Décadas de luz con el Circo en Morón

Si esta entrevista se acerca a un solo hombre, a pesar de que los 39 años que celebraron este 20 de mayo se deben a mucha gente, es porque en Morón el circo infantil Rayitos de Sol es, ante todo, la vida misma de Juan Alberto Iglesias.

Reúne sus sueños y sus desvelos, aunque a instancias formales sea más prudente mencionar que junto a La Colmenita habanera y La Andariega camagüeyana es de las tres compañías infantiles de referencia nacional. En casi cuatro décadas, Rayitos de Sol no se ha despegado nunca de su intención comunitaria, porque bajo las alas de la casa de Cultura Haydeé Santamaría Cuadrado ha crecido aquello que empezó en el patio de la casa de un muchacho, que hoy sentado frente a una grabadora mantiene fresca su memoria.

Iglesias era un adolescente cuando en juegos empezó a formar su vocación. A aquello le llamaron Alegría pioneril, y se fundó en 1981, mientras él era activista cultural de los CDR. Pronto se unió al movimiento de artistas aficionados de la Casa de Cultura, y empezaron a integrarlo niños que hoy son actores experimentados, como Omar Rodríguez, nombre que Iglesias menciona rápido y con cariño.

“En 1985 competimos por primera vez en el festival provincial, contra los circos La Edad de Oro y Estrella Roja, y en el 1986 yo voy para Angola. Por suerte, el circo continuó funcionando, y a mi regreso en 1988 es que empieza a llamarse Rayitos de Sol”, cuenta.

A partir de 1990, año en que se acercan a la Escuela Nacional de Circo a través del festival Pista Joven y que actúan por primera vez sobre un escenario como el del Teatro Karl Marx, el prestigio del circo empieza a forjarse.

Con el nuevo milenio se funda el proyecto Jardines del Rey, que reúne a los miembros crecidos del circo infantil, y merecedor del premio Escaramujo, de la Brigada de Instructores de Arte José Martí. Pero tras ganar los premios Mejor espectáculo, y Mejor actuación femenina en el festival avileño Reparadores de Sueños en 2006, y de que el mismo Iglesias fuera considerado Vanguardia Nacional del Sindicato Nacional de Trabajadores de Cultura tres veces consecutivas, le sobrevino una etapa de su vida en la que dejaría muchos frutos.

“Yo me voy en 2009 como colaborador a Venezuela. Trabajaba como instructor, y fundé allí el primer circo infantil, que se llamó Rayitos de Sol (porque si estaba yo tenía que llamarse así)”.

Esa experiencia, que le valió varios reconocimientos en Cuba, lo llevó de vuelta al Sur en 2014, cuando a través de su arte trastocó para bien muchas más vidas.

“En este viaje fui uno de los fundadores de las Bases de las Misiones, que incluían trabajar en el tema de la pobreza. Me tocó trabajar en una comunidad que se llama Caisa, en el estado de Miranda, donde fundé el tercer Rayitos de Sol. Ahí conviví por dos años.

”La experiencia de convivir en la extrema pobreza con niños que ni siquiera sabían lo que era un circo, está tan grabada en los archivos de TeleSur como en la memoria del protagonista.

“Allí tuve que hacer de todo —recuerda—. Tuve que alfabetizar a muchos de ellos porque no sabían ni la edad que tenían. Vendíamos cositas en el mercado para poder comprar los vestuarios.

Gracias al circo y a los deportes muchos se alejaron también de la violencia. Y ellos, como no tenían dinero para comprar postales por el día de los padres o del maestro, me regalaban dibujos. Por eso la despedida fue muy dura, muy triste. Porque ya yo era parte de ese pueblo.

”Las fortalezas que cosechó tan lejos no le valieron solo el Premio Nacional Olga Alonso, sino la certeza de que el trabajo con los niños, en las comunidades, tenía un poder insospechado. Por eso hasta hoy Rayitos de Sol no se detiene. En su hoja de vida figuran la acrobacia, los patines, la magia, las payasadas, el equilibrio, los malabares o el aro giratorio, que ejecutan con gracia un puñado de 20 niños moronenses.

Pero aunque gracias a sus empeños Juan Alberto Iglesias sea Hijo Ilustre de Morón, y merecedor de la distinción Caonabo más de una vez, su mayor orgullo está en los 20 viejos integrantes que siguieron el camino hacia la Escuela Nacional de Circo, de los que son artistas del Circo Nacional de Cuba, de su familia y en especial de su sobrina Andrea Aguiar Iglesias, que hoy es entrenadora y trabaja codo a codo con él.

En estos días atípicos, en que sus niños están resguardándose en casa de una epidemia, más que un circo, parecen familia. Iglesias los visita, les indica ensayar en la casa para no perder el talento que les tenía asegurado un número en la Carpa Trompoloco antes de que llegara el coronavirus. Los sueños realizados como ese, hay que cuidarlos con esmero. Porque, ya nos había quedado claro desde el principio, pero él lo reafirma: “No sé qué sería de Iglesias sin Rayitos de Sol”.