los intereses de clase, en que, sobre todo, la pequeña y mediana burguesía ocuparan un lugar preponderante en el conjunto de la vida social; en la que, en lo posible, se pusiera freno al individualismo egoísta característico de las oligarquías; en la que la masa de desheredados tuviesen sus necesidades básicas decorosamente satisfechas, de modo que fuera posible la subordinación de todos a un interés general y a un ideal común, haciendo posible la expresión de la voluntad colectiva de todo un pueblo. En fin, en que la unidad nacional, étnica, social y política se convirtiera en valladar infranqueable para la acción de posibles enemigos, y en que la ciencia y la cultura integralmente concebidas ocuparan el lugar que les corresponde en el conjunto de la vida social. Pudiera decirse que ese ideal estuvo marcado por una candorosa dosis de utopía y que fue muy cauto a la hora de ponerlo en vías de realización, pero no a la hora de concebirlo. De cualquier manera, condicionó la finalidad, el por qué y cómo desplegó su obra educativa”.

A esa obra educativa, en especial, se dedica “La reforma educacional de Varona”, penúltimo capítulo del libro, donde se inicia explicando que es necesario entender el contexto en que Varona implementó esta reforma, “el de un país económica y culturalmente atrasado a consecuencia del dominio colonial de una metrópoli decadente, cuyas tradiciones en diversos campos, incluido el de la educación, había heredado; y devastado por tres años de constante batallar y de la Reconcentración de Weyler, además de estar militarmente ocupado por una potencia extranjera, a la que sabía con pretensiones expansionistas a su costa”.

No obstante a estar adecuados a su tiempo, varios aspectos de esa reforma se mantienen vigentes hoy en nuestra educación superior.

“Aspectos significativos en la obra de Varona en sus últimos años” es la última parte del libro, donde Tusell aborda temas puntuales como, por ejemplo, su actitud ante la universalidad del sufragio o la ideología socialista, de la cual escribió, en 1919: “En ocasiones me figuro asistir a la apocalíptica destrucción de un mundo, la cual predice el alumbramiento de un orden social muy diverso. Los poderes públicos elevados sobre las mismas ideas en que se había nutrido mi espíritu parecen tocados de vértigo y lanzados unos contra otros en una colisión tremenda de que han de salir destrozados. Solo el socialismo como doctrina se mantiene o pretende mantenerse como si hubiera de ser el llamado a edificar sobre todas estas ruinas”.

Se nos cuenta que en 1926 Varona encabezó con su firma el Manifiesto Antimperialista redactado por Rubén Martínez Villena y que en marzo de 1927, en señal de protesta contra la prórroga de poderes del general Machado, los estudiantes se dirigieron a la casa de Varona, “quien sufrió el allanamiento de su vivienda y maltratos de palabra y de obra, y al día siguiente Rubén Martínez Villena condenó el atropello de que habían sido objeto los estudiantes y un venerable anciano ‘en quien ve la nueva generación cubana a un maestro de honradez y civismo’”. También que en ese año asumió la presidencia del Comité Cubano Pro-Independencia de Puerto Rico, “y en esa ocasión tuvo palabras de reconocimiento para el puertorriqueño Pedro Albizu Campos, y en el manifiesto que quedó estampado con su nombre en calidad de presidente, se dijo que este país había sido prueba elocuente del imperialismo que los EE.UU. venían desarrollando”.

En otro momento del capítulo se cita a Carlos Rafael Rodríguez, quien “recordando que en 1925 Varona había encabezado con su firma un documento en que varias personalidades cubanas exigían al tirano Machado la salvación de la vida del joven Julio Antonio Mella, entonces en presidio y en huelga de hambre por estar sometido a una condena injusta; y que en 1927 había enviado un telegrama al dictador peruano Augusto Leguía abogando por la excarcelación de José Carlos Mariátegui—tanto Mella como Mariátegui eran marxistas y Varona no lo era, pero siempre estaba presto a la protesta contra toda injusticia—, dijo que ‘los jóvenes de Cuba comprendíamos que por aquel cuerpo enjuto y limpio transitaba un espíritu idéntico al que alentaba nuestros gestos rebeldes’”.

Los intelectuales cubanos y de toda América, sin excluir europeos, han valorado altamente la obra realizada por Varona. La juventud iberoamericana reunida en México en 1931 le proclamó Maestro junto a José Vasconcelos, Alfredo Palacios, Miguel de Unamuno, José Ingenieros y José Martí.

Tusell terminó su libro con un retrato personal de Varona: “Renunció a toda aspiración de gloria y no la puso por encima de lo que, más allá de estar equivocado o no, orientándose por lo que estimó verdad, optara por lo que creyó su deber y lo mejor posible para su pueblo. No lo hizo en pos de mezquinos intereses personales o ajenos a los de su patria. Un hombre que había nacido rico, que había rechazado tentadoras ofertas del gobierno colonial y que había sido vicepresidente de la República, pero que terminó por morir en la pobreza, no debe ser valorado de otro modo. En fin, su vida entera, modesta y austera, demuestra que se inclinó hacia el lado donde está el deber, no hacia aquel en que, a cualquier precio, se vive mejor”.

Este libro, entonces, nos acerca más a ese Varona imprescindible, a la vez que es broche de oro para la obra de la vida del Dr. Tusell. En un día como hoy, donde se recuerda el natalicio de Varona, valga como homenaje a ambos la sugerencia de su lectura. El hecho de que haya aparecido solo en formato digital, aunque lo pudiera parecer, no es un hándicap, sino que lo aproxima más a las personas que necesitan leerlo, en Cuba y fuera de ella.