Fotomontaje de Invasor con fotos tomadas de Facebook Era fácil suponer que no iba a durar mucho aquel taller juvenil que Invasor anunciaba como recién creado justo a la entrada de la pandemia a Cuba. Ciertamente más fácil era que dejara de funcionar y se auxiliara de pretextos muy válidos, como que no es posible reunirse cada jueves.
Un año y medio después, la que no tiene bríos suficientes para seguirle el ritmo a las ganas de hacer de los muchachos es Marilú Cruz Hernández, una de las asesoras de literatura de la Casa de Cultura Haydée Santamaría Cuadrado, y “madrina” del proyecto.
Eso lo dice ella tras haber gestionado por meses un taller virtual, buscado todos los medios para lograr un boletín literario, compartirlo en las redes, pasar la COVID-19 ingresada y con el teléfono lleno de mensajes.
“Ahí tengo el chat, lleno, esperando por que complete las revisiones. Yo voy revisando, pero su velocidad e intensidad me supera”, confiesa, y deja más o menos imaginar cómo será la dinámica del taller.
Un puñado de adolescentes atrapados en la casa, como todos, con una motivación diaria para levantarse a una hora prudente y trabajar en una tarea creativa. Desde la psicología ya nos han advertido lo terapéutico que puede resultar la escritura en tiempos de pandemia, especialmente para niños y niñas, así que estos creadores ya tienen doble excelente.
“Los retos ya se los están poniendo ellos mismos. Cuando no he podido estar entre ellos, aprendieron a funcionar con vida propia e independiente”, comenta Marilú, que ha tenido que buscar ayuda en Ismael Cruz Parada, ya experimentado en la literatura y el funcionamiento de talleres y boletines de aficionados.
Daniela Sánchez, una de las talleristas, no la deja mentir. “Tomamos la idea de sobrellevar el taller a través de un grupo en WhatsApp en el cual intercambiamos con retos para escribir que hemos ido seleccionando de Internet u otros que tenía una compañera nuestra. Luego ponemos un horario determinado para conectarnos todos a la vez y debatir sobre nuestros escritos”.
Muy curiosos que deben salir los resultados de quince o veinte cabecitas con estas provocaciones: “Escribe una historia de amor entre dos seres fantásticos” o “Escribe un relato en el que el protagonista vea el sol por primera vez”.
Gracias a Caballo salvaje eso ya no es un misterio. Cada dos o tres días el perfil de Facebook de la Casa de la Cultura ha compartido una página del boletín, desde el seis de agosto, para conmemorar el nacimiento de Ibrahim Doblado, hasta hace pocos días.
En otros tiempos, Morón ya tuvo su boletín Turiguanó, que el Taller Literario “Javier Heraud” promovía y distribuía por toda Cuba. Marilú, que lo recuerda de sus años de joven, no puede disimular la nostalgia. “Mira, aquello era una fiesta literaria. Cada tres meses, o, a veces, cada cuatro, se seleccionaban obras premiadas, se hacía el diseño, la maquetación (esto, manufacturado) y luego de revisar, corregir, volver a revisar, entraba a imprenta, donde los trabajadores se sumaban al jolgorio.
Tomada de EcuRed
“¡Qué felicidad verlo imprimiéndose después de tanto esfuerzo! Qué felicidad hacer rollitos con cada ejemplar, pegarle una tirilla con las direcciones, desde Pinar, la Isla, hasta Baracoa. Llevarlos a las valijas de los ferrocarriles, en cajas, y saber que de allí partían con la obra de nuestros autores para bibliotecas, direcciones de cultura, casas de cultura.”
Por eso en este Caballo salvaje se puso mucho empeño. No menos merecía el talento que ella asegura que tienen estos muchachos.
El Departamento de Literatura de nuestra Casa de Cultura casi va cerrando la presentación del Boletín Literario Juvenil ...
Posted by C Cultura de Morón on Friday, August 20, 2021
Varias gestiones se hicieron para que se pudiera imprimir, pero no tenían suficiente papel para un contrato mínimo de seiscientas hojas en la imprenta. Sin diseñadores ni entendidos, la escritora Claudette Betancourt se ocupó de ayudar con eso. Al final el homenaje a Ibrahim Doblado llegó, para alegría de quienes vieron por primera vez su obra impresa.
Lo confiesa Gabriela Catalá López: “Escribir ha sido una pasión recientemente descubierta. No sé con seguridad qué pueda pasar en un futuro, pero por ahora planeo seguir creciendo junto al taller”.
Hay niñas de preuniversitario haciendo ejercicios de economía del lenguaje. Niños con historias fantásticas. Muchachas casi doctoras escribiendo cuentos o poemarios enteros. Un par de novios que se conocieron en el taller. Testigos todos del poder del arte. Convencidos, en medio de la pandemia del siglo, de que Ibrahim no mentía: dejar de soñar es peor que morir.