La escalera que lleva a la casa de Nancy Hernández Mesa tiene casi quince escalones sin descanso, que se suben sin pereza si sabes que allá arriba hay un remanso de calma bien ventilado y con buena luz. Para ella no es tan fácil recorrerla tres veces por semana de ida y vuelta, entre la casa y la emisora, pero bajarla o no es más o menos lo mismo. Porque directora de radio se es, en su caso, 19 horas al día, y en cualquier lugar.
Con la historia de cómo llegó a serlo no puedo usar la escalera como metáfora, porque las escaleras no obedecen a las reglas de la casualidad. Aunque Nancy sea una mujer de voluntad, y no de azares, el aniversario 71 de Radio Morón la pone a recorrer los tantos giros en el camino que empezó a andar desde Zulueta, en Villa Clara, hasta la CMIX.
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Para explicarlo, Nancy prepara un té de menta, se sienta al lado del teléfono y empieza a recordar, con voz de la locutora que dice no ser. Y salta de su primer año de estudio de Filosofía Marxista a su primer año de Historia del Arte, con un cuento más fresco que la menta de la bolsita. Digamos solo que, lo que pudiera haber sido un castigo, se convirtió en un amor tan grande por el arte que trastoca en su vida hasta la pared de la escalera.
Parte de ese amor se lo debe a la escultora cubana Rita Longa, a la que dedicó su tesis de grado, con cinco puntos y derecho de publicación. Y en su taller podía haberse quedado trabajando, tras recorrer todo el país rastreando el movimiento escultórico, de no ser porque la propia Rita le pidió venir a Ciego, donde no tenía ni un primo, a perpetuar el trabajo.
El caso es que acabó en Morón dando clases de arte, sin saber ni siquiera dibujar, hasta que el nuevo milenio la sorprendió con un hijo y una reubicación laboral en una emisora que no sabía ni que existía.
Cuando llegó, en el 2000, a su primera reunión, fue que supo que ser subdirectora de programación era “comerse” casi todos los problemas. Nancy entonces se ríe y regaña a Snoopy, que no deja de ladrar por el té. En el sillón de al lado pone a resguardo su teléfono y dos blísteres de pastillas. Mira al rincón del arte y piensa cómo se resguardó en eso, en sus saberes del arte, para darse a respetar, aprender un poco y conquistar a más de un subordinado escéptico.
Veinte años después, con un expediente científico que no brinca un chivo, Nancy empieza sus días a las cinco de la mañana, con el radio encendido. En persona o por teléfono supervisa el consumo eléctrico, la cantidad de trabajos periodísticos que se han publicado, la entrega de reportes de programa al departamento de economía y hasta los posibles focos de mosquitos. Ya después casi todo es papeleo, publicar contenido en las redes sociales, leer otros medios de prensa, escuchar todo lo que hay para el día siguiente y atender llamadas y consultas.
Este 19 de noviembre, aniversario 71 de Radio #Morón. Felicidades...
Posted by Eldy Mariño Córdova on Wednesday, November 18, 2020
La rutina es larga, y casi siempre transcurre en el sillón, porque una emisora puede dirigirse con un radio y un teléfono, como ha aprendido este año de una vez. De las cinco a las doce, cuando ya en la cama espera el cierre de la planta, de vez en cuando hay un respiro. El rincón del arte, por el que por fin le pregunto, debe tener mucho qué ver.
Allí cuelgan reproducciones de la Gitana Tropical, de Víctor Manuel; La niña de las cañas, de Leopoldo Romañach; Guajiros, de Eduardo Abela y El rapto de las mulatas, de Carlos Enríquez. La vanguardia cubana en una pared. Por verlos cualquiera sube quince escalones.