La historia no merece olvidos

Cuando el pasado 17 de septiembre se celebró el Día del Arqueólogo cubano, Ciego de Ávila entero debió mirar hacia el norte de la provincia y alegrarse.

Alegrarse por la historia y las anécdotas perennes que rodean al sitio arqueológico Los Buchillones, en Punta Alegre, donde la historiografía tuvo su premio al desenterrar y traer hasta las vidrieras de los museos piezas de incalculable valor, que mostraron los vestigios de una comunidad de agroalfareros con un avanzado desarrollo económico y cultural.

Si bien reza que el lugar había sido excavado y explotado desde la década de 1940, con evidencias de artículos en cerámica, piedra y concha, no fue hasta cerca de 1994 cuando el sitio volvió a llamar la atención con el descubrimiento de lo que parecían ser piezas de madera por dos jóvenes pescadores aficionados de la arqueología, hecho que vendría a ser insólito en el Caribe debido a las buenas condiciones de conservación que presentaba este material orgánico.

Entonces vino la batalla por el financiamiento y Norma Rojas García, entonces directora del Centro Provincial de Patrimonio Cultural, convirtió el asunto en su proyecto de vida, por el que no dejaría de abogar e insistir, incluso, después de su retiro.

Para 1994 se reanudaron los trabajos de excavación e investigación bajo el ojo atento del doctor Jorge Calvera Roses, y las demandas encontraron ecos en el Museo Real de Ontario, en Canadá, que aportó instrumentos avanzados para las labores y asumieron los estudios radiocarbónicos, que fecharon los objetos entre los siglos XIII y XVII. Como consta en investigaciones posteriores llevadas a cabo por el especialista Juan Enrique Jardines, del Departamento Centro-Oriental de Arqueología del CITMA, se han encontrado más de 1 000 piezas en madera, entre las que destacan artículos de uso utilitario y doméstico, objetos terminados en puntas, dardos o armas arrojadizas, ídolos, espátulas y vasijas.

Sin embargo, un antes y un después para la arqueología insular significaría el hallazgo de restos de viviendas con sus horcones centrales y laterales, así como de sedimentos de guano y partes óseas en los taludes del mar, que aludían a cráneos con deformación occipital. Luego aparecieron las primeras evidencias de enterramientos y se intentó definir el sitio funerario.

Bien sabe Doralis Nuez, actual directora de Patrimonio, que el trabajo de excavación y extracción de evidencias es solo una parte del proceso arqueológico, porque nada se gana si no se clasifican, estudian, conservan y socializan los resultados. Precisamente esa ha sido una de las tareas legadas alrededor de los objetos descubiertos, que hoy pueden ser admirados en el Museo de Chambas, en el Caonabo, en Morón, y en el Museo Provincial Coronel Simón Reyes, en la ciudad cabecera.

En 2011 Los Buchillones fue declarado Monumento Nacional y se erigió como un sitio arqueológico de obligada mención si de la interpretación de la cultura aborigen en el Caribe se habla. Se construyó un museo y, justo al frente, un área de investigación, adscrita al Ministerio de Ciencia Tecnología y Medio Ambiente.

Su excepcionalidad también la ensalzó varias veces el historiador Eusebio Leal, y la palpó sobre el terreno en 2019, cuando una visita sorpresa desvió su curso hasta allá.

Entonces refirió que “la provincia debía darle el mayor interés posible y crear las condiciones ideales para resguardar las piezas y exhibirlas allí en su lugar original”.

Quizás porque para entonces ya eran evidentes algunas muestras de deterioro y marasmo, acentuadas luego del paso del huracán Irma en 2017 y de la llegada de la COVID-19, que obligó a cerrar las puertas de las principales instituciones culturales de la provincia.

Si bien la falta de recursos ha impedido continuar las excavaciones en un terreno que la ciencia considera aún fértil y virgen en materia de estudios, a juzgar por su extensión, ha faltado también una visión integradora acerca de su valor histórico, patrimonial y estético, que le de continuidad a lo que una vez se fraguó allí.

Es que cualquiera se asombraría de saber que solo el mar revuelto al paso de la tormenta tropical Laura trajo a flor de tierra más de 15 objetos “rescatados” por personal del museo.

Vía telefónica, Invasor conversó con Orestes Guedes Macías, director del Museo Sitio Los Buchillones, y supo que desde el paso de dicho huracán el museo mantiene sus puertas cerradas debido a las condiciones infraestructurales y las 70 piezas están guardadas en almacén. La opción ha sido mantener la vitalidad a partir de la visita al sitio de mar.

Tendríamos que agregar que este centro no fue inaugurado con todas las condiciones, pues se pretendía continuar las labores constructivas para crear más capacidades de almacenamiento y vitrinas para exhibir la variedad de objetos.

En la práctica no fue así y más de 1 000 piezas permanecen en manos de coleccionistas privados, que aún con sentido de pertenencia y voluntad para donarlas, se niegan a hacerlo si el destino final será un depósito lejos de los ojos del público.

Cuando la COVID-19 sea un recuerdo y la dinámica de la economía cubana vuelva a la normalidad —lo cual tampoco significará holgura—, habrá que hacer un alto y pensar, recordar que desde el norte de la provincia el sitio Los Buchillones y la historia que lo avala piden recordación y auxilio.

Que la Comisión Nacional de Arqueología, desde su fundación estableciera la obligatoriedad de solicitar permiso para...

Posted by Patrimonio Ciego de Ávila on Thursday, September 17, 2020