Invasor te invita a conocer a Claudia Cruz Pérez, joven y consagrada bióloga del Centro de Investigaciones de Ecosistemas Costeros
De aquellas mujeres es probable que ninguna recuerde cuándo fue entrevistada y llegó a la Televisión Nacional. Pero Claudia lo recuerda como si fuera ayer. Ella estaba en octavo grado, con todo el desinterés sobre la vida futura de sus 14 años e ir por la vida más preocupada por el largo de la falda que por la carrera profesional. Pero aquello le caló hondo. “Yo voy a ser bióloga marina”, dijo.
Ahora tiene 27 años y una foto de perfil que engaña, en parte. Se trata de una pose muy de Instagram, mirando hacia el mar. Y es cierto, es muy bonita, de pelo largo y músculos marcados; pero es toda timidez.
Nos sentamos a conversar bajo la sombra de un parque y pienso, mientras habla, que quizás no ha caído en la cuenta de que en media vida ya cumplió el sueño de la muchachita que fue.
Una carrera, un curso de buceo, una tesis y algunos años después se está haciendo máster, anda de vez en cuando en expediciones marinas y ha llegado hasta México para compartir los resultados de su trabajo en el Centro de Investigaciones de Ecosistemas Costeros (CIEC) en Ciego de Ávila.
Podía haber empezado por la impresionante ficha biográfica que daría ella, a sus 27: Claudia Cruz Pérez, licenciada en Biología, investigadora de pastos marinos en la provincia de Ciego de Ávila, especialista en corales.
Pero nada de eso es suficiente para ilustrar la pasión con la que habla de su trabajo actual.
“Yo siempre quise estudiar los corales. Ese era mi principal interés en el último año. Mas, al vincularme al CIEC, mi tutora me explicó que iba a ser muy difícil para una investigación de pregrado, por la profundidad a la que hay que tomar las muestras. Así, me centré en los pastos marinos”.
Aclaración: para quien se pregunta, como yo en ese momento, Claudia explica que los pastos son las plantas que crecen en la línea de playa y de las que se quejan los bañistas.
Entonces, le faltaba poco para llegar a sus corales, porque en pocos años le tocó sustituir a su tutora dentro del departamento, un colectivo de ecólogas, todas mujeres y todas súper preparadas.
─¿Por qué los corales?
—Cuando los biólogos se especializan en la vida marina, lo más común es que prefieran estudiar peces, porque son más dinámicos, móviles. Pero los corales, además de por su belleza, me gustan porque los arrecifes son ecosistemas muy complejos, lo tienen todo.
Y su pasión nos descubre detalles interesantes. Por ejemplo, ¿sabían ustedes que los corales se estresan? Claudia lleva más de dos años midiendo las variaciones en los arrecifes de Jardines de la Reina, el estrés principalmente causado por los aumentos de la temperatura.
Es un granito de arena en el trabajo del CIEC al sur de la provincia, reconocido por la Dirección Provincial del CITMA este año, por su impacto en la protección del medio ambiente. No se puede cuidar si no se mide.
—¿Cómo se viven las expediciones?
—Normalmente pasamos 15 días o una semana en el mar. Todos los investigadores nos quedamos en un barco de vida a bordo de la marina del Ministerio de Turismo, que en realidad nos hace esos días de tanto trabajo un poco más cómodos. Las inmersiones son diarias y a veces me coge hasta la noche bien tarde para registrar todos los datos. La suerte es que en el colectivo nos ayudamos mucho con las investigaciones de cada cual.
Como a cada mujer en un ámbito laboral de altas competencias, la presión social le pone de relieve la maternidad como un deber o una parada obligatoria que se han saltado. Es bastante más complejo, dice ella, porque el trabajo supone varios días sin hablar con la familia, además de que para un investigador de esas áreas “es muy básico quedarse solo en la licenciatura”.
“Yo sé que hay tiempo”, sentencia como quien ya ha pasado muchas veces sobre el tema y regresa a hablar sobre sus pasatiempos, sus lecturas, sus películas de Harry Potter y el teléfono que “ya está pidiendo un descanso”, después de tanto teletrabajo.
Y entonces, la científica de 27 años, la investigadora enamorada de los corales, pone cara de niña feliz debajo de los espejuelos y el sueño trabajado y cumplido se hace más que evidente en sus ojos. Que lo sepan aquellas biólogas, las mujeres así inspiran siempre. Corran la voz.