En el marco del Festival de Música Fusión Piña Colada, Invasor conversa con el pianista, compositor y arreglista Ernesto Oliva, un joven talento que desborda sensibilidad en cada interpretación
Entre componer, enseñar y tocar el piano, Ernesto Oliva no hace distinciones ni prefiere orden alguno, porque ha aprendido a vivir y disfrutar intensamente las tres facetas. Podría decirse que experimenta las mismas sensaciones cuando desborda sensibilidad frente al teclado, que cuando intenta traducir de la manera más simple posible técnicas y posturas a niños que apenas comienzan a dilucidar sus primeros acordes.
El lenguaje musical que ha construido imbrica armoniosamente la música de concierto y la popular cubana, con toques identitarios que lo remontan a su natal Guantánamo, donde el nengón, el changüí y el kiribá se llevan casi en la sangre. Después de ocho años de estudios, primero con el piano y luego en la especialidad de composición, esta hibridez se ha convertido en carta de presentación e ingrediente imprescindible para seguir creciendo.
“En nuestro país hay una escuela de piano, una manera particular de hacer la música; por eso, siempre que un cubano interpreta piezas clásicas hay resultados dignos y excelentes; sin embargo, el público siempre espera otra cosa. Cómo llevar los géneros considerados populares a las academias es un fenómeno que data del siglo XVIII, no es un asunto nuevo; no obstante, lo singular es imprimirle la experiencia que uno porta".
Se entiende, entonces, por qué la última pieza que compuso la tituló Guantabanera y, también, los conceptos y vocaciones que gravitan sobre su creación.
Para lograr esta obra mezcló un fragmento de la antológica Guantanamera, de Joseíto Fernández, pero llevándola al ritmo de habanera, en el que no existe la síncopa, un reto musical que le vino a la medida y que se sumó al sabor de un repertorio en el que figuran también títulos como Danzón guacho, Café changüiao, Maní con cacao y Cañenga.
─¿Cómo armoniza la creación con la enseñanza?
—Es muy difícil escribir para los niños porque hay que desnudar la melodía para lograr la franqueza y la transparencia que necesitan. He escrito una serie de piezas que se concentran en el libro Sones sin palabras, que alude a los álbumes del compositor alemán Felix Mendelssohn, Canciones sin palabras. En el material recojo desde piezas sencillas para los primeros años de iniciación de la enseñanza, hasta otras con complejidades técnicas propias del nivel medio.
“Esta es una forma de llevarlos a ese resultado musical de mezclar la música de concierto con la música popular cubana. No he hecho nada de manera aleatoria, sino que he seguido cierta metodología, apoyándome en las dificultades que encuentro en los estudiantes con los que trabajo; incluso, forma parte de mi tesis en Pedagogía”.
La belleza de su sensibilidad al piano es uno de sus atributos porque a luz salta su notable vocación de enseñar como...
Posted by AHS Ciego de Ávila on Thursday, July 7, 2022
─Proyectos por venir…
—El próximo 20 de agosto en el Museo de Bellas Artes, en La Habana, presentaré mi segundo fonograma, Mi Aldea, bajo el sello de la Empresa de Grabaciones y Ediciones Musicales (Egrem), el cual es resultado de la beca Ignacio Villa. En el disco abordo el universo sonoro de varias piezas, no solo a piano, sino con un formato que incluye, también, el contrabajo y dos sets de percusión en función colorística.
“Aspiro a que la interpretación transite el mismo camino que la hibridez que logro en la composición; debe encontrar su justa medida para ser como charanga, pero con lacito”.