La narrativa, las artes plásticas y la poesía se amalgaman y fusionan en la obra de este joven escritor de Ciego de Ávila, al punto, de no saber si leemos un cuento o miramos un cuadro impresionista.
Al margen y al centro de sus inquietudes como artista, permanecía inédita su pasión por escribir. Por eso, cuando Yasmani Rodríguez Alfaro esbozó sus primeras líneas en una pequeña libreta de notas, todavía hablaba el idioma de las formas, las proporciones, y los colores sobre el lienzo. Ser escritor era una probabilidad, pero para ser exactos, entonces era solo un artista de la plástica graduado de la ya desaparecida academia Raúl Corrales.
El resto lo descubriría después, cuando comenzó a trabajar en una serie de cuadros donde quedarían impregnados con colores fluorescentes las letras de varios cuentos, que, ante la oscuridad de una galería, saltarían a la vista. Nunca la terminó y tampoco encontró en Baraguá otros impulsos para poner en blanco y negro cuanto pensaba y sentía.
Sería entre Venezuela, Trinidad y Ciego de Ávila donde se redondearon personajes y argumentos para ser Pre-Morten, su ópera prima, y A la sombra de un mago, premio Eliseo Diego en la categoría de literatura infantil.
¡ Noticia de última hora ! Yasmani Rodriguez Alfaro acaba de ganar el Premio Eliseo Diego en literatura infantil y en...
Posted by Ahs Ciego de Avila on Tuesday, July 2, 2019
Su prosa diáfana y fluida no escapa de la mirada poética con la que narra lo mismo un cuerpo que se devora a sí mismo que la historia de un niño “embrujado” en el humo del tabaco de su abuelo. La fuerza emotiva y vivencial de cada relato muestra diferentes versiones de la realidad, mientras se revela iconoclasta en su más pura esencia.
—¿Pre-Morten nació de un tirón?
—Durante los dos años que estuve en Venezuela impartiendo clases de artes plásticas, conocí a muchos escritores, participé en los concursos literarios convocados por la misión y me acerqué a diferentes talleres. Compartía mis textos, obtuve premios con algunos cuentos y esto me motivó mucho. En los días difíciles de la muerte de Hugo Rafael Chávez y las guarimbas me aferraba a la computadora y pasaba todo el tiempo en eso. Así, poco a poco, salió.
“Sin embargo, un libro es mucho más que un manojo de relatos. Al regresar a Cuba viví en Trinidad, donde conocí a la escritora Anisley Miraz, a quien agradezco haber reconocido talento en mí. Celebró la dureza de los temas, lo fatídico de las situaciones, y trabajamos en la dramaturgia y selección de los textos. Me vi varias veces a las 9 de la noche todavía con el listado de cuentos, pensando y corrigiendo. Cuando nació mi hija regresé a Ciego de Ávila y no dudé en presentarlo al Consejo Editorial.”
—Has dicho en otras ocasiones que resulta un exorcismo literario, ¿por qué?
—Es una búsqueda constante de respuestas a cuestionamientos existenciales y filosóficos que nos llevan de vuelta a las grandes preguntas: ¿quiénes somos?, ¿de dónde venimos?, y ¿hacia dónde vamos? La muerte se hace patente de una u otra forma, al punto de naturalizarse. Creo más difícil nacer que morir y desde el título anuncio que son hechos contados antes de morir. Canalicé mis preocupaciones, desesperanzas, hablo de la sociedad, de sus males y del hombre que la habita.
—La muerte, la sangre y un cuchillo asesino son motivos recurrentes ¿las historias se parecen a su autor?
—Ni autobiográficas ni ficticias, sino que tienen un poco de todo lo que he visto, escuchado y sentido. Un escritor, además de muchos otros calificativos certeros, es un chismoso que husmea para ver cómo la gente se mueve, piensa y hace su vida. Después es necesario filtrar y crear sobre esos argumentos porque cualquier historia de la calle no es literatura. Creé los cuentos con aire fatalista y los personajes pierden la cordura; se puede ser bueno y terminar mal, pero yo no me parezco a lo que narro.
