El esperado estreno de la compañía Polichinela abrió por todo lo alto Títeres al Centro, que hasta este sábado mantendrá la magia de los muñecos en la ciudad
Si fuéramos supersticiosos, diríamos que fue un mal agüero para el éxito la ausencia, por problemas de salud, de Rafael González Álvarez en el estreno de Bebé, la primera pieza de Polichinela bajo su dirección general y esperada desde hace meses por el público. Sin embargo, nada pudo opacar el brillo de esta puesta en escena, la cual volvió a encantar y marcó un punto de giro importante en la tradicional estética de la compañía.
Menos títeres, más actores de lo habitual y un diseño de vestuario colorido e ingenioso fueron las primeras cartas de triunfo. El resto lo hicieron las luces convertidas en cuerpo y alma de la obra, la cuidada selección musical, que tuvo como anfitrión indiscutible a Pedro Luis Ferrer, y el propio guion que, aun teniendo como sostén e inspiración el cuento Bebé y el señor Don Pomposo, de La Edad de Oro, sugirió otros matices, introdujo nuevos personajes y nos ubicó en un contexto diferente.
La historia comienza cuando Amalia, la mamá de Bebé, y sus criados Luisa, Jesús y Elena comienzan a preparar su mudanza a París, a todas luces en contra de la voluntad del pequeño y con la irremediable añoranza por lo que dejan atrás, sobre todo, “la ciudad, el monte y el mar”.
El viaje se parece al exilio y marchan tristes sin el padre del niño, quien en un primer momento se resiste al cambio. Logran convencerlo con la mentira de que él se les unirá luego de su llegada a Europa y con la presencia de su primo Raúl, cómplice de juegos y risas.
Justo cuando los efectos de sonido simulan un gran vapor con tres chimeneas, el ajetreo de un viaje y la música nos da otra dimensión espacio temporal, llegan a esta gran ciudad, representada como el performance de la modernidad, un sitio donde se habla de libertad, de fraternidad y de la igualdad entre todos los hombres; y donde un armatoste de acero, conocido como la torre Eiffel, comenzaba a generar polémica y acaparar todas las miradas.
La nobleza del alma de Bebé, tal cual aparece en el relato original, comienza a ser develada cuando se quita toda su ropa y se la entrega a los niños pobres sin importar los regaños de Luisa, cuando insiste en el abrazo de su madre o cuando juega con su primo Raúl, que no tiene mamá y siempre está triste.
El diseño de los títeres fue hermoso y sencillo
El títere que lo representa capta la ternura del personaje, así como la imagen y semejanza que pudiéramos tener de él, con una piel muy blanca, unos rizos rubios y su ropita de duque. De igual modo, es notable la vis cómica de Luisa, un títere bocón muy expresivo y con mucho movimiento, donde la mano y la voz de Richel Fernández Gómez hicieron todo el trabajo e introdujeron los únicos pasajes graciosos de la pieza, que le sacaron varias carcajadas al público, pues, en general, conmueve e invita a la reflexión más que a la risa o al desenfado.
De hecho, esta es una de las novedades de la propuesta: la búsqueda de que el mensaje perdure más allá de la risotada espontánea y el intento por sensibilizar, mientras labran un camino esbozado antes con la Carpetica de Yarey, pensada para niños en el umbral de la adolescencia y con actores en escena.
A intervalos nos llegan frases directas, que hacen honores al texto original y siguen ahondando en la bondad, la curiosidad y la ingenuidad del alma infantil en su forma más pura; como aquellas preguntas en ristre que Bebé lanzara a su mamá: “cómo crecen las flores, de dónde viene la luz del sol y de qué está hecha la aguja con que coses”.
Cuando Amalia recibe la invitación para tomar el té con el señor Don Pomposo, accede de mala gana. Una vez allí, aparece este hombre largo, estirado y con un bigote muy feo, representado con una gran capa malva que trasluce derroche y demuestra supremacía, ubicado, además, sobre una banqueta y en contrapicado desde el ángulo de visión del resto.
Él trata a Bebé como un príncipe y a su primo Raúl ni siquiera lo mira a los ojos, impulsado por el afán de conquistar a esta mujer, viuda y muy rica. Si algo señalaría es que hubiese sido muy provechoso unos minutos más de Don Pomposo en interacción con el resto de los personajes, para que los diálogos nos siguieran construyendo escenas nuevas en el argumento. También, vale prestar atención a la música de fondo, que por momentos ahogó la voz de los actores.
El sable que le entregó a Bebé parece que tiene vida propia y se mueve sobre las tablas, con su vistosa empuñadura dorada, ante el asombro del niño que se lo lleva, incluso, a la cama. “Un regalo muy caro”, enfatizan los parlamentos en varias ocasiones. Pero esa noche comprende que algo está mal. Raúl está triste y no quiere jugar, envuelto en sus sábanas.
Es aquí donde sucede el desenlace: el niño toma el sable y lo pone junto a su cama, antes de quedarse dormido abrazando a su primo. Lo que bien pudiera ser un mensaje para el padre ausente o un pensamiento de la madre es el cierre: “si todo lo bueno cabe en un grano de maíz, la semilla está echada, Bebé es un niño magnífico”.
Y por magnífico pudiéramos entender humano, con empatía hacia quienes lo rodean y con un alto sentido de la justicia y la igualdad, mensajes universales que, sin dudas, trascendieron más allá de los 50 minutos de montaje.
Los aplausos también los mereció, como dije antes, el diseño de vestuario, que corrió a cargo de Luis Gabriel, quien recién comienza sus estudios en el Instituto Superior de Arte, en la modalidad de Diseño Teatral. Las piezas creadas marcaron la diferencia en el repertorio de Polichinela, más acostumbrados a los retablos minimalistas y a vestimentas sencillas, donde los títeres captan toda la atención y no los actores. Ahora, fue casi a la inversa.
Para la arrancada, no hubo mejor regalo para la ciudad que un estreno de los anfitriones por excelencia de Títeres al Centro, pero lo cierto es que la fiesta continúa hasta este sábado, cuando el bulevar avileño acogerá La noche más larga del títere, un espacio de gozo y disfrute para quienes aman los títeres. Que la alegría de las marionetas perdure y que los titiriteros sean su cuerpo y su voz.
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Posted by Lian Diaz Arias on Wednesday, November 1, 2023