Perpetuar la danza como un gesto social

La jornada nacional “Los días de la danza” tuvo en Ciego de Ávila uno de sus principales epicentros, gracias al Danzar en casa, evento internacional que concentró, por cinco días consecutivos, una fecunda representación de agrupaciones y de estilos, cuyo denominador común ha sido el cómo perpetuar la danza como un gesto social

Danzar en casa, en su tercera edición, resalta por la diversidad de expresiones y de estilos, siempre en dialéctica confluencia con sus realidades más contextuales y en franca búsqueda epistémica de sus fundamentos y prácticas escénicas, así como signo inequívoco de identidad cultural.

Así lo demostró en su charla inaugural el maestro Javier Contreras Villaseñor, quien iniciara los debates teóricos del evento con una aproximación filosófica sobre la danza a través del desempeño y del magisterio de tres figuras de la danza contemporánea mexicana: Anadell Lynton¸ Arturo Garrido y Jorge Izquierdo.

La tríada escogida evidencia la importancia de pensar el arte en un mundo cada vez más globalizado, a partir de la fenomenología de la Cultura desde su dimensión más filosófica, y con énfasis en su componente estético.

De hecho, la agudeza teórica de los debates constituyó, en mi opinión, uno de sus principales aciertos, toda vez que, incluyeron temáticas tales como, La danza y su relación con las Ciencias Exactas (MsC Yoana Pavón García), Fanm Zetwal: música, danza e identidad (Lic. Yoelxy Pilliner López) y Cuerpo y Cultura: poéticas de la danza en la gran nación Wayuu (Maestro brasileño Astergio Indalecio Pinto Aapüshana).

Como complemento de este acierto teórico del Danzar en casa, se suma otro de naturaleza didáctica: la impartición de talleres metodológicos por prestigiosas figuras sobre las danzas folclóricas y los bailes populares cubanos, incluido otro de videodanza, liderado por los maestros brasileños Dunia Díaz y Leonardo Augusto, así como la presentación del libro Teresa González y la técnica de la danza folclórica, de Bárbara Balbuena, y las muestras expositivas de la tradición culinaria y religiosa del vodú en el Caribe.

Pero, sin dudas, fueron los maratones danzarios el ejercicio práctico que más caló en la memoria colectiva del público, sobre todo, los realizados en una esquina del céntrico parque José Martí, toda vez que, el previsto para el parque Agramonte de Morón, quedó tristemente frustrado por la ausencia de electricidad y otras cuestiones logísticas.

danza 

La masiva asistencia de los participantes del evento en desfile del Primero de Mayo (práctica habitual del Danzar en casa desde sus inicios) corroboró la sensatez de condenar hasta el cansancio el bloqueo genocida contra Cuba, y de ratificar el papel de la danza “para sanar en lugar de dañar (…) Especialmente ahora, mientras cientos de miles de personas sufren guerras y lidian con la agitación política.”

Con esta última cita, tomada del mensaje mundial por el Día Internacional de la Danza, Danzar en casa demuestra que “el arte sigue siendo la mejor manera de dar forma a lo no expresado”, que la danza puede ser y lo será siempre, por justa antonomasia, un gesto social de rebeldía y de identidad, de paz y de concilio, de entendimiento y de fraternidad.

Un gesto social de cambio y de transformación, sobre todo, en nuestra área geográfica más contigua (entiéndase, nuestra América), incluidas aquellas variantes más apegadas a las tradiciones folclóricas y populares hasta la danza contemporánea y sus fusiones más actuales.

La danza, asumida como un gesto social de colectiva comunión, es también una catártica expresión de nuestros más raigales sueños y esperanzas. De ahí la importancia de su vocación inclusiva, tema sobre el cual estaré comentando en próximas ediciones para discernir, desde la crítica, los desafíos que aún tendrá que solventar Danzar en casa para venideras ediciones.