José Aurelio Paz siempre advirtió que no estaba muriéndose y sus colegas más cercanos supimos que aquella aclaración era su excusa “decente” para esquivar los premios que la vida suele otorgar, a veces, casi al final de los días. Pero ahora que sigue desandando en sandalias y con moño cualquier recoveco de esta ciudad; ahora que sus quejas no llegan a ser todavía achaques y la lucidez se le vuelve más profunda que las entradas en su frente, él tendrá que admitir que le han dado el Premio Nacional de Periodismo José Martí a la obra de toda la vida por, precisamente, haberse consagrado a esa profesión. Lo de viejo es una cualidad que a él aún no le asienta, por más que hace unos meses se haya jubilado, según prueban los papeles.
Aunque otros papeles prueban lo contrario, y la edición impresa de Invasor se encarga de confirmarlo, él sigue desmintiendo su ocaso etario cada vez que su activismo a ultranza lo enamora de un proyecto y destella consecuencia en las ideas que sostiene. Si de algo podrían estar seguros —incluso los mismos lectores que alguna vez le indilgaron el apelativo de “Paz con nadie”—, es que la paz consigo mismo nunca lo ha abandonado.
Tal certeza está en un punto irrefutable: ejercita en acción lo que denota en letra. Por eso ahora puede, quizás como ninguno, recibir un alto galardón con nombre de Martí porque no se ha cansado de honrar, honrándose sin querer. El único lamento a esta hora de cierre, es que las líneas de este primer agasajo no puedan, por apresuradas y escasas, hacerle también honor a su nombre.
Y, probablemente, tampoco lo consigamos felicitando a Osvaldo Gutiérrez Gómez, Osval, el caricaturista y fotógrafo nuestro, con plantilla en la Agencia Cubana de Noticias, que acaba de merecer el premio Por la obra del año. Un premio Juan Gualberto Gómez nunca luce escueto cuando el talento en la pluma dibuja indicios que podrían explotarse el resto de la vida, sin agotarse. Su año de trazos y lentes, contra los años de todos los colegas que se midieron con él sin recelos, no es el esbozo de un profesional menor.
Pastor Batista
Para los colegas y lectores que los admiramos, una suerte de que dos sagaces plumas de Ciego de Ávila suban al podio que les pertenecía, sin que hasta ahora lo supiéramos.
Comentarios
Los premios bien merecidos son como las metas volantes, imponen deseos de empujar más y más.