El otro bullicio de los museos

Cuando las puertas de los trece museos de Ciego de Ávila cerraron al público y la oferta cultural cesó, en su interior comenzó otro bullicio, un ir y venir silencioso como de hormigas, que permitió desmontar salas, devolver a los almacenes piezas de valores excepcionales, reasignar tareas y prever un cronograma eficiente de conservación preventiva.

A la larga, el asunto fue más complejo, y lo que parecía una medida de días se transformó en meses, en los que hubo que reorganizar otra vez grupos de trabajo que aportaran desde cada área al rescate, investigación y divulgación del patrimonio cultural.

Por eso, Doralis Nuez González, directora del Centro Provincial de Patrimonio Cultural, no exagera al afirmar que, incluso cerrados, se han logrado resultados que hablan de la renovación de proyectos museográficos y museológicos, de la actualización de los inventarios correspondientes a más de 60 000 objetos museables, y del fomento de la investigación por parte de los historiadores y especialistas.

Más o menos así se explican también Idenis Mauris y Elsa Viol, quienes desde el Departamento de Investigación del Museo Provincial Coronel Simón Reyes Hernámndez, en el municipio cabecera, se encargaron de actualizar la descripción de las piezas y el sistema de documentación en lo referido a la codificación de valores en correspondencia con la relación de objetos existentes.

Aunque, para ser exactos, esto no ha sido exclusivo de la ciudad avileña, sino que, desde cada rincón de la provincia, se ha hecho lo posible para mantener la vitalidad de estas instituciones, lo cual se traduce también en salvaguardar la historia y hacerla imperecedera. Las acciones de conservación, aunque prescindan hoy de termómetros para medir la humedad y máquinas de fumigación, son precisas en horas y días, y reinventan modos y mañas para devolverle lozanía a piezas y documentos de valores excepcionales. Con ese empirismo obligado por la ausencia de especialistas en la materia y de los recursos ideales, los protocolos más eficientes son retirar el polvo, lustrar las vidrieras y ventilar los locales.

Museos Conservar de modo preventivo las piezas las mantiene en buen estado

Ahora, con la llegada de la segunda fase de recuperación pos-COVID-19, les ha tocado estar entre las primeras instituciones culturales en volver a recibir al público dentro de sus cuatro paredes y, desde ya, se prevé un cronograma variado, que retoma las exposiciones transitorias y las charlas educativas, mientras que en los municipios de Chambas, Bolivia y Morón destacan los recorridos por zonas patrimoniales en aras de promover los valores e historia local.

Sin embargo, nada será como antes, y el acceso a las colecciones y exposiciones reducirá el flujo de personas en un 30 por ciento; se mantendrá la distancia de 1.5 metros entre los visitantes; se limpiarán con frecuencia medios, útiles y herramientas de trabajo; se desinfectarán las áreas comunes y se habilitará un espacio para la cuarentena de los bienes de nuevo ingreso y los recibidos después del préstamo temporal.

Si bien la afluencia de público ha sido una preocupación constante, que todavía no se alivia del todo, las cifras no son despreciables e ilustran como las visitas dirigidas y coordinadas fueron efectivas en un 2019 con más de 90 000 visitantes nacionales y 18 389 extranjeros, como parte de los intentos por incluir estas instituciones en las rutas del turismo de ciudad.

Con este antecedente, tampoco se renunciará a la posibilidad de encontrar disfrute en un museo durante el verano cuando se aprenda del sincretismo religioso, los vestigios de la arqueología avileña, o de la Trocha de Júcaro a Morón, frente a la colorida maqueta que la delinea con exactitud.

Se trata de apreciar a los museos en su real dimensión, no como almacenes de cosas viejas y mucho menos como repositorios ociosos porque resultan fuentes de aprendizaje que narran de un modo más vivencial la historia y no merecen detrimento alguno. Ojalá una de las ganancias de este 2020 sea aventurarnos a redescubrirlos.