Cortesía de la entrevistadaMadre e hija, juntas al inicio y final de cada jornadaNailyn despierta, de lunes a viernes, media hora antes que Deilyn. Prepara la merienda escolar de su hija de once años. Le revisa los libros y las tareas, si la noche anterior no pudo por agotamiento. La levanta. Desayunan. A veces, la deja en la escuela a las 6:30 de la mañana, en otras ocasiones a las 7:00, porque su trabajo la demanda desde bien temprano. Al mediodía llama a la escuela para saber si almorzó, si está bien…
Por la tarde, la mamá de Nailyn recoge a Deilyn. Reiteradamente, esta abuela se encarga de prepararle el baño y la comida. Nailyn regresa sobre las ocho de la noche y pasa por la niña. Recorren desde el poblado Patria hasta la ciudad de Morón.
Para ambas es posible que el día favorito sea el sábado. Como ritual, visitan la casa de la bisabuela de Deilyn en el campo. Más de una vez el ritual pasa por alto por las responsabilidades de Nailyn.
No siempre los domingos son para estar en casa y ver muñes. En algunos, la alarma suena a las 7:30 para ir a trabajos voluntarios, desfiles, acampadas y caminatas. Para las dos es pura diversión.
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Sin embargo, Nailyn sabe que el tiempo es el reclamo de reclamos de su hija; pero Deilyn reconoce, a su corta edad, que su mamá cumple una tarea inmensa.
No obstante, para la más pequeña es inevitable cuestionar, de cuando en cuando, por qué el domingo es otra jornada de trabajo para Nailyn y no puede acompañarla en casa, por qué lava de noche, por qué hoy no pudo sentarse con ella para resolver los ejercicios matemáticos. ¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué?...
Aun así, dice Nailyn: “Yo no me desentiendo de sus cosas en la escuela. Yo sé el día que tiene educación física. Yo sé el día que visita un museo. Yo sé el día que van a vacunarla. Yo sé el día que tiene un trabajo de control sistemático porque siempre estoy pendiente de ella. No dejo de asistir a las reuniones de padres ni a las actividades principales de su vida escolar.
“A mí, por lo general, no me gusta que las cosas de la niña las haga más nadie, aunque tenga el apoyo de mi mamá. Me gusta forrarle los libros, aunque no duerma esa noche. Me gusta revisarle los trabajos prácticos…”
Deilyn ―cuenta su mamá entre orgullo y razón― es una alumna excelente, monitora de asignaturas. Participa en concursos y asume liderazgos en el aula. También es bastante exigente e “insistente”. Cuando le encomienda a Nailyn buscar foto de los aborígenes, por ejemplo, le recuerda a menudo que lo haga…
“No sé todavía qué quiere ser. Un día dice que maestra como su abuela, otro que economista como su tía, o trabajar en servicios gastronómicos, o informática, o trabajadora de la Juventud. Por ahora, además de la Lengua Española y la Historia, le gusta mucho leer y ver programas de la televisión cubana, sobre todo humorísticos”.
Con los ojos por desbordar algunas lágrimas, Nailyn dice que “la niña es el pilar de todo. Cuando está mal, yo también estoy mal. Vivimos ella y yo solitas. A su corta edad sabe y comprende cosas de la vida familiar que quizás otros niños no. Es de un carácter bien fuerte”. Remata con unas palabras simples que entrañan bastante: “Muchas veces avisa que hay que cambiar el jabón o que se le acabó el refresco. Va a la placita con la abuela y le ordena qué comprar para nosotras…”
Las emociones continúan a flor de piel: “Para mí ser madre es un orgullo. Contar con una personita que nació de mi vientre y que me acompañará en las buenas y las malas, que va a estar siempre con una risita o una carita brava porque no le gustó que la regañara. Es lo más hermoso que le puede suceder a cualquier mujer.
“Somos muy cariñosas y nos queremos mucho, jugamos de mano. Le halo el pelo, le doy un beso y salgo corriendo; pero hay momentos en los que la regaño fuerte e impongo respeto…”
Alejandro García SánchezEl diálogo se produjo desde su “puesto de mando”, en la sede del Comité Provincial de la UJC
A esta historia le falta un elemento imprescindible, ¿verdad? Sí. Nailyn Machado Ávila es, actualmente, la Primera Secretaria del Comité Provincial de la Unión de Jóvenes Comunistas (UJC) en Ciego de Ávila. Antes, ocupó diferentes cargos como funcionaria y dirigente dentro de la organización en su natal Morón… Sumémosle que fue maestra de una escuela primaria, estudió Derecho, que ahora cursa una maestría en Dirección y realiza un postgrado en oratoria. En cada momento Deilyn presente.
“No fue un embarazo planificado, tuve a la niña a los 19 años. Fue complejo porque lo decidí cuando era maestra primaria y comenzaba el primer semestre en la carrera. No vivía en el centro de la ciudad, sino en Patria. Di a luz el 20 de enero y trabajé hasta el 22 de diciembre. Mi hija nació un jueves y tuve la primera prueba el sábado en el hospital. Nunca dejé que pasara una prueba, aunque tuviera la niña en brazos”.
Nailyn pudo derrumbarse más de una vez, pensar que era imposible, sentirse sin fuerzas para dar más. Posiblemente las inseguridades estuvieron a pie de obra. Hubo noches en las que conversó con la almohada sobre cómo hacerlo mejor y demostrar que es capaz de más. Seguro algunos dudaron de sus potencialidades para salir adelante. Tal vez ella, por segundos, no creyó en sí…
“Es complicado ser mamá desde tan joven por la falta de experiencia; pero hay que tener siempre claro lo que quieres ser. Tener un embarazo a muy corta edad no es para nada un obstáculo. Fue el motor impulsor para mi superación, aunque es cierto que tuve desvelos, días de agotamiento; pero llegó para hacerme crecer en la vida. Es aquello que me inspiró a ser mejor”.
Fue muchas veces también el papá de Deilyn quien no pegó un ojo en toda la madrugada, quien la empujó a seguir, quien no dejó caer todo el peso del hogar en la mujer. Nailyn regresa al pasado y vuelve, en segundos, convencida de que sin el respaldo de la familia “hubiese sido todo doblemente difícil”. No hay pasajes en su vida en que no cite a su madre y su incondicionalidad sempiterna, su mano amiga, los consejos inequívocos de esos seres, los miles de veces que hizo un poco más sin que se lo pidiera.
A día de hoy, los maestros son sostén: “Si no tuviera el apoyo de ellos y de la dirección del centro, sería muy complicado. Porque a esa edad, en quinto grado, los profes son únicos para ellos, son un faro…”.
Por su parte, Nailyn es otra escuela. Sus convicciones, su patriotismo y el poder de sus ideales los transmite a Deilyn aun cuando no se lo propone: “Lo que hago es continuar el ejemplo de las mujeres que en el pasado impulsaron el triunfo revolucionario. No toca en el presente una Sierra Maestra ni un Girón, pero sí mantener la libertad y soberanía del país”.
Cortesía de la entrevistada“Le inculco valores y le explico la necesidad del país de contar con jóvenes valiosos”
Nailyn no es la primera ni la última madre con una mayúscula función, aunque eso no signifique que sea fácil esta dualidad. Sin embargo, para uno de sus choferes anteriores ―anecdotiza― era complejo comprender cómo se las ingeniaba para ser madre soltera y seguir adelante en lo profesional, los estudios…
“Recuerdo que me preguntó: ʻ¿Eres una mujer normal?’. Sí, soy una mujer normal, que lava, plancha, cocina… atiende a una hija y dirige la UJC”.
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