Fátima y Ray, los inmortales

Como parte de la programación del XXI Festival de Música Fusión Piña Colada, se presentó en la UNEAC avileña el monólogo Fátima o el parque de la fraternidad

¡Ay Habana, paraíso encantado! Fátima no
se rinde, Fátima es inmortal.

Miguel Barnet

Emotivo y visceral; auténtico e irresistible; perdurable y con un dominio de la técnica actoral que supera toda comparación. Así, creo yo, se presentó el monólogo Fátima o el parque de la fraternidad, interpretado por Ray Cruz y dirigido por Claudia Zaldívar y el propio Ray, en Ciego de Ávila.

Lo primero que me llamó la atención fue el abarrotado patio de la UNEAC avileña. Después, me supo a gloria el nivel de conexión que hubo entre Fátima y el público.

Quizás su físico, la fuerza del ideario colectivo, la contundencia del texto y su manera de interpretarlo, pusieron garras en el asunto. Lo cierto es que un solo intérprete se supo echar en un bolsillo a toda esa gente que estuvo pendiente de la puesta para venir a verla. Y se identificó con ella. Sin reparos y abiertamente.

A pesar de que en esta ciudad, famosa por sus portales, pareciera que el machismo más conservador aún estuviera a la orden del día, con todo y lo actualizada que pudiese estar la sociedad.

Cuando Fátima, en los minutos iniciales, bajó al público y escogió muy sabia y respetuosamente a su “acompañante”, supo a ciencia cierta a quién y por qué, subirlo a escena.

Y allí mismo se consagró esa magia que no abandonaría a la puesta en durante la hora que duró.

O sea, Ray Cruz estaba estableciendo sus reglas de juego, con suma cortesía y carisma, y estaba degustando esa empatía que ha de crearse entre un actor y su público.

Lo consiguió con creces, porque nadie fue capaz de levantarse de su asiento ni se cohibió en mostrar signos de aprobación ante cada parlamento. Incluso, las masas supieron valorar los símbolos culturales que fueron desfilando en todo el monólogo. Y me refiero, sobre todo, a la ovación que recibiera el Bola de Nieve cuando su canción icónica fue interpretada, por ejemplo.

Establecidos los puentes de comunicación entre los espectadores y Fátima, solo quedaba que la trama fuera sucediendo en el tiempo y, para ello, el silencio concentrado del público, su aceptación, y un dominio total escénico, fueron medulares.

La obra respeta en demasía el cuento escrito por Miguel Barnet y que mereciera el premio Juan Rulfo en 2006. Solo le hace las precisiones necesarias y los ajustes que consideraron más a tono.

“Escogí lo que creí más necesario para hacer el discurso a favor de la comunidad que ha sido mal vista y poco aceptada por nuestra sociedad. También quisimos darle un poquito de alegría a Barnet, nuestro feliz amigo, que ha estado pendiente de todos los logros de esta puesta y sin su obra nada de esto fuera posible”.

Así lo declaró a Invasor, Claudia Zaldívar, la directora. “El principio de la obra no fue más que una investigación que yo hice sobre el Parque de la Fraternidad y quise que se desarrollara en ese lugar, porque significa mucho para esta persona, para Fátima. Gran parte de su vida la vivió ahí, conoció a Andrés, se prostituyó y le pasaron muchas cosas ahí. Quisimos ubicar al espectador en tiempo y espacio para que él mismo se respondiera a las preguntas de, ¿dónde está? ¿Qué significa esto? Y además, ¿por qué no?, defender a Fátima desde su mismo terreno”.

Después de salir a escena, Ray Cruz dijo a Invasor que no quiso ver las otras versiones de la obra, “quería hacer la obra que Claudia adaptó, sin volver a la película que ya había visto hacía mucho tiempo, para no intoxicarme. Empezamos a montar y acordamos dejar a un lado, lo más lejos posible, esos referentes artísticos y nos propusimos ir por nuestro camino, a ver qué pasaba”.

obra teatro Defender a Fátima desde su mismo terreno

Lo que nos demuestra que su actuación es visceral y auténtica, basada en la observación social y psicológica de la vida. Apenas buscando esos alusivos artísticos que el público sí tiene y al que acude para comparar, como la película del 2015, de Jorge Perrugoría e interpretada por Carlos Enrique Almirante.

Con un lenguaje corporal que rozaba con la genialidad desde la soltura más exquisita; excelente empleo del aparato fónico que iba desde una voz más gutural y sostenida, hasta el susurro más cándido; la manera chavacana de hablar del cubano y, en especial, del habanero; con un personaje sostenido y un empleo del espacio escénico con toda lucidez; Ray Cruz se lució en escena cual torero en la plaza.

No por naderías mereciera el premio al Mejor Actor en el Sexto Festival Internacional de Monólogos Casa Tanicho, México, y el Caricato 2024, en la Isla. Lo cual no deja de satisfacerlo.

“Yo estaba en Matanzas cuando me avisaron del premio, había actores muy buenos en competencia, pero sí sabía que estaba nominado también. Yo soy de los que sienten que el mejor premio son esos aplausos que te da el público. Pero un Caricato es un Caricato. Y es una responsabilidad, porque una cosa conlleva a lo otro. Premio contra calidad. La gente quiere saber ahora el por qué de los premios. Yo trato de hacerlo lo mejor posible”.

El público avileño reconoce a Ray Cruz como ese actor de valía, no solo por sus interpretaciones como el Miguelito de Al habla con los muertos, el conductor de Pensando en 3D, o el padre cristiano de Calendario; y tantos otros personajes, sino, también, por su capacidad de desdoblarse y ser creíble.

“Pero en Ciego de Ávila hay un público conocedor del teatro y que gusta de él. No sé si ustedes lo habrán percibido. Pero ahí mismo, lo que acaba de pasar con Fátima, que en apenas tres minutos de comenzada la obra ya ellos estén de este lado de la escenografía más que desde sus asientos, es buena señal”.

Para Claudia dirigir a Ray, además de compartir la vida, es bastante fácil, “porque Ray lo tiene todo bastante claro, es exigente y hace que las cosas fluyan. El montaje del monólogo no ha sido una batalla familiar, ha sido casi un remanso de paz, sin dejar de tener su batallar, por supuesto”.

A este monólogo aún le queda mucha vida y logros por cosechar, por lo pronto, la inmortalidad le queda corta y será determinante para el destino de las muchas Fátimas que habitan la Isla.

Y al decir de Miguel Barnet sobre el cuento, se escribió de ellas, “porque las he visto aquí en Cuba, en Europa, en todas partes y he sentido un gran respeto y una gran compasión, porque sufren uno de los dramas más terribles: no querer ser como son”.

Lo cierto es que con esta nueva versión teatral Ray y Fátima han demostrado que son inmortales.

Posted by Uneac Ciegodeavila on Friday, April 5, 2024