La introspección de quienes disfrutan leer es atrapada en estas instantáneas desde disímiles aristas: unos eligen qué comprar, otros resguardan tesoros, otros disfrutan in situ de su libro favorito, pero todos los rostros ponderan, como denominador común, el inefable placer de la lectura.
Por segundo año consecutivo, la Feria del Libro en Ciego de Ávila transcurre en franca crisis energética. No obstante, tales prismas nos revelan no solo la heredad de la letra impresa, sino también la paz del apacible gozo y la serenidad de la paciencia.
Pareciera que bastara con las transparencias de nuestro sol tropical para sortear los escollos, acompañados siempre de un buen libro, entiéndase de un buen amigo que nos enseña, a su manera, el secreto de la filantropía.
Porque “leer es crecer” tanto en comunión como en solitario, es también consolar tristezas tanto colectivas como personales, y hasta corregir aprendizajes tanto propios como ajenos, ya sea en tiempos de bonanza como de adversidad.
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