La cuenta de Instagram de Daya Aceituno y la Banda subió un reel, donde se compara cómo cree el público que sea la preparación antes de un concierto ―con total seriedad entre los músicos― y cómo realmente es ―en el ómnibus, cantando y bailando. En síntesis, esa es la Banda, la primera y única en Cuba que toca y baila a la vez, como lo promocionan en la red social. Y, por tanto, de las que lo hace sin atriles ni hojas amarillentas raídas, con jóvenes en tenis, jeans y un pulóver blanco con el logo identificativo.
Cuando Daya Aceituno llega al escenario las pupilas le crecen. El escenario puede ser lo mismo un parque, una escuela en Ciego de Ávila, que un teatro de lujo o una plaza en Europa. Puede ser lo mismo bajo el resistero del sol de las 12:00 del mediodía que bajo un techo del que cuelguen finísimos faroles. Ella no repara en eso. Observa con minuciosidad el espacio que posee y acaso exigirá alguna modificación posible de resolver en cuestión de minutos. Los músicos, ellos y nadie más, cargarán con sus instrumentos y los colocarán donde corresponda.
A minutos de empezar todos se reúnen en círculo, como lo hacen los equipos de fútbol antes del pitido inicial. Aceituno, la directora, es la única que habla. La escuchan, con los ojos cerrados, agradecer por una nueva oportunidad de superación profesional. Rezan, o parece que rezan. Es una especie de rito, apenas un momento de intimidad. No hace falta repasar nuevamente el plan técnico-táctico. Ese lo ensayaron tantísimas veces.
Excepto el baterista, los demás se apartan. Es su momento, o su primer momento. Las baquetas producen una vibra que el público jamás espera. Jamás espera que la Banda rompa tan arriba. Difícil es imaginar que el espectáculo continúe a esa altura. ¡Qué ilusos!
Daya Aceituno irrumpe con el resto de la banda y asustan. El público no está preparado para una invasión así. Incluso habiéndolos visto por la televisión o en alguna presentación en vivo, habrá siempre cierta estupefacción. “Impresiona nuestra manera de tocar y bailar hasta en Holanda, donde estuvimos por un festival internacional de bandas, aunque allá hagan performances montados en bicicletas”, contó antes.
Ella siquiera tiene batuta ni está de frente a los músicos. Se proyecta hacia el público. Ahora es la “conductora de una guagua”. Los “pasajeros” ―el público― seguirán los movimientos que realiza. Daya al volante probablemente no se costearía los gastos mínimos, pero con ese simple recurso se ha comprado el Instituto Preuniversitario de Ciencias Exactas (IPVCE) Cándido González, en Ciego de Ávila.
#Resumen| Daya Aceituno & La Banda son todo terreno y cuando decimos eso, afirmamos que su música es para todo tipo de...
Posted by Festival Piña Colada on Thursday, April 11, 2024
Durante la edición XXI del Festival Piña Colada, del 3 al 7 de abril de 2024, tuvo una serie de presentaciones. En la gala de inauguración oficial, sobre las 7:00 de la noche, en el parque Martí de la ciudad avileña, concluyó un concierto que iniciaron la Orquesta Sinfónica de Camagüey y el Coro Profesional de Camagüey. en celebración de los 25 años de Corávila.
La Banda demostró que estaba loca. A los futbolistas que son muy atrevidos, que se exponen al límite, les llaman “locos”, o cuando los directores técnicos sorprenden con una estrategia impensada también les llaman “locos”. Pues Daya padece de eso y contagia. Y si no, ¿cómo “arrolla” por todo el bulevar? ¿O cómo es que para el tráfico en unas de sus intersecciones? ¿Cómo provoca ese alboroto sin que ningún conductor se atreva al menos a presionar el claxon?
Entre la Banda y el público no existen mediaciones. La Banda, por el contrario, prefiere acortar las distancias. Ese linaje que tal vez haya artistas que arrastren consigo, aquí se pierde por completo. En el espectáculo, siempre hay un punto en que se entrelazan los músicos y la gente formando una gran banda. Así, igual a esas veces en que el club gana la liga y todos los hinchas se lanzan indetenibles a la cancha.
Con los chicos del IPVCE en Ciego. Maravillosas oportunidades que nos ofrece el Festival Piña Colada Daya Aceituno Banda Boyeros
Posted by Daya Aceituno & La Banda on Saturday, April 6, 2024
La diferencia es que ahora las superestrellas son graduadas de la Escuela Nacional de Arte o del conservatorio Amadeo Roldán, entre 18 y 25 años la mayoría. Cumplen su servicio social, estudian en el Instituto Superior de Arte (ISA). Y, como la Banda es siempre sui géneris, una estudia la carrera de Veterinaria y otro es ingeniero industrial.
