Buscando a Óscar Sánchez

Momento de lujo con trova y literatura en La Moderna Poesía, de Morón. Invasor te lo cuenta con detalles

Lo mío no es fanatismo, pero desde que escuché las primeras canciones de Óscar me quedé con ganas de verlo en vivo. Comprobar si era posible interpretar una canción como si se fuera un actor de teatro. Para mí, él canta como si estuviera sobre las tablas; mezcla con naturalidad el humor, la improvisación y el arrebato, para conseguir una puesta en escena acorde a las exigencias de un público conspirador, e igual de arrebatado que él.

• Así se anunciaba el Trovándote 2022

Mientras José Ángel Guevara Tamarit, miembro de la AHS, preparaba el espacio, organizaba la lista y orden en que los invitados deberían presentarse, y estos daban inicio a la peña Es la hora, dedicada a la censura de la cancionística trovera, yo seguía durmiendo. Bien me había dicho José Ángel que habría una descarga especial en el café literario, con tales y tales artistas reconocidos. Sin embargo, aquellos nombres se me quedaron perdidos en un espacio vacío detrás de los oídos cuando dijo "Oscar Sánchez, ñaca ñaca, chuparle la semilla al mango".

—¡Ahhhhh, Oscar, ese...Sánchez, el de la nena y ñaca ñaca, y la semilla del mango!

—Siii, ese, ese.

Yo no me lo podía creer, o bueno, sí, pero eso es lo que una siempre piensa frente a sucesos inesperados. Era mi oportunidad. Mañana estoy ahí en punto. Ese día, alarma que suena a las 9, Lauren que sigue durmiendo. Aplazar 30 minutos. Alarma, resoplido, ardor en los ojos: 30 minutos más. ¿Qué hora es? Las 10 y 35. ¡Mi madre! Manos a la cabeza, espanto. Terrible, arrepentimiento; esto siempre la pasa a la gente vaga. Pero na', que Óscar Sánchez espere por mí.

Llegué tarde. En la entrada del patio trasero había un muchacho en pantalón y sandalias, cerca de él, conversaba con una señora un tipo con barba de corsario, maraña desaliñada y camisa de turista. Al de las sandalias le pregunto:

—¿Empezó hace mucho?

Más o menos, sí.

—¿Ya tocó Oscar Sánchez? – qué alto dije eso.

No, todavía.

—¡Bien!

Entro. Veo a los artistas expresándose como quién recuerda con intolerancia y dulzura —símbolos inconfundibles de la cubanía— su vida en los años 60. Todo lo que significaba revolución o decadencia, amor y cólera, evolución o estancamiento.

Así fue el poema de Masiel Mateo, y las sonrisas de los espectadores como un convenio con lo rememorado. Después, con Ángel Quintero el ambiente del patio se aligeró, gracias a los suaves rasguños que le hizo a la guitarra. Ángel dijo que sin la censura el artista no crece ni busca forma de prosperar, así que hay que agradecerle a la censura por obligarlos a continuar.

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A pesar de la intimidad del encuentro, hay mucha tela talentosa por donde cortar. Cada vez que se presenta un nuevo invitado hay aplausos, nosotros se los damos, se los regalamos, se los tiramos como besos. Y así estuve yo, como un aplauso perdido buscando a Óscar. No le conozco la cara, pero trato de identificarlo con algún detalle.

 trovadoresEl ambiente se prestó para nuestra complicidad

Descartando a los señores que peinan canas, a quienes ya conozco y al flaquito de la melena hirsuta —porque en ese cuerpo no debe caber la energía del autor del Pega Pega—, dos posibles candidatos son el de aspecto de corsario extraviado y ese de las gafitas con flow.

Entra en escena Amaury del Río, tunero con look de hipster, el de las gafas azules a lo Lennon o Bad Bunny —una mezcla rara de la moda—, uñas largas y barba. Claro. Amaury canta cálido y distraído, como si estuviera en un bar, rodeado de fans e iluminado por tenues luces de seducción.

Con Amaury de fondo, sigo observando al único posible Óscar. Aquí nadie aparte de él tiene cara de cantar como loco. Y menos de formar ese “relajo” que caracteriza a sus canciones. Ese pelo, esa barba... ¿qué tiene su barba? ¿Está enredada, amarrada? Esos ojos escondidos, su actitud serena y su presencia casi incógnita, que de alguna manera estimula al desorden coloquial, me dan una pista.

Otro cantautor, Héctor Luis de Posada, nos llega a los presentes con las anécdotas cantadas de "los locos de la travesía azarosa", como alguna vez llamó Invasor a un grupo de jóvenes trovadores que luchaban contra la censura inmerecida. Concluye Héctor y cede el lugar a Belarmino Quiñones. Este habla de sus amigos trovadores, los amigos de "antes" que ahora ya no están. Canta en homenaje a ellos y a Víctor Jara. Y como si la vida supiera de la tristeza que amarga al músico cuando toca ese tema, pone gris el cielo y envía una llovizna lúgubre y conmovedora que, más por la pena que por la incomodidad de mojarse, obliga a cerrar la ventana del fondo.

Ya cantaron todos menos él. En esta ocasión, tiene que ser Óscar o tiene que ser Sánchez, uno, transmutado, cualquiera: el de los berridos o el multinstrumentista. Lo presentan, dicen su nombre, y yo sigo sin creer que es ese. Qué va, algo más, esto no me basta. El supuesto Óscar se sienta, guitarra en manos y en rodilla izquierda, antes de comenzar quiere decir unas palabras con motivo del tema de la peña.

• Trovándote 2021 desde la mirada audiovisual 

Diplomáticamente comienza así: "Este tema sobre la censura, muchas veces me ha llevado a pensar que nosotros mismos somos quienes nos censuramos. A veces cuando hago una cosa u otra, alguien viene y me sugiere que no haga eso y yo siempre me hago la misma pregunta ¡¿Why not?! – ¡¿Por qué no?!".

El grito peliagudo fue el signo irrefutable de que, precisamente, delante de mí, estaba Óscar Sánchez. Sin miedo a hacer el ridículo, jugando con sus propias armas, construyéndose un camino, cantó. Comenzó propagando su movimiento “reparterismo ilustrado’’, con Cada uno a su oficio, al texto de José Martí y música propia.

‘’Es muy fácil decir ‘No, no, no. Estoy censurado. No me dejan tocar aquí, no me dejan leer allá, no puedo decir esto, no puedo decir lo otro’. Pero hazlo, que nadie te ha puesto con candado en la lengua, te lo estás poniendo tú mismo. Ahora, Internet nos brinda una serie de plataformas en las que podemos separarnos de la institución. Entonces, caballero nada, relájense y siempre háganse esa pregunta ¡¿por qué no?! Se tú, se feliz y descárgale.’’

Óscar expresó su gratitud con sus ‘’ homólogos de guitarras, versos y pensamientos’’ y continuó con La amenaza de la NASA, Muñecos y La calle de atrás. Canciones que cumplieron mis expectativas. Ahora tengo dos carpetas de temas suyos que me compartió por Zapya, que hablan de cerdos en azoteas, boleros hilarantes, Camaguacondas y Manjuaritrilas. Lo gracioso de esto será la cara que ponga la gente en las guaguas cuando me escuchen cantando, audífonos puestos, un repertorio tan variopinto y axiomático.