Hilda: una larga historia

A sus 95 años, Hilda habla en plural porque durante la mayor parte de su vida ha sido réplica de Gladys, y viceversa. Ahora nos queda pendiente una conversación con Gladys. ¿También idéntica? Pocas cosas en el siglo que ya casi tienen han separado a dos gemelas tan espejo que, aun en casas distintas y por fuentes diferentes, ambas se contagiaron con la COVID-19, al mismo tiempo. Y, por supuesto, las dos sobrevivieron

En sus ratos de lucidez y luego de 70 años de matrimonio, Hipólito le escribía décimas a Hilda, la mujer que hace poco ha enviudado porque es imposible rozar siglos sin pérdidas y ella, que antes ya había perdido a un niño que se le llenó de arrugas, sabe que sobrevivir tiene eso: te vas quedando sin un hijo, sin esposo… pero te quedas.

Sin embargo, ella es tan fuerte a sus 95 que cuando Hérmida me recibía con el preámbulo de que su madre era una generala incansable, ni siquiera esa imagen me convencería de que aquel zepelín que viera pasar de un cuarto a otro, de espaldas por el largo pasillo, fuera “la viejita de la que me habían hablado”.

Encima, viene caminando desde el fondo y casi que grita el “ya voy, espera, deja ponerme el nasobuco,” que llega primero, por más que ella se apure, mientras uno sigue pensando que no es la gemela de la entrevista, pues no divide palabras. No dice "po-ner-me-el- na-so-bu-co”. Y como me había convencido de que a los 95 las fuerzas flaqueaban hasta para soltar palabras y era por eso que los viejitos las colocaban con calma y se tomaban su tiempo (quizás también por tener tanto acumulado y no saber qué hacer con él), pues seguía fija en mi incredulidad.

Hasta que Teresa Hilda Pérez Martín no dijo “ esa soy yo” y sonrió con una picardía más infantil que el timbre de su voz, no salí del estupor al que ya me había sometido Jose Aurelio Paz una semana atrás. Entonces Jopa, quien les había celebrado el cumpleaños 92 por “todo lo alto” con una de sus brillantes crónicas, dejaba en mis manos la saga de sus gemelas, que “acaban de cumplir 95 y vencieron la COVID”, escribía desde su ingreso hospitalario, tratando ahora de vencerla él.

Estas chicas, mis "quinceañeras eternas", a las que les hice un reportaje hace tres años, acaban de pasar la covid, y el...

Posted by José Aurelio Paz Jiménez on Wednesday, September 1, 2021

Por eso pensé que me enfrentaría a secuelas, que habría fatigas, faltas de aire, dolores y muchos “ay mijitita de eso no quiero acordarme”, y resultó que Hilda tuvo unas diarreítas, comía muy poco, perdió el paladar, el olfato…y ya. Y significa que su gemela Gladys… pues lo mismo. Nada grave en el julio de crisis sanitaria que vivió esta provincia y de la que ellas escaparon en casa. Ni se ingresaron.

Allí donde se asegura que la convalecencia deja los cuerpos con “achaques” hasta seis meses después, dígase también que Hilda solo habla de la COVID si se la mencionan. Que su estrago más visible es, apenas, el bajo peso, creíble en un rostro afilado que contrasta con la imagen de hace tres años.

Gemelas espejoJOPAAsí lucían al posar para Juventud Rebelde hace tres años

No se nota en sus caderas porque lleva una saya plisada hermosa y, a la usanza, una sayuela “que claro que tengo que ponérmela, ¿pa´ cuándo la voy a dejar?”, se preguntaría ante mi elogio y el sarcasmo me tuvo riendo hasta que aseguró que la COVID tampoco le dejó el miedo. Su útimo temor data de seis años, es la fecha del más cercano que recuerda; que debió, no obstante, parecerle muy rutinario a quien siempre andaba detrás de sus dos hijas becadas, un domingo sí y otro también. La continuidad de estudios se le convirtió en continuidad de jolongos que se remangaba sin chistar porque “ aunque pesaran, eso de ir a ver a las niñas a la escuela era cosa de madres”.

Y de madre, a sus 89, se subió sola a un avión para ir a ver a su hija que “vive en Miami, el lugar más lindo que hay”, cuenta como si hubiese visto medio mundo y pudiera decantar. Pero Hilda hasta “el otro día” —que en su vida vienen siendo unos 20 años— vivió en un campito perdido del mapa. Por nostalgia, quizá, lo dice: “El Guabán, por allá por La Teresita, eso queda…” y la interrumpo, para sorpresa de ambas.

Lo menos que esperaba Hilda es que la “periodista de ciudad” que iba a celebrarle su supervivencia terminara sabiendo no solo dónde queda el Guabán, sino cómo saben los caimitos cartagenas que rodeaban las arboledas, camino a su casona. Y lo menos que esperaba la periodista era que Hilda fuera una de aquellas señoras que se impacientaban con la chiquilla relambía de la bodega donde ella, también, compraba. Si los horcones de La Reforma se hubiesen permitido una cámara de seguridad ahí aparecería Hilda, desesperada.

30 años después se ha vengado magistralmente: tiempo al tiempo, parece que dijo.

Ahora es ella quien provoca desesperos. ¿Cómo ha sobrevido? ¿Qué ha hecho para mantenerse así? ¿Cómo es que se muestra tan lozana y presume de no tener fracturas ni huesos adoloridos, ni espuelones, ni toma pastillas, ni la presión se descompensa... Hilda solo tiene dos “males”: los dientes postizos que debe arreglarse “cuando todo esto acabe” y los espejuelos que usa si va a coser o a bordar pañitos.

De hecho, en un santiamén me obliga a escoger uno, es un regalo, me siente cercana, aunque dos horas después de mi partida su hija escribiera al WhatsApp: “nos dimos cuenta de que hasta familia somos”. Pues Hilda, que no para, se puso a hilvanar apellidos, nombres, casas y concluyó que mi bisabuela y su mamá eran primas hermanas.Tanto dio ella que me declaró familia, oficialmente.

Gemelas espejoCortesía familiarInstantáneas en sus 95 cumpleaños

Aunque dice Hérmida que eso de querer a la gente, ser buena y servicial es costumbre de un campo del que Hilda no ha podido desprenderse. “Bueeeno, ni ella ni mi tía Gladys. Con aquella es lo mismo”, sonríe. Se enferma una, se enferma la otra, se alegra una, se alegra la otra. “Están unidas misteriosamente”, cree.

Pero no tanto. Un espermatozoide y un cigoto dividido en dos embriones le pondrían ciencia a un asunto que luego la vida se encargaría de “revocar” otra vez. ¿O qué parte de la genética explica que dos gemelas se casen con dos hermanos “para toda la vida”, que se presientan la una a la otra, o que 95 años después de haber sido sietemesinas de monte adentro vinieran a la ciudad de los portales a presumir de su existencia?

Sobrevivir, como si nada las perturbara, tan sanas y rozagantes; como si las botellas de agua caliente que les encubaron el calor de los primeros días hubiesen tenido dentro una pócima extraña de la que nadie sabe. Y todo parece indicar que se llevarán el secreto adonde vayan… un día.

Gemelas espejoCortesía familiarNos queda pendiente una conversación con Gladys. ¿También idéntica?