La Banda está compuesta por saxofón, flauta, clarinete, trompeta, trombón y percusión. Aceituno, por “recomendación médica”, para contrarrestar el asma, estudió música. En específico, egresó del conservatorio Alejandro García Caturla con nivel elemental de música en la especialidad de dirección coral y con nivel medio del Amadeo Roldán. Obtuvo título de oro del ISA con el bombardino, “un instrumento que pocos conocen, intermedio entre la tromba y la tuba”, añade quien, a la vez, lidera la Banda Municipal de Boyeros.
Una universidad más, eso es la Banda: Ellos quieren salir graduados de aquí, dice Aceituno con otras palabras. Primero, por supuesto, están por cuánto les pueda aportar profesionalmente la experiencia. Daya les comenta a los alumnos del IPVCE que sus músicos pudieran ganar más dinero en una agrupación popular, por ejemplo. Ese mensaje es lo segundo: Todavía hay jóvenes en la Cuba de hoy que sobreponen generar ingresos por la vocación de ser quienes quieren ser. Todavía hay Dayas…
“Nosotros quisimos crear un formato diferente de bandas de conciertos, brindarles una propuesta diferente a los jóvenes, para que les guste, para recuperar esta música que casi estuvo perdida”, cuenta Daya con un halo de emotividad en cada palabra. “Se puede bailar, gozar, disfrutar, brincar y pasar un buen rato con una banda”, dijo en entrevista con Adelante.
En el tiempo de vacaciones, Daya originó el proyecto “Banda de Verano”, dirigido a los estudiantes de las escuelas elementales de la música de La Habana, para repasar la asignatura Práctica de Conjunto “desde un enfoque divertido, diferente, tratando de despertar en ellos el interés por el formato de una banda”, explicó a los medios de prensa.
Detrás del espectáculo, es muy posible que los regaños, las frustraciones, los días que no quieran practicar, se pueden pesar en toneladas. “Mínimo tenemos que estudiar 2, 3 o 4 horas diarias, lo que podamos. Es repite y vuelve a repetir. Es muy difícil unificar las ideas a veces”, les cuenta a los alumnos del IPVCE.
Daya es una de cara al público y otra cuando se voltea a los músicos. Otra que debe parecérsele más a la de los ensayos. Pero nadie sabe eso, es imperceptible aquí. Es tal la soltura que todo parece improvisado.
Versionan Runaway Baby de Bruno Mars y le cambian el estribillo a la Havana Oh Na Na de Camila Cabello. Daya sabe a qué público se dirige y a partir de ahí elige el repertorio. “Aprenderse de memoria cada pieza, hacerlo sin leer las partituras no es fácil”, y no hace falta que lo jure. Como tampoco lo complejo de mantener la pulcritud de una banda de conciertos: es decir, tocar reguetón y, a la vez, no perder la esencia.
En marzo de 2023, en una entrevista a Cubasí, añadió: “El reto mayor es mantener, después de 10 años que llevamos de trabajo, una propuesta fresca, renovada, que esté en constante cambio (…). Montar nueva música y que esa música sea coherente con el discurso y con la proyección escénica que tenemos. Cada día mejorar esa proyección escénica, que no se quede en solo tocar y bailar, que pueda incluir actuar”. Suma música, baile y actuación, y la cuenta le da. Sí, Daya Aceituno incursionó en el teatro, o siempre lo hizo; pero el grupo Nave Oficio de Isla, que dirige Osvaldo Doimeadiós, fue su patente de alguna forma.
Hay cierta responsabilidad en mantener lo genuino. Daya lo incluye en el concierto. Es capaz de evocar a Compay Segundo, al Benny o a Martí con un aticismo inverosímil. Revuelve su ajiaco y, al más mínimo descuido, nos transporta a Brasil. Esa es la Banda. Y vuelve.
Hace señas para que graben a los jóvenes del IPVCE bailando casino. Está al pendiente de que Cuba buscará en los próximos días imponer el récord de mayor cantidad de personas bailando casino simultáneamente. Cuba lo rompió. “¡Qué bueno es verlos bailar casino! Los que saben, por favor, enséñenle a los demás”, y es asumible que más allá del escueto pedido, existe una preocupación por la trascendencia del arte.
Pregunta la hora. Pasaron los 90 minutos. Habrá que pitar el final sí o sí. Agrega tiempo de descuento. “Nos vamos como Dios manda”, alerta. Y Dios manda irse a paso de conga. Mientras la Banda regresa al ómnibus, la “afición” comenta sobre las gambetas y los goles del equipo de Daya.
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