En letras mayúsculas

Lo vio nacer. Y bien pudiera decirse que nacieron juntos. Él vino al mundo el 26 de julio de 1979 y lo bautizaron como Invasor. Ella lucía el esplendor de su juventud, y se lanzó a formatear sus páginas, las de entonces, más grandes, con procesos muy distintos a los de ahora. Aunque los de ahora no le fueron ajenos durante muchos años, hasta que decidió acogerse a la jubilación, el pasado 2018.

Creció junto con él. Lo vio padecer los achaques de la obsolescencia tecnológica en el momento en que la era digital lo “invadió”, y las manos que antes accionaban cajas y linotipos, ahora rozaban temerosas los teclados de las computadoras. Mas, la resistencia al cambio fue menor que la tentación de aprender lo novedoso y darle a él lo mejor. En el caso de ella, casi toda una vida.

Había dejado de ser “formatista” para convertirse en “diseñadora”. Que para algunos es casi lo mismo, sin embargo, como dicen los que saben, no se escribe igual, porque tampoco su significado es equivalente.

Él se mostraba cada día al principio; cada semana una vez llegado el Período Especial, (aquel que intentó apagarlo, pero no pudo), vestido con las mejores galas que salían del talento y la autosuperación de ella. Y ella lo amaba (lo ama, y no lo niega, sin que sea, precisamente, traición a Humberto, el hombre que un día la desposó y… hasta hoy, porque el matrimonio es eternidad cuando es verdadero).

Así, sin proponérselo, con el tiempo, ya no era solo la diseñadora, sino “la profe” para otros jóvenes que se enrumbaron en esa profesión, o cambiaron el rumbo, pero aprendieron con ella.

Y él, su periódico, alcanzaba la mayoría de edad en cada edición, y la admiraba sin que ella lo supiera, desde la sinceridad y el agradecimiento; lejos de toda lentejuela falsa. La admiraba, además, por su entrega, y hasta por aquel toque de su personalidad que algunos califican como despiste, pero que en verdad se llama nobleza.

Él, que es, a su vez, toda su gente, prefiere hablar de ella y tratarla de “usted”. Decirle gracias. Pronunciar su nombre completo y escribirlo en letras mayúsculas, aunque deba romper las normas del diseño actual: MARÍA ELENA CARRAZANA ÁLVAREZ. Decirle, “yo la amo”. O mejor aún, conjugar ese verbo en plural, y entregarle la prueba más clara de ello: el premio provincial de periodismo Orlando Castellanos Molina Por la obra de toda la vida.