Pedro Quiñones Triana: pespuntes de una historia

Pedro Quiñones Cuando se expuso Retrospectiva en la galería Hugo Cortijo, de Morón, e Invasor se propuso contar la historia del artista de la plástica Pedro Quiñones Triana, no se tuvo en cuenta un obstáculo: a la humildad de Pedro, tras 24 años de exitosa carrera, aún el pomposo título de artista le resulta incómodo.

En casi una hora de entrevista rehúye de pronunciar esas palabras, porque el arte nunca fue un podio donde subirse para hablar con más autoridad. En cambio, prefiere contar una vida entera a puntadas, con palabras sencillas, como el oficio de su padre y la paciencia de su madre.

Pero su historia como artista no empieza por el principio. El punto de giro, a los efectos de esta entrevista, bien pudiera ser una puntada que hoy sostiene su vida entera, y ocurrió en 1996, cuando Pedro ya era un hombre maduro.

Con un padre zapatero y una madre ama de casa, la infancia fue más o menos como la de cualquier niño, porque en aquellos años casi todos los niños eran iguales: dibujos, juegos y escuela, hasta que llegó el 1970 y el servicio militar.

“Aquello era tremendo, y yo acababa de salir de la secundaria. Íbamos de pase a la casa una semana cada tres o cuatro meses. Recuerdo que nos dieron unos uniformes grandísimos, y tuve que llevarme hilo y aguja de la casa, porque teníamos que entallar los uniformes nosotros mismos.”

Luego, a trabajar. Tres años en la Fábrica de Tabacos que había en Morón, mientras estudiaba Economía. Nunca llegó a estudiar en la Universidad de Camagüey, porque al llegar no le gustó el Plan de estudios de la carrera, dice él. Aunque la causa evidente era que estaba destinado a otra cosa.

No obstante, le siguieron 29 años de trabajo como economista en la industria alimentaria, mientras la vocación dormía. El despertar fue como un corrientazo.

El año 1996 apretaba y, al contrario del dicho, sí amenazaba con ahogar, cuando Pedro entró a una galería con unos amigos y vio una exposición con técnica de parche que le pareció de muy mal gusto. “Yo puedo hacer algo mejor que eso”, dijo.

Dos meses después llevó las seis primeras piezas a la casa de cultura Haydeé Santamaría Cuadrado, donde Marialina Joseph le dio el visto bueno.

“Aquello no podía ser tan difícil, me dije yo. Llegué a la casa y solo le pregunté a mi mamá cómo se hacía el punto ojal que había visto en las obras. Lo demás fue crear.”

Ese mismo año su primera exposición, Deidades, le dio tres vueltas a las instalaciones de la provincia y fue a parar a Guanabacoa, al festival Wemilere.

 

SORTILEGIO. Después de investigar según los textos: Los orichas en Cuba, de Natalia Bolívar; El Monte, de Lidia Cabrera...

Posted by Pedro Quiñones Triana on Saturday, January 2, 2021

“Tuve que investigar mucho sobre la religión Yoruba, leyendo a , Lidia Cabrera y otros autores, hasta que elaboré 16 obras, cada una sobre una deidad afrocubana. Me decidí por ese número porque para esa religión es un número de oro, y funcionó bien, porque me abrió las puertas.”

La cultura en Morón también salió ganando. Ganó un artista nuevo, talentoso y humilde, que llegó a dirigir la galería de arte en 2006 y recibió a numerosas personalidades de la cultura que animaron la feria del libro y el festival Boleros de Oro más de una vez.

Aquellos años fueron de reunir retazos. Muchos fueron regalos. Otras veces picoteó ropa propia y de su familia. “A veces le decía a mi mamá que estaba trabajando en algo y me hacía falta el color de un vestido suyo. Cógelo, me decía ella, madre al fin.”

Hoy se atreve a incursionar con éxito en el collage, mediante el uso de papel policromado. Sus obras figurativas y abstractas cuelgan en la Hugo Cortijo y en su muro de Facebook. Al fin puede vivir de algo que ama.

MEDIANO FORMATO. Título: Cazando soles. (dic-2006). Técnica: Mixta-collage / cartulina. Dimensiones: 45 x 60 cms. Que la disfruten.

Posted by Pedro Quiñones Triana on Thursday, December 3, 2020

Pero hay mucho de aquel aficionado que no cambia aún. Nunca puede trabajar si no está solo. Necesita que la radio le "diga cosas" mientras lo hace, aunque no escuche. Un collage puede tomarle una semana, y un trabajo de parches hasta tres meses. Todavía no puede crear si no está agitado, presionado. La paz no es su musa.

24 años es bastante, 120 exposiciones competitivas también. Pero de números no vive Pedro. Ya no. Ahora va despacio, como a puntadas, y la aguja que le compone toda su vida, quizás tradición de hijo de zapatero, es (no puede quedar duda) la voluntad.