Maraima contra el mundo: todos con ella

Una muchacha pelirroja, tanto como la tierra del lugar en el que nació, siente orgullo de su trabajo, de lo que hace. ¿Quién es ella? Invasor te cuenta.

Cinco años pasó Maraima Milán Pérez viajando del Consejo Popular Corea, en el municipio Primero de Enero, a Camagüey. Todo esfuerzo valdría la pena cuando al final de la meta tuviera, entre sus manos, el título que la acreditaba como Licenciada en Economía. Ese era su sueño.

Sin embargo, ya las ansias por aplicar los conocimientos adquiridos le pesaban en el cuerpo y, de alguna manera, había que canalizar aquellas energías que llevaba retenidas durante todo el período universitario. Solo cuando empezó a trabajar en la Empresa Agropecuaria Arnaldo Ramírez se dio cuenta de que le faltaba la práctica para definirse como economista, porque “uno aprende la teoría en la universidad y llega al centro de trabajo con deseos de aplicar lo que sabe, hasta que entiende lo mucho que le falta por aprender”.

Pero lo curioso en la historia de Maraima resulta la manera en la que se vinculó con su actual centro de trabajo. Digamos que, desde que tiene uso de razón, está viendo a su madre pasar las ocho horas de la jornada laboral en la Arnaldo Ramírez, lo que le facilitó conocer, de antemano, las paredes, los pasillos, y a la gente.

También, porque nació en la misma comunidad en la que está enclavada la empresa y se ha acostumbrado al ir y venir de camiones transportando mercancías, y, al mismo tiempo, al rojo de la productiva tierra del lugar, pegado en las calles del pueblo, e, incluso, hasta en la mirada.

A Maraima la pintan como a una muchacha trabajadora, apasionada por lo que hace e indetenible ante la falta de transporte para desarrollar su trabajo, pues “si tenemos una deuda y se nos está acabando el plazo para pagar, yo respondo por eso, o si no, después no tenemos los productos que necesitamos”.

Entonces te das cuenta de que ella se pinta sola, se ofrece para lo que sea, aunque es consciente de que su madre la frena cuando le dice “mijita no asumas tantas responsabilidades que te me vas a volver loca”, pero ella no puede, quiere hacer mucho más porque su sentido de pertenencia no la deja quedarse de brazos cruzados.

Y aunque cuando entró al departamento en el que actualmente labora pensó que le quedaría grande el puesto de Especialista en finanzas, ahora, como dice ella, “mis compañeros me consultan y confían en mí para tomar decisiones importantes”. Ella se siente feliz porque está donde le gusta.

Maraima pudiera ser una muchacha experimentada, pero no lo es. Aun cuando todavía cumple su servicio social, alguien vio en ella potencialidades para ocupar cargos de responsabilidad en la empresa. ¡Ah! Y apenas tiene 24 años.