—Sin embargo, en A la sombra de un mago te aventuras a escribir para niños…
—Con el nacimiento de mi hija Viegsay pensé en escribir para niños. Después llegué al taller literario Compay Grillo, de Félix Sánchez, y me lo tomé en serio. Así llegó este libro y jamás pensé que merecería un premio. A la sombra de un mago está inspirado en mi hija. Intento invertir los papeles para pensar como ella.
“Narro en estas páginas las peripecias de un niño que vive con su abuelo en una finca. Su madre murió y el padre se fue. Esta realidad el pequeño la asimila desde la fantasía y lo ficticio, tanto que el lector llega a dudar si está vivo o muerto. Además empleo códigos del espiritismo, el Palo Monte y las culturas indias americanas en alusión a ese sincretismo religioso que pude respirar mientras viví en Baraguá, con su barrio de descendientes del Caribe anglófono.”
—La literatura infantil puede ser subvalorada; sin embargo, es difícil escribir para este tipo de público…
Mucha de la literatura infantil contemporánea desconoce que los niños de hoy no son los de antes y los subestima. Ellos tienen preocupaciones y les inquietan los mismos temas tabúes que a los mayores. Estos tópicos pueden ir desde la muerte hasta el sexo, y la literatura es el modo de explicárselos. Lo que para nosotros puede ser complejo, para ellos es simple.
—¿Cuánto de artista plástico tiene el escritor?
—Quizás sin la plástica nunca me hubiese propuesto escribir. Por ejemplo, a Pre-Morten lo concebí como una obra de artes plásticas porque pensaba a partir de símbolos y valores conceptuales. Todo lo aprendido en la Academia fue un caparazón que me armó, un armario donde buscar, sabiendo que siempre encontraría algo útil.
—Ciego de Ávila es una provincia de poetas, eminentemente, ¿encontraste tu lugar como narrador?
—Miedos tuve muchos, pero me reconfortaba saber que, de cualquier modo, contaba mi verdad y siempre estuve atento a cualquier sugerencia para mejorar mis cuentos. Luis Pacheco Granados me asesoró, y en el taller Santa Palabra, dirigido por Eduardo Pino, comprobé que yo no era un bicho raro, pues existían otros jóvenes con inquietudes literarias.
—¿Para un autor inédito es fácil publicar en Cuba?
—El Sistema de Ediciones Territoriales cada año aprueba libros en concordancia con su Plan Editorial, por eso, hay que intentarlo una y otra vez. En mi caso, acerté al primer envío, aunque no siempre es tan fácil y hay quien espera años antes de ver impresa su obra. En lo referido a las editoriales nacionales el acceso es más difícil, por la competencia y lo restringido de los planes. Lo otro sería la posibilidad de publicar como resultado de algún premio.
—¿Qué escritores influencian tu obra?
—El primer libro que me conmovió y me mostró cómo quería escribir fue Cien años de soledad, de Gabriel García Márquez. Lo hice casi obligado, como quien sabe que lee algo importante, y solo al final descubrí su verdadero valor. Ese mundo espiritual se parece a mí y a las historias que quiero contar. De Cuba me gusta mucho Alejo Carpentier, pero la lista podría ser mayor.
—¿Volveremos a leerte pronto?
—Por estos días reviso una novela para adultos titulada Los ahijados de Lachi el White. Este hombre es un palero que se rodea de sus muchos ahijados en la ciudad de Trinidad y a partir de ahí se teje la acción. Es un acercamiento a la sociología trinitaria, a los modos de vida y costumbres. Ha sido un texto que he disfrutado muchísimo y le tengo fe, aun cuando no pueda publicarlo nunca. Si por alguna razón lo perdiera, no creo que pudiera volver a recrear su espiritualidad.